Escape al pasado

Escape al pasado

Victor Monsivais

10/12/2021

Adela no tuvo más remedio que acceder, el haberse negado a obedecer hubiera sido catastrófico.

–Sí. –dijo con una sonrisa esbozada tan sinceramente, con una emoción tan real, que Afrodita-2 no pudo determinar como falsa, en el algoritmo diseñado para detectar el cambio de tensión en los músculos faciales y otros marcadores biológicos como el aumento de la temperatura corporal, el volumen de transpiración, la dilatación de las pupilas, etcétera.

Adela, aunque satisfecha por haber logrado engañar a Afrodita-2 y a todos los robots y humanos presentes en la ceremonia de confirmación erótica, como era llamada la asamblea para arreglar el “matrimonio perfecto”, salió deprimida del estadio.

–Me hubiera negado –pensó para sí, sonriendo para las cámaras instaladas a todo lo largo del infinito pasillo, cuyos monitores eran escudriñados ininterrumpidamente por robots ópticos, en la sala de interpretación remota.

Según las secuencias de ADN, datos socio-económicos, edad, tendencia de consumo, perfil de intereses y otros datos que Afrodita-2 había almacenado durante toda la vida de Adela en el «Cielo Virtual», Alfonso resultó la pareja ideal, seleccionada entre 3′ 257, 361 candidatos de ambos sexos, en su “Cité”. El software K-GAHD-HAH-44 de Afrodita-2, calculó la compatibilidad entre Alfonso y Adela en 97.83%. Su más cercano perseguidor Eros-41, aunque más económico, ofrecía solamente 97.11% de efectividad.

–Nada que ver –comentaron los padres de Alfonso con satisfacción y arrogancia, tal vez porque ellos fueron los que pagaron los servicios de la celestina.

El número de suicidios después de las ceremonias no era computado por ninguna de las apps que ofrecía GOD S.A. la única corporación dedicada a la inteligencia artificial que sobrevivió la crisis del año 2,352, y que desde entonces tenía el monopolio absoluto en el ramo. El precio de las acciones de GOD S.A. aumentó exponencialmente, debido a la introducción de nuevos programas como Afrodita-2 y Career-54, el programa que decidía la ocupación a la que sus clientes se dedicarían por el resto de sus vidas. El producto garantizaba la felicidad con el 81% de efectividad, pero no tabulaba el número de suicidios cometidos por sus “felices usuarios”.

Después de sólo tres meses de la ceremonia de confirmación erótica, Adela y Alfonso dejaron de tener relaciones sexuales. Dormían en habitaciones separadas, lo cual estaba estrictamente prohibido por el Ministerio de la Procreación antes de que las parejas confirmadas por Afrodita-2 se hubieran reproducido dos veces. Si al término del plazo establecido, no había críos, las parejas infractoras eran enviadas a “La isla de los herejes”, donde los internos eran constantemente vigilados y acosados por los “Roboguardias” de la moral y el orden. Adela y Alfonso, al igual que centenares de herejes, lograron burlar a las autoridades por algún tiempo, pero cuando sobrepasaron el límite por más de seis años, fueron arrestados y remitidos la isla.

Al igual que la mayoría de las parejas arregladas, A&A eran totalmente incompatibles en casi todo. A pesar de los cálculos de Afrodita-2, lo único que los unía era un fuerte sentimiento de desprecio y rebeldía contra la máquina todopoderosa. Según datos, del software Biograph +, ambos tenían un grave problema con la autoridad: Adela definía burlonamente como autoridad a cualquier aprendiz de idiota con un poquito de poder.

En la isla, los hombres y las mujeres estaban separados, para prevenir un embarazo accidental y “los pobrecitos”, como eran llamados los reclusos por los ciudadanos responsables, eran obligados a trabajar exclusivamente con las manos sin ayuda de ningún robot. Curiosamente este hecho llenaba de alegría a casi todos los herejes.

Siempre que tenía oportunidad, Adela platicaba con sus compañeras lo que había leído en un libro prohibido que su abuela le había regalado cuando niña. El capítulo favorito de su preciado libro estaba dedicado al arte. Relataba, entre otras cosas, cómo algunos siglos antes la arquitectura se concebía en el cerebro humano y los dibujos se hacían a mano.

Durante todo el tiempo que estuvieron en la isla, Adela y Alfonso nunca se pudieron ver; pero después de varios años se encontraron en una comuna clandestina compuesta por todo tipo de disidentes, la mayoría artistas escapados de entre los herejes. Dos años antes del embarazo de Adela, comenzaron a planear su escape: su destino sería no sólo en otro espacio, sino también en otro tiempo.

Hace dos semanas, concluyeron su plan; pero decidieron esperar al menos nueve meses más para que Aldo, su hijo, pudiera resistir las demandas físicas del desplazamiento cuántico.

No estaban seguros si en el siglo XXI –la fecha planeada para su llegada–, los habitantes de su nuevo mundo todavía gozaban el derecho de leer lo que se les antojara en libros reales. Según la información que obtuvieron en el software KosmosAll, la realidad virtual en aquella época, en aquel lejano mundo, todavía no era dominante.

El día de la partida Alfonso revisó varias veces las coordenadas espaciales y temporales. Su destino era un sistema solar aproximadamente a cuatro años luz, y a trecientos años en el pasado. El exoplaneta ocupaba la tercera órbita de su sistema. El 75% de su superficie estaba cubierta de agua salada y tenía cuatro estaciones bien definidas debido a la inclinación de su eje de rotación con respecto al plano de su estrella madre, llamada Sol.

Adela activó el proceso de desplazamiento, y comenzó la cuenta regresiva. Suspiró. Ninguno de los tres peregrinos estaba enterado de que, en el lugar de su destino, el control de la vida por la máquina ya había comenzado hacía algún tiempo. Tampoco sabían que la actividad salvaje del modo de producción capitalista, estaba afectando severamente el clima del planeta tal vez de manera irreversible.

Al regresar a su asiento, Adela oyó claramente un eco de su niñez, un recuerdo ambiguo. No pudo contener las lágrimas cuando mentalmente revivió la escena de los primeros compases de un tango que un ciego bailaba con una hermosa mujer vestida de negro en una película, al parecer del siglo XX, que alguien había llevado a su planeta aproximadamente un siglo atrás.

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