El delgado muchacho caminaba rumbo a su escritorio entre tantos otros, separados por un biombo que pretendía dar algo de privacidad. Un papel arrugado golpeó su cabeza, una vez más, como cada mañana, convertido en el blanco de burlas de sus colegas de trabajo. Eso podía tolerarlo, una humillación más no era gran cosa para él. Lo que no podía soportar era el abuso constante de su jefe.
Desde su oficina, el detestable individuo lo llamaba indiferente con solo una seña de dedos.
Sin mirarlo le dijo con frialdad.
―Tráigame un café.
Harlie con las manos sobre su espalda apretó los puños con fuerza.
―¿Quién te crees que soy, maldito bastardo? ¿Acaso tu sirviente?, mueve tu grasiento trasero y sírvete tú mismo… lo pensó, pero no lo dijo.
Solo bajó su mirada como siempre, y fue por el café.
Entró con el vaso de plástico humeante entre sus manos. Su jefe no estaba. Titubeó por un instante, luego lo dejó cerca de la pantalla del ordenador. Giró su cabeza para ver si alguien lo estaba mirando. Su respiración agitada hizo latir con fuerza su corazón, o quizás fue al revés, pensó casi sin darse cuenta.
Se acercó con cautela. La música que se escuchaba con timidez desde el ordenador, era familiar para él…muy familiar.
La pantalla se dejó ver con lentitud a medida que se acercaba, y simplemente se deleitó con lo que estaba viendo: ”Hunter Alfa” un juego virtual descarnado y violento de cacería de todos contra todos, en que el ganador se llevaría un suculento premio que le cambiaría la vida.
―Mmmhhh así que “Nomercy light” es su avatar. En vez de trabajar el maldito codicioso busca ganar el juego. No sabes cómo disfrutaré apagar tu luz…poco a poco― susurró.
No pudo evitar una sonrisa maliciosa que le brotaba de sus mismas entrañas.
Un grito a su espalda lo volvió a la realidad.
― ¿Qué haces acá? acaso has olvidado que no puedes entrar a menos que te lo pida― gritó fuera de sí.
Harlie pareció percibir la saliva que brotaba en cada palabra de esos labios furiosos.
Aunque interiormente sonreía con plenitud, bajó la vista y dijo con docilidad
―Traía el café que me ha pedido.
― ¡Fuera!― solo eso recibió por respuesta.
Antes de cruzar la puerta escuchó la nueva instrucción de su jefe.
―El trabajo que debías entregar el martes, lo necesito en mi escritorio esta tarde― vociferó.
Sin darse la vuelta el muchacho solo dijo.
―Sí señor, como usted diga.
El rostro de Harlie ahora expresó con claridad una satisfactoria sonrisa. Sus pensamientos estaban lejos, muy lejos de esa oficina.
Su venganza se presentaba casual, como si el mismo universo equilibrara la balanza a su favor.
Hoy era viernes, noche de juegos virtuales, y en “Hunter Alfa”… él era un dios.
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