Los mejores relatos surgen cuando soñamos, en ese momento somos espectadores y protagonistas de nuestras propias ficciones. Cada mañana me despierto angustiado, con la sensación de que mis fantasmas irrumpieron durante la noche para invocar temores olvidados. Esas visiones tratan de doblegarme hasta que la alarma del despertador me invita a retomar la realidad.

Aún de madrugada me muevo por instinto, la doble combinación de café y modafinilo me ponen en pie para encarar una rutina que no tiene mucho de leyenda, pero que al menos ofrece un espacio donde sentirme protegido.

Cuando llegue a la oficina ya sé lo que me espera, encontraré a mi asistente Mauro mordisqueando los auriculares y meciendo la silla en postura invertebrada. Conozco sus hábitos pero aun así me los cuenta para justificar su estado de forma. Se levanta a las 6:00 para correr, desayuna una papilla infantil baja en grasas y a las 7:30 inicia su sesión de gimnasio.

Mauro se pasea por los pasillos bebiendo todo tipo de líquidos; batidos de proteínas,bebidas energéticas, suplementos y L-Carnitina. Siempre sudando aunque no haga esfuerzos, la gomina del pelo se le escurre por la nuca mezclándose con sus transpiraciones, que suelen acabar regando los documentos, el teclado o el café. Es como un bloque de masa muscular detirriéndose a medida que avanza la jornada.

Ambos formamos equipo en el área de patentes en Avanz, multinacional líder farmacéutica. Puede parecer una actividad lucrativa pero de los 20 años que dura una patente gran parte de ese tiempo se dedica a las gestiones previas, por lo que pueden pasar más de 10 años hasta que el producto se comercializa. Ahora estamos desarrollando una estrategia de out licensing que nos permitirá un acceso más acelerado al mercado de cara a nuestros nuevos proyectos.

El elemento clave en nuestras actividades no es la investigation y el desarrollo, esa responsabilidad recae en universidades y centros de investigación. Lo que genera valor diferencial es la comercialización, por eso el resultado de mi trabajo tiene un impacto crítico.

Se gana más dinero salvando vidas que acabando con ellas, la industria farmacéutica es más rentable que la armamentística sin embargo cuando hablamos de supervivencia también hay límites. En Avanz se escuchan lemas como “mejor tratar que curar” o “vende prevención no curación”, un antibiótico soluciona el problema demasiado rápido y no permite fidelizar clientes pero un tratamiento adelgazante es una efectiva fuente de ingresos, por eso nuestros comerciales sienten debilidad por las enfermedades crónicas.

Soy consciente de que estas políticas tienen repercusiones negativas, también la empresa lo sabe y para contrarrestarlo se invierten grandes sumas de dinero. María se encarga de cuidar la imagen corporativa, ella es el único acontecimiento diario que altera mi comportamiento, son ya años trabajando juntos y aún no he logrado que su mirada se convierta en costumbre.

La primera vez que la ví fue en la portada de magazine Avanz, es famosa en la empresa porque participa posando en los carteles promocionales, esas fotografías multiétnicas donde hay un grupo de guapos trabajadores chocando manos con una gran sonrisa. En aquella publicidad aparecía firmando un memorando mientras un chico de aspecto árabe y dientes de marfil le hacía indicaciones. Se pensó que sería bueno introducir algún elemento de compromiso con la realidad social y la foto acabó convirtiéndose en un símbolo corporativo. En la parte superior el lema “Avan-zan”.

El bus lanzadera sale a las 6:00. Consciente del paisaje que me ofrece la carretera, es el único momento en el que puedo concentrarme. Gracias a años de tránsito, las paradas, los tiempos y las personas componen el mismo escenario.

No encuentro mejor oportunidad para sacar mi libro, la muerte de Ivan Ilich. La lectura me transporta al ocaso de mi vida, allí hago un balance de mis rutinas, de una seguridad que me habré forjado con esfuerzo, no obstante son ya ocho años haciendo el mismo recorrido. Al igual que el protagonista de la novela, podría llegar al último suspiro y pensar que he llevado una vida que no deseaba, pero son dramas a los que no tendrè que enfrentarme llegado el momento.

Ivan Ilich es el reflejo de los temores de su autor cuando alcanzó la madurez. Un balance lleno de desengaños que llegan demasiado tarde, porque contra el tiempo no hay redención. El pasado no da segundas oportunidades por eso las decisiones que tomo son elegidas con precisión. Trato de mecanizar procesos para ejecutar costumbres perfectas, puede que sea un tiempo artificial así lo llama mi hermano, tiempo forzado o sin naturaleza, pero para mí el reto está en el proceso, en adelantarme al acontecimiento para cuando llega aferrarme a él con seguridad. En cierta manera hoy podemos anticiparnos a lo que va a suceder sólo es necesario utilizar los recursos adecuados y mucha disciplina.

Yo he domado mi destino pero no sólo lo domé, maté cualquier halo de incertidumbre. Puedo intuir mi futuro y como tambièn dice mi hermano, mi necrológica, y por lo que alcanzo a ver no encuentro miseria ni necesidades en el camino.

Conozco los pasos hasta la puerta trasera del autobús, el sonido neumático marcará el pistoletazo de la salida, son tres escalones hacia afuera y ya en la calle recorreré la acera hasta Avenida Seneca.

Reconozco cada metro del recorrido y puedo dejar que mi intuición haga de guía mientras sigo revisando la agenda. Sin embargo en esta ocasión algo ha fallado, en un acto reflejo logro evitar una fosa abierta y un chasquido seco bloquea la extremidad. En cuestión de segundos mis planes se desdibujan y una sensación de fragilidad desencaja el resto de mi cuerpo. Siento un intenso punzor pero lo que realmente me causa aprensión es desconocer el alcance de lo que está ocurriendo.

No soy amante de los deportes y no estoy acostumbrado a sensaciones físicas como el agotamiento, los dolores o la tensión, lo que estoy pasando se encuentra fuera de cualquier experiencia previa. La incertidumbre sobre las consecuencias de este instante se mezclan con borrosos momentos de la infancia en los que de alguna manera me lastimé y me acuerdo del pelotazo en la cara que intencionadamente me lanzaron los gansters de la clase por haber contestado a una pregunta de ciencias con demasiado entusiasmo. En aquel tiempo mis notas eran impecables y la biología y todo lo relacionado con la naturaleza me atraían. El aturdimiento por el golpe sólo me permitió leer los labios de Felix el matón. No olvidaré las palabras de aquellos criminales; ¿te has quedado sin respuestas cagón?

Las ondas del balón lanzado desde una distancia de 12 metros dislocaron la cadena de huesecillos del oído izquierdo. Los traumatismos en general son una causa frecuente de hipoacusia, sordera y vértigo; hipoacusia postraumática, desde entonces tengo problemas de equilibrio, aunque en esta ocasión el acto reflejo de saltar la zanja me salvó de una catástrofe peor.

Vuelvo a apoyar la pierna pero noto que no se sostiene y el punzor ahora es terrible. Todo pensamiento es útil para eludir la dolorosa realidad; mis rituales, la eficacia del día a día se han visto quebrados y me doy cuenta de que todo ese control sobre mi entorno era falso. Soy más humano, más frágil que nunca y esa sensación acaba por tumbarme. KO técnico, mi vista se desvanece hasta perder el conocimiento.

Quizá haya vivido como no debía -se le ocurrió de pronto-. ¿Pero cómo es posible, cuando lo hacía todo como era menester? se contestó a sí mismo, y al momento apartó de sí, como algo totalmente imposible, esa única explicación de todos los enigmas de la vida y la muerte.

Tolstoi

CAPITULO 1

El castañar es un barrio para gente acomodada en la región norte de Madrid. En origen fue parte de un proyecto urbanístico creado durante los años 60 cuyo objetivo consistía en descongestionar el centro de la capital. El fuerte éxodo rural en aquel tiempo demostró una falta de preparación para acoger a los nuevos habitantes que llegaban del campo a la ciudad.

Con los años la huella obrera fue desapareciendo y hoy es una zona residencial para gente con poder adquisitivo, incluyendo un área comercial para grandes firmas, parque tecnológico y varios conglomerados de empresas. En mi urbanización todo ha sido previamente planificado, no es como los caóticos barrios del centro donde primero llegan las personas y el espacio crece sin control. Aquí somos familias de clase media-alta, en su gran mayoría españoles con hijos entre los 10 y los 18 años, una comunidad uniforme, simétrica y bien asentada, sin fisuras.

Luis fue de las primeras personas que conocí cuando me mudè, es fácil localizarle con su coche regando de paja y tierra las avenidas. Nunca me ha quedado claro de qué vive, se que dio clases de fotografía en la Universidad pero yo solo le veo subiendo y bajando por el coto con su Mercedes-Benz W123.

Ese coche en su tiempo fue una revolución, lo compró con todos los extras; ventanillas eléctricas, techo corredizo y aire acondicionado climatizado. Pero más allá del apego material se trata de un contenedor de anécdotas; viajes, autoestopistas, copilotos anónimos, noches en el asiento trasero… todo ello sumado a un desprecio absoluto por cualquier intento de conservación.

Siempre que entra en escena arrasa con la armonía recreada de este lugar, dejando una estela de humo mientras la música de Asfalto escapa por las ventanillas. Luis en el Castañar es como el germen en el quirófano, como la mancha en el suelo de baldosas blancas del restaurante PIPO, mi restaurante de comida mediterránea favorito. Es el recordatorio de que lo incierto forma parte de nosotros.

Ahora me lleva al hospital mientras suena su tema fetiche “mujer de plástico”, todavía utiliza cassettes que acumula de manera desordenada en la guantera, decenas de grabaciones envueltas en polvo y tierra.

Estoy totalmente desubicado, noto la extremidad como una extensión que actúa por su cuenta; si me toco no la siento, si intento moverla no obedece mis órdenes. Ahora mismo esa pierna es un conglomerado de carne, huesos y músculos totalmente inútiles.

-Intenta no moverte, ya estamos cerca.

-Ahora no me duele y eso me preocupa, cómo lo tengo.

-Está rota pero concéntrate en la música. “descansa en mí tu recuerdo, formas parte de mi historia, de mi tiempo…” cuando era un crío estas letras me acompañaban por un Madrid aún de provincias, sentía que nuestra generación tenía la responsabilidad de abrir el país…

Sè que intenta distraerme, ausente de la carretera me cuenta que vivió en primera persona el nacimiento del rock urbano. No conozco ninguna de las bandas y tampoco me identifico con la música que intenta venderme pero en mi estado el significado de sus palabras es lo de menos.

Puedo percibir los sonidos con más intensidad de lo habitual, es como si los sentidos estuvieran más en alerta que nunca. El cuerpo agudiza sus alarmas en momentos de debilidad y en este instante mi instinto aflora con una energía sin precedentes. Las vibraciones de la carretera hacen que mi pierna baile como esos perritos de peluche que se ponen en asiento trasero; el traqueteo sube por mi pie, logra sortear la rotura del hueso y llega hasta el estómago agitando mi desayuno SEN. Cierro la boca con fuerza pero es como tratar de tapar un geiser. La música se mezcla con el discurso de Luís, a él no parece importarle que esté ausente y tampoco tengo energías para pedirle silencio, mi único objetivo es concentrarme para no mancharle la tapicería.

En el hospital el silencio de la sala revela la incertidumbre de quienes esperamos sentencia. Mientras Luis se pelea con la máquina de café yo intento distraerme adivinando los males de la gente que me rodea. Me llama la atención un hombre de avanzada edad, tiene el rostro pálido y parece estar inconsciente, la mujer que le acompaña no está preocupada. No aguardan un diagnóstico sino el recordatorio de lo inevitable.

-El café es enfermizo, deberían poner un desfibrilador al lado de esta máquina. ¿Cómo te encuentras?

-Dados los casos que veo a mi alrededor no debería quejarme. ¿Te has fijado ese anciano? no llegarà a mañana, te apuestas algo?. Me gustaría saber qué pasa por su cabeza en este momento.

-Glücklich ist wer vergisst was doch nicht zu ändern ist. Sé lo básico del idioma pero tengo buena pronunciación; Glücklich ist wer vergisst was doch nicht zu ändern ist. Es alemán, viene de una obra de Johann Strauss; “Die Fledermaus”, el Murciélago.

-No se qué significa pero la frase suena rotunda.

-“Dichoso quien olvida aquello que no puede ser cambiado”. Es mi recordatorio de que lo inevitable està en nuestra condición.

-Pues yo pienso salir de esta así que no te relajes.

-Tu eres quien tiene que aflojar. Deberías asumir que las adversidades existen, tal vez vivirías un poco más liberado.

-Nos llaman, échame un mano.

El hueso se ha desplazado de su situación, al menos no fue una fractura abierta por lo que la deformidad que apareció cuando la enfermera cortó el pantalón resultó ser una buena noticia, ya que la tibia podría haber salido al exterior desgarrando la carne.

La rotura es doble, tambièn el peroné està afectado, me han aplicado un avanzado sistema de osteosíntesis lo cual permitirá fijar la fractura. De media el período de recuperación puede ser de dos meses pero siempre depende de factores como la edad, la actividad diaria o la calidad del propio hueso. Aún es pronto para predecir el tiempo que tendré que estar postrado…

SINOPSIS:

Zigor ha dedicado su vida a generar un mundo inexpugnable, pero un infortunado accidente cambiará radicalmente sus hábitos.

Desembarazado de las cargas que estructuraban su destino, descubrirá que todo lo que le ha rodeado era en realidad un estéril decorado y comenzará a vivir sin condicionantes. Sin embargo llevará demasiado lejos su nueva libertad.

La ley del asfalto cuestiona muchas de las virtudes de nuestra sociedad contemporánea, es un grito a saltarnos los márgenes, una invitación a arriesgar, a explorar y a descubrir que todavía podemos sorprendernos más allá del destino que muchas veces nos viene impuesto.

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