Sargazos.

El mar meciéndote.

Niebla.

Una isla.

Su cabello cae en cascada hasta el pubis. Ojos brillantes. Su boca, un misterio. Las nalgas…

«¡Oiga, que se ha dormido!».

Despierto sobresaltado y veo ante mí a la hostil camarera mirándome.

«¡Necesito la mesa!»

Me remuevo ante la urgencia de la grosera empleada. Pago mi café y dejo cinco céntimos.

«Adiós», musito.

«Móntese un viaje», responde ella mientras pasa el trapo roñoso que igual sirve para secar cubiertos, quitar el polvo o despedirse…

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