Segundos antes de nacer decidí quedarme en aquel lugar tan cálido que había sido mi casa. Se estaba bien allí, todo era tan familiar, tan fácil. Fuera sólo se oian gritos, llantos, órdenes. Me dio miedo y pensé que lo mejor sería volver atrás, pero con las prisas de recuperar mi territorio, me hice un lío con el cordón y comprendí que el retorno era imposible. Una fuerza excesiva me empujó hacia la salida, la presión en el cuello me ahogaba, pero superado el primer obstáculo empecé el viaje.
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