La Corte Suprema de Esperia estaba sin lugar a dudas diseñada para intimidar y generar temor en las personas obligadas a cruzar sus enormes puertas batientes de acero. Una descomunal escalinata de mármol blanco conduce a una formación de columnas que flanquean el acceso al edificio; elementos de la arquitectura más clásica que no deben distraer del sobrio y frío aspecto pétreo del resto de la construcción. Si no la observamos desde el ángulo de la puerta, sólo parecerá un inmenso bloque gris que podría simular ser granito desde la distancia, pero una vez cerca, uno es consciente de que la piedra se ha oscurecido por el transcurso del tiempo y por la polución de los miles de vehículos que atraviesan la ciudad a diario. La fachada jamás se ha intentado restaurar. En su conjunto da la impresión de que el edificio quisiera decirte: soy antiguo, inflexible y desprovisto de emociones. Es decir, soy justicia.

Mientras me apresuraba a subir los escalones, sosteniendo en una mano mi inseparable maletín y en la otra el expediente del caso, paré un segundo para asegurarme de que la corbata y el resto del traje seguían ofreciendo una imagen impecable. Para un abogado, corrijo; para el mejor abogado de Esperia, estar bien no es suficiente, hay que rozar la perfección. Tu aspecto dice mucho sobre ti, y la diferencia entre una condena y una absolución puede ser una barba mal afeitada.

Una vez en la cúspide de las escaleras me dirigí hacía los funcionarios de las puertas, los miembros del mundo de la justicia conocemos a estos hombres como los Guías. Tienen un trabajo difícil y peligroso, conducen a los abogados, a los acusados y al resto del personal que conforma al aparato de justicia a través de los pasillos del edificio. Una reminiscencia histórica hace que tengan que existir estos personajes. La justicia en Esperia ha sido siempre muy hermética y en ciertos sentidos lo seguirá siendo. El que acude a un pleito adquiere un poder, la información. Si accedes al juicio por la custodia de los hijos de tu vecino es probable que puedas saber más de él en una sola tarde que en años de conversaciones. Una persona sólo muestra su verdadera naturaleza en situaciones de emoción extrema y la justicia siempre lo es. Por eso se decidió que todos los juicios se celebraran a puerta cerrada. Esto sucedió en aquella época en la que las personas empezaron a importar poco, pues eran numerosas, y las cosas comenzaron a importar mucho, pues los recursos eran escasos. La ley de la oferta y la demanda llevada a sus más extremas consecuencias. La gente valía lo que pudiera poseer y el conocimiento es prácticamente invaluable. Es por ello que a pesar de la prohibición de acudir a las vistas y audiencias, muchos se colaban en los palacios de justicia para poder, como fuera necesario, obtener información privilegiada; y claro la situación se hizo tan insostenible que acabó por instaurarse la «Sangría» y con ella la noble profesión del Guía de juzgado.

Miré de reojo a mis ayudantes, siempre me ha puesto nervioso la «Sangría», un error del Guía puede hacerte perder la vida a ti o a uno de ellos. No es frecuente que ocurra, pero es cierto que alguna vez ha sucedido. Dave estaba distraído, siempre tenía la cabeza en otro lugar. El Comprometido (le conocemos así porque lleva cinco años retrasando su boda) se encontraba visiblemente nervioso. Aún hoy sigue sin gustarle la «Sangría», pero no deja este empleo porque tiene una familia que mantener. Por último, Porpora, parecía tan tranquilo, silencioso y analítico como siempre. En muchas ocasiones me han preguntado: «¿Por qué unos ayudantes legos en derecho?» A lo que yo siempre sonrío y contesto: «Soy el mejor abogado de Esperia. Mi índice de éxito es del 98% según el escalafón. Necesito que mis ayudantes tengan otras habilidades que yo no posea». Quién me hace esa pregunta suele ser mediocre. No conoce este negocio como yo.

— Su identificación y la de sus acompañantes señor.

Siempre la misma frase, el mismo saludo. La justicia es ritual.

— Soy Germán y voy a ser su Asesor de Acceso a la Corte. Síganme por favor y no hagan nada que yo no les indique que hagan.

Ahora viene todo el protocolo de información, ¡Dios me lo sé de memoria! Por ley siempre te lo repiten antes de entrar en el edificio: Por favor camine a una distancia de veinte metros del Asesor de Acceso. No le hable mientras dure el trayecto. Manténganse en silencio. Una distracción puede costar la vida de alguna persona. Si se siguen las instrucciones al pie de la letra no debe haber ningún problema de acceso y todas esas mierdas.

Una vez dentro de la sala principal de la Corte Suprema de Justicia, el edificio pasa a parecer una catedral. La idea es la misma, recargar la decoración para sobrecoger e impresionar. Los pasillos están repletos de figuras y obras de arte, todas amenazantes. El miedo del culpable es la mayor herramienta del juez para obtener la verdad, y estos pasillos ponen nerviosos incluso a los inocentes, imaginaos como debe de sentirse alguien que se sabe merecedor de castigo.

La «Sangría» había comenzado. Institucionalmente a este peligroso paseo se lo conoce como la Vía Justa, pero todos sabemos que esto poco tiene que ver con la justicia. Largos pasillos cargados de trampas, igual una estatua te arroja fuego, que caes en un foso de estacas. Bueno esto son suposiciones mías basándome en el cine y las series de televisión, en realidad la naturaleza de las trampas se mantiene en el más estricto secreto. Lo único que se conoce acerca de ellas es que existen y que si no se siguen las instrucciones del Asesor de Acceso se puede morir. Ha ocurrido y seguro que volverá a pasar. No obstante, es el precio por mantener la más completa y estricta confidencialidad de lo que acontece en la Sala.

Tras media hora de lento avance siguiendo las instrucciones del Guía, alcanzamos nuestro destino, el hemiciclo escalonado bajo la gran bóveda que constituye la sala más importante de la justicia de Esperia, la Sala de lo Penal de la Corte Suprema. Una vez más me había asegurado de ser el primero en llegar, soy el mayor profesional en esto y un juicio es cómo representar una obra de teatro, tienes que asegurarte de que la escenografía se encuentra bien dispuesta. Mi silla, no estaba en el lugar correcto, la moví varios centímetros a la izquierda, desde esa posición conseguiría una mejor acústica al hablar, es algo casi imperceptible, pero si tienes que forzar menos la voz das mayor sensación de tranquilidad, y si pareces más calmado, será porque tu cliente es inocente, tienes menos que demostrar. Este tipo de detalles se almacenan en el subconsciente del jurado y del juez, y si vas sumando pequeñas cosas acabas haciendo algo grande. El asiento de mi cliente también estaba mal, son ocho centímetros a la derecha y ligeramente inclinada la silla para que el jurado vea bien el rostro del acusado. Es importante que empaticen con ella, que vean su tristeza y que duden acerca su culpabilidad. Algo que los medios de comunicación no han llegado siquiera a plantearse. Malditas sanguijuelas.

Tomé asiento, indiqué a mis ayudantes donde debían colocarse y comencé a revisar una vez más el expediente. Antes de un juicio llegas a un punto en el que conoces de memoria lo que hay escrito en esos papeles, pero siempre te cabe la duda, ¿y si durante la función olvido un detalle importante? Es como el último repaso antes de un examen,puede significar la diferencia entre el suspenso y el aprobado, solo que aquí no hay recuperación y la vida de una persona depende de tu memoria.

Nunca me gustó este caso, yo no lo quería, pero según la Ley 7/2154 de Igualdad de Oportunidades en Defensa , los abogados no se eligen, se sortean. Así, el más pobre tiene derecho al abogado más prestigioso y el más rico puede ser defendido por el que acaba de terminar los estudios, no se hacen diferencias. Me parece justo. La justicia es caprichosa y voluble, ¿por qué no dejar que influya el azar en tu defensa? O quizás el destino para los más creyentes. En esta ocasión el azar fue caprichoso, pero conmigo, no con mi cliente. Ella iba a tener al mejor abogado de Esperia y yo tenía el caso más problemático de defender de mi carrera, no solo a nivel de complejidad técnica, si no también a nivel personal. Iba a forzar los límites de mi moralidad y yo lo sabía. Aún así debía transigir. Mi trabajo es la defensa y aunque ella no me gustaba, estaba dispuesto a hacerlo lo mejor que sabía.

La Sala comenzaba a estar llena de gente. El jurado, los profesionales del derecho y los estudiantes, que son los únicos no licenciados además de los testigos, el acusado y el acusador que pueden acudir a presenciar las sesiones del tribunal. Al fin llegó el ilustre magistrado Anderson, presidente de la Corte Suprema de Esperia. y los otros seis magistrados que la componen. Anderson hizo pasar a la única persona que quedaba por entrar en la Sala, Sarah Klein, la acusada.

Pude verla por primera vez en persona y no desde la televisión. Una niña normal y corriente, apenas de un metro veinte, con un rostro de inteligencia y suficiencia impropio para su edad. Pero por todo lo demás, forma de vestir, peinado, mirada de curiosidad, parecía una chica de lo más común. Mientras mi defendida se acercaba a su asiento junto al mío, no podía dejar de plantearme todo lo que había estudiado sobre el caso. Nadie es culpable hasta que el juez lo decide así, sin embargo es imposible no hacer un juicio de valor, las pruebas eran demasiado claras. ¿Qué lleva a una chica de doce años a asesinar a otra persona?

— Tome asiento, acusada — Dijo el magistrado con voz grave — Podemos comenzar con el juicio.

— Lo siento señor juez pero … — Era Sarah. Increíble, ¡esa maldita niña estaba hablando sin consultarme! — Me gustaría renunciar a mi defensa.

No podía creer lo que estaba oyendo. A esa zumbada le había bendecido el sorteo con el mejor abogado de Esperia y estaba renunciando a mí y a mi jodido 98% de índice de éxito. Me estaba dejando en ridículo, iba a ser el hazme reír del Colegio de Abogados.

— Señorita Klein, renunciar a la defensa es un derecho de todo ciudadano de Esperia. No obstante los cargos que se le imputan son muy graves. Quiero que entienda que si renuncia a su abogado va a encontrarse en una situación de desventaja muy grande con respecto a la acusación — Le advirtió el magistrado como era su deber.

— Señoría me gustaría hablar un momento con mi cliente — Tenía que convencerla de alguna manera.

— Escúchame chica, no eres consciente de la suerte que tienes. Soy el único que a pesar de la opinión popular puede hacer que no te condenen. Soy tu única oportunidad y tú sin embargo quieres renunciar a mí — Le susurré al oído intentando no parecer preocupado.

— Lo siento señor Fedro, pero estoy segura de que puedo representarme yo sola. No intente convencerme, lo único que logrará es ponerse en evidencia.

Esto era lo último que estaba dispuesto a soportar, esa pequeña asesina y su aire de sabelotodo me estaban dejando en ridículo en mi propio mundo. Los tribunales son una selva y yo soy su rey, pero una pequeña chimpancé me estaba mandando de vuelta a casa. Y lo peor de todo es que si discutía con ella, quedaría aún más en entredicho.

Me levanté con toda la suficiencia que me caracteriza, recogí mis papeles y me dispuse a irme sin mediar palabra con nadie. Al darme la vuelta para abandonar la Sala, me sentía tan frustrado que sin querer fui a darme de bruces con un estúpido estudiante que no encontraba su asiento y que además llegaba tarde. Para que puedan comprenderme en aquel momento tienen que entender que mi orgullo estaba siendo atacado, un orgullo que había construido durante años y que me hace ser una roca en la tempestad. No obstante, ahora era golpeado por el azar de la forma más ridícula posible y mi reacción ante ese incidente fue claramente desproporcionada. Agarré al estudiante por las solapas de su ridícula camisa y lo arrojé al suelo mientras le decía: «Apártese de mi camino, maldito imbécil».

— Espere señor Farias.

Era ella. ¿Qué querría ahora ese maldito demonio de chica? Me giré y la miré de la forma más altiva posible.

— Veo que tiene carácter, quizás me sea útil.

«¿Cómo que útil?» Pensé. Esta niña no puede reírse así de mí. No obstante mi prestigio estaba en juego, por lo que sin mediar palabra, volví a tomar asiento mientras el desconcertado estudiante ya se había repuesto y encontrado el suyo.

— Si sus diferencias han concluido, podemos dar por comenzada la vista.

Empezamos genial, la actitud de esta cría nos ha costado una pequeña reprimenda del juez, ya está predispuesto a que no le guste nuestra intervención. Maldito sea el sorteo. Hoy es uno de esos días en los que me gustaría que esta profesión fuera como en el pasado, el abogado decidía si aceptaba o no llevar el caso. Pero lamentarse no sirve de nada, lo único que funciona es mutar y adaptarse a las circunstancias.

— Como es costumbre, en primer lugar leeremos el expediente del caso y después podrán intervenir por este orden: Primero la acusación particular, después el fiscal y por último la defensa — Repasó el juez las normas del proceso.

El secretario comenzó con la lectura del expediente de hechos probados. Yo llevaba todo el día con él en la mano, normalmente lo leo al mismo tiempo e intento poner en orden mi intervención, pero en esta ocasión me encontraba completamente distraído. La experiencia pasada hace un par de minutos me hacía no poder dejar de mirar a la chica y plantearme qué tenía en mente. ¿Por qué este número? ¿Era simplemente idiota o realmente tenía un astuto plan para salir impune? Quizás los remordimientos le podían y no quería ser declarada inocente. Era posible que planeara ser condenada y por eso renunció a su defensa. Al ver mi actitud temperamental y falta de compostura, imaginó que no soy un gran abogado y que conmigo o sin mí sería igualmente declarada culpable. Estos pensamientos me dejaron aterrado durante unos momentos. Un cliente que desea ser condenado es un mal asunto, no importa lo que hagas como abogado, probablemente pierdas.Mi índice de victorias estaba en juego. Era el primero del escalafón, no iba a permitir que una cría arruinara eso.

Una vez terminados de leer los hechos probados, la acusación tomó la palabra y con ello llegó la hora de interrogar a los testigos. Y al primero que llamaron a declarar fue al señor Sullivan. ¡Increíble! La acusación llamaba a testificar a su mejor baza en primer lugar, esto era absolutamente inaudito.

El desarrollo de un juicio es como un combate de boxeo, primero se tantea al rival y se le va golpeando poco a poco. Si consigues ir convenciendo con las pruebas menos claras, cuando llegue el golpe final derribarás seguro a tu oponente. Empezar con el testigo estrella es dar tu mejor golpe al principio y luego dar palos de ciego que pueden sembrar la duda en lo que has cimentado para comenzar, mala estrategia, incomprensible en aquél momento para mí. Odio cuando las cosas se me escapan, soy un adicto del control, mis planes están pensados al milímetro y ese día todo iba de mal en peor.

— Señoría solicito un breve descanso, la defensa debe reordenar su argumentación.

— Señor Fedro acabamos de comenzar, le recuerdo que si solicita ahora el descanso legalmente conferido ya no podrá pedirlo más adelante.

— Lo entiendo señoría y quiero solicitarlo de todos modos.

— Está bien señor Farias, este tribunal acepta su petición de tiempo y le concede diez minutos.

— ¿Qué estás haciendo? — Preguntó Sarah visiblemente molesta.

— Mira niña, la acusación acaba de cometer un error que no cometería ni un matriculado de primero de derecho, aquí sucede algo extraño y necesito pensar.

Sarah pareció no estar muy contenta con la situación, pero no dijo nada más.

— Señor Porpora, creo que es hora de hacer una visita al baño.

SINOPSIS

En un futuro distópico Fedro Farias es el mejor abogado de la nación de Esperia, reconocido por tener un índice de éxito del 98% a la hora representar a sus clientes. Sin embargo, todo su prestigio se verá amenazado cuando se encuentre obligado a defender a Sarah Klein, una niña de doce años acusada de asesinato. Toda una vorágine de extraños sucesos hará que el abogado se vea inmerso en una investigación que forzará todos sus límites para poder salvar su vida, y tal vez también su carrera, en un asunto que es mucho más de lo que parece en un principio.

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