Dos amorfos seres copulando sobre la antena del rascacielos, demarcan la decadencia y la divinidad. Aquellos seres sin forma debido a la sobregeneración de tecnologías sucesivas en sus cuerpos, se los podía escuchar chirriando sobre la antena, salpican chispas al aire, restregando sus gelatinosas formas de miles de herramientas metálicas. ¡Oh Dios mío! se están cayendo. Un sonoro chasquido y una miríada de objetos de alta tecnología despedazados en el duro concreto. Un ser amorfo aún con vida se arrastra por el pavimento. Los ciborgs que lo ven mientras caminan sienten asco y respeto por tales seres amorfos, algunos caminan indiferentes a su lado, otros piensan que al fin y al cabo aquellos seres que se arrastran, los crearon, aquellos seres que copulan en cualquier lado son su Dios. Un ciborg con una estructura morfológica peculiar debido a que había recibido sucesivos trasplantes renales y una comisurotomía. Sintió lastima del ser que se acercaba a sus piernas reptando, arrastrándose vergonzosamente hacia él. Lo toma de lo que debería ser su mano o una excrementosa cosa que lo toca. El ciborg doliente escupe unas que deberían ser lágrimas aceitosas, acuosas – la escena por lo demás melodramática- El ciborg no puede más y vomita circuitos y sistemas funcionales bien organizados encima de lo que debería ser su Dios.
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