Orgasmo en mil palabras

Orgasmo en mil palabras

Fonseca Fisterra

19/10/2021

No. No hay más ciego que quien no quiere ver, que quien tapa sus ojos y sus oídos. La sociedad no está preparada para ver la puta realidad, la cruel realidad, la jodida realidad. ¿Entiendes lo que te digo?

Echo de menos discutir con mi mujer por no saber quién de los dos interpretó mal el mapa y acabamos extraviados y con el norte perdido. Yo me desahogaba con ella y viceversa.

Ahora ni siquiera le puedes cargar la culpa a un cerebro mecánico. ¡Qué hijos de puta! Ya no valen las personas ni para discutir con su cónyuge. Y eso es solo el comienzo.

¡La puta madre que te parió! La evolución de la tecnología solo está ligada a la evolución del tamaño de la mano y la calidad del porno que se puede ver en la «ya no tan pequeña» pantalla.

Yo soy defensor a ultranza de la vieja escuela, de la de imaginar las filigranas del kamasutra con mi mujer o con alguna chavala con tetas de nodriza lactante del «playboy». ¿De qué cojones me valen a mí los vídeos tan descriptivos, si la mejor película inédita que se puede proyectar está en la mente de un pajillero compulsivo?

Voy a ser osado: prefiero exprimir el placer que me garantizan los labios de mi mujer, en vez de un coño de goma o una mujer hinchable de semblante cariacontecido.

A falta de pan… me tocará pasar hambre, o quererme con la diestra tres veces al día en los días pares y con la zurda en los impares. Es mi mejor medicina, como el zumo de naranja para prevenir el resfriado.

¡Por algo será que es tan complicado que alguien te haga una buena felación! Desde Cervantes, el ser humano ha perdido muchas capacidades idiomáticas y, esta juventud contemporánea, ya no produce placer con la palabra. ¿Cómo esperar que les entre bien la polla en la boca sin que les haya desvirgado la buena cultura literaria?

¡Hay que joderse!, con lo sencilla que era la imprenta, con lo pródigo que era el trabajo de escriba, ahora es más fácil que nunca acabar con la cultura que con la especie humana, aunque al paso que vamos, acabará extinguiéndose ella sola.

¡Tú, cacharro frío y puñetero! ¡Tú, has acabado con la esperanza que tenía depositada en el mundo en mis momentos de lucidez!

Mejor será que pague la cuenta y me vaya; el camarero tiene ojos de estar acojonado por verme hablar con mi celular.

¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? ¿QUIÉN ME HA ESCONDIDO LA CARTERA? ¡ME LA HAN ROBADO! ¡AAAHHH! ¡JODER! ¡Oh, espera! No perdamos la calma, ya que puedo saldar mi deuda con una aplicación móvil. ¡Vaya fortuna la mía!

Tecnología, tecnología… ¡NO QUIERO DEPENDER DE TI, PEDAZO DE ZORRA! No quiero venerarte como una diosa doméstica de una religión pagana. No eres una deidad limpia venida de los cielos, ¡eres una pérfida ramera! Te adueñas del alma ajena de quien te toca, de cualquiera. Pero sabes lo que te digo: ¡A mí jamás me engañarás! ¡JA, JA, JA!

Reconozco esa silueta de la puerta, la conozco demasiado bien; estoy borracho, no ciego. Siempre tuve unos gustos peculiares, pero con las mujeres siempre fui afortunado y fui hombre de buen ojo.

La mejor tecnología que se ha podido inventar, ha sido la mujer, mi mujer. Me reafirmo como devoto de mi mujer: con esos labios, esas tetas tan bien puestas, ese culo digno del porno.

A ti no te daré el beneplácito de tener ninguna foto de mi mujer. ¡Búscate tu propia tecnología, ya que tanto sabes de todo lo habido y por haber!

Tiene todo cuanto necesito, hasta trae mi billetera para pagar las consumiciones. Hace estos milagros de vez en cuando, me toma de la mano cual oveja descarriada y me guía por su camino oscuro.

Ya imagino llegar a casa y estar a solas con los labios de mi mujer: es una auténtica máquina cuando se emplea a fondo. Nos preferimos el uno al otro, con nuestras bocas, nuestra arcaica tecnología, pasando de todos esos aparatos tan novedosos de la masturbación porque, como el puntillo que nos damos los mortales, no hay dioses ni máquinas que nos igualen.

Para qué buscar algo fuera, si sabemos que ambos lo tenemos de serie. Si la cosa funciona…

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