Es bien sabido por un bogotano, que si en la mañana el sol está picante, es una señal de que llovera en la tarde. Hipotesis extraña para un extranjero, ley de oro para un bogotano. Ciudad de montaña, fria, lluviosa, clima agreste y imprevisible. Es de aquellas ciudades donde nadie cree en el pronostico del clima, hasta el noticiero desistio de presentar alguna probabilidad en la mañana, ya que nunca acertaban.

Es una mañana del mes de abril, famoso por sus fuertes aguaceros. Luego de una fuerte helada al amanecer, sale el sol por los cerros orientales, llenando de luz la ciudad aun dormida, dejando al descubierto el rocio mañanero en las rosas del borde de la ventana. Celina se despierta con los primeros rayos, se prepara su tinto y se lo toma en la cocina, sentada frente a la ventana, fumando un cigarrillo. Es su ritual de todos las mañanas, el paisaje en una ciudad así cambia todos los días, a veces se ve todo despejado hasta el borde de la montaña, se logran ver monserrate y guadalupe, y en algunos días hasta se alcanzan a ver los picos de los nevados.

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Nevados-Bogota-1Tres Nevados @JorgeCabralesV desde la zona de la Candelaria, centro de Bogotá

A celina le gusta el tinto cargado, fuerte, se despierta con un sabor en la boca que pide café, esta es su droga. Es la primera palabra que viene a su mente al abrir los ojos. Recuerda cuando era pequeña, su mamá las despertaba a ella y a su hermana, llegaba con la bandeja y los dos tintos, que se tomaban las niñas en medio de bostezos, sentadas aun metidas entre las cobijas. Tinto campesino, endulzado con panela, preparado en estufa de leña, un sabor fuerte y casero. o el tinto de la tarde, horas de juego y sol en compañía de Ramiro, su compañero de pupitre y amor de infancia. Recuerdos que se interrumpen con las imágenes de los guerrilleros llegando a su pueblo, atacando la estación de policía que quedaba a dos cuadras de su casa, como se escuchaban los disparos entre la policía y los de las FARC, durante noches enteras. Como entonces su Papá decidió empacar sus pocas cosas al tercer día de enfrentamientos y llevarse a su esposa y dos niñas a la capital, la ciudad de las oportunidades, la burbuja fuera de la guerra. Eso ya hace más de treinta años.

Aún no se han despertado los niños, le encanta este momento de la mañana, tan silencioso, la ciudad despertando, empiezan los primeros carros a pasar, una ambulancia, ella sola con su tinto y su cigarrillo, algunos copetones que viven en el techo de su casa empiezan a cantar, un trino armonioso y alegre, ella aguza el oído, cierra sus ojos y los escucha, un momento de descanso antes de empezar su maraton diaria. Levantar a sus dos hijos, empujarlos hasta la ducha para que se bañen, mientras les prepara las onces y el almuerzo que deja listo desde la noche anterior. alista el uniforme, planchar camisas y pantalones. Luego algo de desayuno, chocolate y pan, no les entra más a los niños a esa hora. Llevarlos a la escuela distrital del barrio y volver pronta a su casa para arreglarse y salir corriendo para el trabajo, que a veces se demora en llegar pues los trancones bogotanos son épicos, mas para salir de Kennedy, localidad llamada así en homenaje al presidente gringo, zona álgida y densa de la ciudad. Llegar temprano a la estación del transmilenio, lograr subirse a un bus que es una odisea total, entre un multitud desesperada, caos y roces, empujones, toda la masa va andando y finalmente logra colarse en el tercer bus al que intenta subir. Esta vez logró coger silla, disfruta mucho cuando eso sucede, se divierte mirando la ciudad, cada transeúnte con su afán y sus pensamientos.

Su recorrido toma 45 minutos, para llegar a Chapinero, parque de Lourdes. Plazoleta que acoge a todo tipo de personas, vendedores ambulantes de gafas, de zapatos chinos de contrabando, indígenas vendiendo guantes, bufandas y otras cosas tejidas por ellos, vendedores de algodon de azucar caminando eternamente con su nube rosa encima. La iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, de estilo gótico y construida en 1975, emblema del sector de chapinero, lugar concurrido por fieles desde tempranas horas, Celina si llega con tiempo aprovecha para entrar y darse la bendición, orar por cinco minutos y seguir a su trabajo en paz.

Resultado de imagen para lourdes bogotaTrabaja como ayudante de cocina y mesera en un restaurante que vende más de 200 almuerzos o «corrientazos» por dia. Desde las 9 de la mañana empiezan por pelar y cocinar mas de 5 bultos de papa, verduras, arroz, y la proteína del dia. El tráfico de clientes empieza desde las 12:30 y dura hasta las 2. Hora y media de gritos, corredera, enredo de pedidos, calor sofocante de las ollas hirviendo, mezcla de olores y guisos, hasta que pasa la marea y se vuelven todos a sus oficinas. Ese día, empezó a cubrirse el cielo de nubes y en menos de media hora ya estaba cayendo un aguacero torrencial, apocalíptico, como del fin del mundo. Los transeúntes corren a buscar refugio en cualquier local, y el restaurante no fue la excepción, todos buscan una sopa caliente que les caliente del frío capitalino. Se concentran los olores, humedad, vapor de lluvia evaporándose con el calor de la cocina, un ambiente denso que se hace más lúgubre fuera a anochecer.

Hacia las dos y media, sigue lloviendo pero ya bajo el tráfico de comensales. Celina terminando de limpiar las mesas del fondo, cuando entra un hombre, completamente mojado de la cabeza a los pies, escurriendo agua de su traje y corbata. Celina siente la presencia a su espalda, se voltea y se queda mirando fijamente, ojos conectados que se encuentran y ya no se pueden mover, casi ni parpadear. Celina siente una descarga eléctrica por su columna, es Ramiro…




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