Parece tan sencillo viajar un domingo a mi casa natal y compartir esas siestas difíciles de verano. Poder arrancarle a la vida un domingo más con mi padre escuchando fútbol en la radio, con mi mamá doblando ropa incansablemente y mi hermano y yo jugando a las cartas, mientras esperamos ansiosos la deliciosa y dulce merienda antes de salir a la vereda a jugar.Sería tan fácil hacer ese viaje, pero aún la máquina del tiempo no me da esa alegría.

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