Esa mirada

Nunca vi a mi hermana tan preocupada como cuando vio que Leito visitaba a nuestra madre, cuando él estuvo en nuestra casa, nunca la vi tan intranquila, tan inquieta a pesar de que siempre es muy calmada. Leito siempre ha sido muy apuesto, muy varonil y mi hermana ha estado siempre engatusada con esos encantos tan suyos, a veces pienso que demasiado. Este muchacho tan hermoso y tan arrogante no tenía ni idea de nuestra existencia, aunque somos de la misma edad diferimos en gustos.

No pensé que fuera de esos que le gustaba este tipo de cosas, nunca pensé que lo fuera a ver por acá, y nunca pensé que le pasaran cosas como las que le pasaron. El día que Leito estuvo en casa con mamá, lo que quería con ahínco era una consulta, tal vez una sanación pues si mi hermana estaba prácticamente en shock con la aparición de Leo en nuestra casa, él estaba muy decaído, con la piel pálida y ojeras de esas que solo indican que no ha dormido en varios días; con ansias sino desesperación de que mi madre lo ayudara.

En el momento en el que los dos, mi madre y Leo entraron al consultorio, Cata se puso alerta y con bastante rapidez se lanzó justo al otro lado de la puerta que separa nuestra presencia de la de ellos, “¿No vas a venir hermana? Hay que saber qué le dice ese bomboncito a mamá”. Aj!, odio ser arrastrada por mi hermana, pero confieso que también tuve curiosidad.

“Leito, mi niño, ¿Qué cosas tan horribles te pueden pasar para que vengas con esta impaciencia?” Le dijo mi madre con preocupada intriga. “señora, sé que usted es sanadora, que cura problemas que generalmente no los cura la verdad. Verá, desde hace varios días, no me he sentido solo, siento que me observan constantemente, en mi habitación siempre hay alguien, aunque no sé dónde. En las noches, siento a alguien en mi tejado, con pasos muy pesados, ningún animal podría caminar de esa manera tan erecta. Pero todo se hizo más raro e inconcluso hace tres días…”

“Bajj, es solo el típico caso de acoso Nata, nada hay interesante en estos casos tan comunes hermana, vamos a otro lugar” me dice Catana con especial repelencia mientras se levanta y se aleja de la puerta. “No, quiero oír el final, tú ve, después te alcanzo” le digo descuidadamente en el momento en que me puse más cómoda para oír mejor su historia y calamidad. “Cómo quieras”.

“… estando casi dormido en la tranquilidad de mi habitación, aún no llegaba a mi sueño pleno, sentía el cansancio de mi día, pero había una zozobra que no me dejaba dormir del todo. En un momento incomprendido, la noche se hizo casi imperceptible, con un ambiente tenso y denso. Estando en duermevela, me encontraba inmerso en mi propio pensamiento, como si estuviera soñando, como si me estuviera viendo, como si estuviera viendo que me estoy viendo. Vi cómo ocurrió todo a mí alrededor, realmente no estoy seguro si fue producto de mi imaginación, pero es que todo fue tan real. Sueño que estoy durmiendo, sueño que estoy medio despierto, no me puedo mover, tengo cada músculo de mi cuerpo paralizado, pero me veo ahí acostado, a mi lado: yo mismo… y al pie de mi cama una muchacha de piel bronceada y ojos penetrantes, nunca voy a olvidar esa mirada…”

“¡¿qué haces aquí!?” interrumpió mi madre el discurso de Leo, cuando abría la puerta dejándome al descubierto con el muchacho. Lo único que se me ocurrió fue salir corriendo, sabía que después mi madre iba a pedirme una explicación clara, mientras tanto solo era pensar en una coherente. Cuando entré a la habitación Catana, tras de mí, cierra abruptamente la puerta, “mira” me dice y saca el libro que tanto nos prohibió mamá. “… no te preocupes Natalia, llevo mucho tiempo leyéndolo, no es peligroso como pensaba mamá, además si ella lo lee no veo por qué yo no pueda, he descubierto cosas interesantísimas sobre el poder de la mente y las plantas… ”

Al cabo de unas horas Leo salió un poco alivianado del consultorio, la matriarca le recomendó un frasco con gotas de ajenjo y ruda y Leito se fue con una nueva esperanza. Mi madre, como buena madre, me regañó por chismosa; castigo, nada de calle, como si fuera callejera, como si me importara el exterior teniendo toda la casa como biblioteca, como si ella no lo supiera; en Miranda no pasa nada, y no soy cómo la mayoría de acá que solo espera el sábado para buscar con qué perder la conciencia y la razón.

Esa noche hubo una hermosa luna roja alumbrando todo el pueblo, yo la veía desde mi habitación, con molestias en mi estómago que tenía desde hace días. “hoy es un día especial, ¿sabes qué día es hoy?, es nuestro día; Hoy es dragón magnético rojo, tenemos nuestras ideas cargadas de energía, muchas cosas pueden ser posibles…” “Catana, no te dejes influenciar tanto por mamá, ella misma lo dice no quiere que seamos como ella, es hermosa, pero hay cosas más interesantes que el misterio: la ciencia por ejemplo, explica muchas cosas” “claro que sí hermanita…”.

Me desperté súbitamente en medio de la noche por causa de unos dolores fuertes en mi vientre, nunca me habían pasado estás cosas y nunca me había sentido tan avergonzada, salí de la humedad de mis sabanas y noté que Cata no estaba en su cama, sospeché que tal vez estuviera en el baño, así que me dirigí al que queda en el cuarto de mi madre. Cuando entré en la habitación, estaba arrodillada frente a esas figuras, alegorías de personajes que en un pasado hicieron tanto bien al mundo, recitando versos en otros idiomas, con otros acentos con especial fuerza, con humo de tabaco… acabado el ritual, me explicó que es normal ese tipo de cambios a esta edad, que es solo el comienzo. Con calma, y entendiendo mi situación vuelvo a mi habitación esperando un sueño que me reconforte. Mi hermana está en su cama, intacta, como si nunca se hubiera movido de ahí.

Tres días pasaron entre la curiosidad de mi hermana por ese libro, mis múltiples estados de ánimo, y las noches de corta ausencia de ella. Leito nuevamente apareció para consulta con mi madre, como es costumbre para una sesión de seguimiento, esta vez Leito está prácticamente irreconocible, con la mirada perdida, físicamente envilecido, con más ansias que antes. Lo más curioso es que mi hermana, que no perdía tiempo para contemplarlo, desapareció en el momento.

El problema de Leo era simple, y mi madre podía ayudarlo: Leito tenía una obsesión por saber quién o qué lo estaba acosando, y la matriarca sabía que podía hacer que ese algo o alguien dejara de molestarlo, solo con unos baños de sal y vinagre y algunos rezos y penitencias. Ya había deducido eso, con el dialogo anterior, es lo más típico de mi pueblo: Alguna chica se enamora del chico lindo y hace hasta lo imposible para tenerlo.

“Listo Leito, así quedamos por hoy, tienes que tomar y hacer todo lo que te digo con juicio, ¡Cata, tráeme el jabón virgen de Guadalupe!” En el momento en que Catana se acercó a Leo este la miró fijamente por unos largos segundos, en ese instante pareció como si los problemas de Leo se hubieran resuelto. “No me engañas, reconozco esa mirada única y penetrante, reconozco tu piel, reconozco tu aroma a hierbas, ¡Sé que eres tú!”.

* * *

Etiquetas: cuento fantasía relato

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS