El reino de los lagos.

Sinopsis.

El reino de los lagos esconde un misterio que va más allá de nuestra comprensión. Las tres primas se ven reflejadas en el devenir de muchos niños y niñas. Donde un mundo paralelo y de fantasía les persigue.Cada una de ellas tendrá que lidiar con sus propios miedos y fantasmas, los que muchas veces son los que no nos dejan avanzar como quisiéramos.El reino de los lagos donde la realidad y la fantasía se entremezclan.Donde cada uno de sus personajes tendrán que luchar en pos del otro y de su comunidad. Allí se conocerá como la naturaleza a veces pareciera que conspira en contra nuestra.¿Quién dijo que la vida sería fácil? pues ni aun los niños se libran de tener que enfrentar sus propios luchas y perplejidades presentes y futuras. Nadie está libre de un fracaso o de una batalla perdida. La ganancia muchas veces no está en ser los ganadores, también tenemos que aprender a ser perdedores. Pues a veces en nuestros fracasos esta la ganancia.Tanto Emely, Ema y Elena tendrán que aprender que no todo es color de rosa, también las lágrimas, el egoísmo, y la revalidad son fundamentales para ser verdaderas primas. Nadie está libre de tener que lidiar con un enemigo, de esos que nos harán ver que la vida también tiene su lado oscuro. Algo pasara en el reino de los lagos que afectara el futuro de las primas. Nuestros peores enemigos muchas veces no están lejos ni fuera de nuestro circulo. Están más cerca de lo que nos imaginamos. El amor, el odio, las sospechas y la traición serán el hilo que conducirá a las tres primas a lo largo de esta historia. ¿Y tú, qué papel estás jugando en cada línea de este relato? ¿Serás cómplice o villano?…

Las tres primas y el felino.

Emily de doce años se descolgó del árbol sin dificultad.Las hojas caían sobres sus hombros como si fueran gotas de aguas.En sus manos llevaba un cuaderno de hojas blancas y en su mente un torbellino de imágenes difusas; estas marchaban sin dificultad entre sus pensamientos. Ella sabía que tenía que escribir o dibujar cada idea e imagen que alimentara su mente, y que le atormentaban de noche en sus sueños, y de día en sus cavilaciones, pero no hallaba como comenzar, todo era nuevo para ella, como la nueva casa azul, cerca del lago y del bosque, y casi a los pies de las montañas. Camino sin dificultad por el sendero que le conducía a su casa; sabía que su madre le esperaba con un rico plato de lentejas; humeantes y sabrosas. Siguió caminando por el pequeño bosque, diferentes tipo de vegetación se esparcían por el camino, arboles de gran altura le miraban silenciosos meciéndose a medida que avanzaba, como saludándole. Tan solo le quedaban pocos metros para llegar y el aroma a lentejas se podía oler a esa distancia. Los jardines con verdes pasto le daban al lugar una apariencia especial. Las casas multicolores, y bellamente arregladas daban la impresión de que eran de otras épocas, y de otros lugares.

Cuando llego al pequeño puente de envejecidas madera y sogas colgantes se detuvo de improviso; del otro lado estaba Elena, su prima de once años. Esta le miro con recelo, tan solo para criticar su actitud. En su mano llevaba una pequeña muñeca sin una de sus piernas y en la otra mano un cuaderno, algo envejecido. Esta le miro con sus ojos grandes y negros, como una noche sin luna, su pelo negro azabache jugueteaba al viento libremente. Ambas se quedaron mirando sin pestañear, Emily conocía el temperamento de su prima, por lo cual temió lo que pudiera pasar. Pero trato de no demostrarle miedo, y mientras avanzaba le miraba fijamente moviendo su cuaderno de un lugar a otro.

—Prima, creo que me has mentido otra vez—le gritaba Ema, mientras blandía su cuaderno y su muñeca.

—No te eh mentido—le respondió Emily algo nerviosa, por la actitud de su prima.

Ema era un año menor que su prima Emily, pero era algo más grande físicamente que las demás niñas de su edad, por lo cual intimidaba a cualquiera que osara interponerse en su camino, en cambio Emily era más baja y menudita que otras niñas de su edad. Pero las dos se llevaban muy bien, pues los padres de ambas se conocían antes que ellas nacieran, y además sus madres eran primas también.

—Bueno prima, disculpa mi actitud—le abrazo y le condujo en dirección de su casa. Ema no dijo nada, solo abrazo a su prima, y siguieron el estrecho sendero a la casa de Emily.

—Huy que rico aroma sale de tu casa, creo que te esperan con unas ricas lentejas—le dijo Ema con la cara llena de felicidad. Claro que a ella no le gustaban las lentejas como a su prima.

Cuando llegaron a la casa les salió a abrir la puerta su otra prima, Elena, de diez años. Las tres primas se abrazaron mientras reían felices. La mamá de Emily terminaba de hablar con su hermana y con su prima. Pidiéndoles permiso para que las niñas se quedaran el fin de semana allí. Mientras las primas escuchaban, y cruzaban los dedos para que les dieran permiso La tarde estaba cayendo y ya se podían ver algunas estrellas solitarias que colgaban en el firmamento, los últimos rayos de sol asomaban entre los visillos de la casa. La once estaba lista para que las tres primas se sentaran, para luego irse a acostar pues tendrían muchas cosas que hacer al siguiente día. El permiso ya estaba dado para ellas…

Muy lejos de allí en un valle desconocido y lejano se estaban produciendo una serie de cosas extrañas, los lagos se estaban secando año a año, los árboles se estaban marchitando por la falta de lluvias, además en los picos de las montañas se apreciaba muy poca nieve, que también tenía preocupado a la comunidad. Nadie se explicaba que era lo que estaba sucediendo. El primer consejero de la alcaldía (Primer, era el nombre que le asignaban a cualquiera que tomaba un puesto en el gobierno. Su nombre desaparecía de los registros para llamarse desde ese momento en adelante “Primer alcalde o Primer ministro, etc, etc, etc), estaba esperando la llegada del primer alcalde para mostrarle lo que estaba pasando en el curso del rió madre. Los cuatro pueblos estaban en las orillas de este lecho del gran rió madre, como le llamaban, claro que cada uno tenía nombre de los cuatro puntos cardinales de la tierra, nadie sabe el porqué de eso…

—Señor primer alcalde desde más de tres horas que lo esperamos— le reclamo el primer consejero.

—Sí, lo sé— le respondió en tono suave pero firme el alcalde.

—Mire, mire lo que está pasando en el rio madre del Norte— le grito el consejero, apuntando al rio.

—Hummm, que raro, no cree— musito el alcalde.

— ¿Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, muy raro, y que va a hacer señor primer alcalde?— pregunto con cara de,“usted es el alcalde, y el primero”.

El primer alcalde se sacó su chaquetón de lana gruesa de oveja, lo tiro al sillón,pero cayó al suelo. Camino alrededor de su escritorio, se sacó su sombrero de copa, lo tiro al perchero, pero cayó al suelo; mientras daba vueltas y vueltas se sacaba la corbata y la tiraba al escritorio, pero caía al suelo. Mientras el consejero corría tras de él recogiendo las cosas y tirándolas al sillón, pero caían tras de este. Pero lo más curioso era que el escritorio estaba en medio de la oficina gigante. El primer alcalde saco su pipa característica; que solo usaba cuando no sabía qué hacer (aunque él no fumaba), el primer consejero al darse cuenta de esta situación saco una pequeña libreta y su pluma especial y comenzó a escribir sin que le dijeran nada. Poco a poco comenzaron a llegar los demás segundos consejeros, en total mil. Al ver que el primer alcalde estaba con su pipa regalona, y el primer consejero son su libreta y pluma la desesperación cundió en el lugar. Cada uno de ellos se sentó donde pudo, atentos a las palabras tanto del primer alcalde, como del primer consejero. El trabajo de ellos no era solamente aconsejar, también tenían que asesorar, dirigir, y planificar cada cosa en la alcaldía en bien de la comunidad, y además ordenar el desorden que iban dejando donde quiera que estuvieran el primer alcalde como el primer consejero. esto les causaba muchos dolores de cabeza a cada uno de ellos…

Por otro lado las tres primas habían almorzado y estaban sentadas en la casa del árbol que los padres de las tres les construyeran en la casa de Emely. Allí se sentaron en el piso, Emely era la más desordenada y hábil con sus manos, Ema la más seria y osada, y Elena por ser la más pequeña era un poco tímida pero locuaz para hablar. En fin las tres se complementaban muy bien en cada cosa que emprendían, fuera fácil o difícil. Estaban en lo mejor comiendo un rico tutti frutty, cuando de una parte del bosque asomo un animalito que nunca habían visto. Las tres primas se quedaron mirando algo atemorizadas, luego dejaron su postre favorito y se pusieron de pie. El animalito camino tímidamente entre los arbustos, luego se detuvo como intuyendo que le estaban mirando. Allí, frente a ellas había una especie de gato, Ema saco su celular y rápidamente saco una foto del gato. Luego al tratar de bajar para ir tras él este se esfumo como había llegado. Las tres niñas bajaron y con la foto buscaron en Internet al desconocido animal. Al cabo de una media hora lograron dar con la especie. A medida que leían los ojos de las tres niñas se habría más y más. Era una especie excluida de la flora y fauna y además desconocido para ellas como para muchos. Y qué animal era, se preguntaban las primas.

Era una Guiña (Nombre científico Oncifelis guigna) La guiña o gato guiña (Oncifelis guigna), cuyo nombre proviene de la palabra mapudungun “huiña” que significa “cambio de morada” por su costumbre errante. Al igual que los otros gatos manchados de Chile, hoy en día a nivel científico también se la denomina Leopardus guigna. Es el felino más pequeño de Sudamérica y uno de los más pequeños del mundo, pesa en promedio de 1,8 a 2,5 kg. Su pelaje es café a café amarillento con pequeñas manchas circulares, que se extienden hasta el vientre. Posee una cola muy corta, relativamente gruesa y provista de anillos más oscuros, que mide casi un cuarto del animal medido desde la nariz a la punta de la cola. En esta especie se pueden encontrar individuos muy oscuros e incluso algunos casi negros (animales que se conocen como melánicos), los que son más frecuentes en la parte sur de su distribución.( extracto sacado de Guiteca)

Emily se levantó y dijo —Creo que tendremos que ver más de cerca que estaba haciendo este gato por estos lados—

—No— fue la respuesta de Elena —Puede ser un animal salvaje y carnívoro— concluyo con firmeza.

—Estoy de acuerdo con mi prima— exclamó Ema.

—Bueno si ustedes no quieren ir iré yo sola— les dijo mientras se ponía de pie y se retiraba a su cuarto a planificar lo que haría al día siguiente…

Entre tanto en las oficinas de la alcaldía un terremoto de declaraciones tenía al alcalde en crisis de pánico. El primer consejero estaba enojado con algunos de los consejeros más jóvenes, mientras los consejeros más viejos apoyaban al alcalde de ir a las montañas a ver el verdadero problema de las aguas; los más jóvenes querían ir al ver los lagos, y los indecisos quería ir a ver los bosques . Estaban discutiendo a viva voz, nadie escuchaba a nadie. Unos gritaban, otros aullaban, y los restantes trataban de callar a los más gritones. En ese instante entro al lugarla esposa del alcalde, al ver que nadie le escuchaba se subió a una silla de un metro de altura, y desde allí se puso a tocar una Alboka tradicional vasca (Wikipedia) los presentes se llevaron sus manos a los oídos, luego se quedaron en silencio. Cada uno de ellos volteo al origen del toque del instrumento. Allí frente a ellos una bella mujer mayor. Ella tocando y moviendo su cuerpo al son de la música.Cuando todo estuvo en silencio ella se cayó y les quedo mirando por un instante, para luego decir.

— ¿Qué está pasando, que hay tanto alboroto? se escucha en toda la cuadra— les grito.

Todos conocían el temperamento de la esposa del alcalde, sabían que pasaba cuando estaba enojada. Ya algunos de los consejeros conocían sus puños y su fuerza. Por otro lado era la primera vez que una mujer osara entrar a la oficina del alcalde, pues estaba velado para ellas entrar. Pero nadie se atrevió a decírselo. Cuando el alcalde y el primer consejero se dieron cuenta que todos estaban en silencio, salieron detrás del sillón, encaminando sus pasos a lugar del ruido del cuerno. Al ver que era la esposa del alcalde se desmayaron los dos. La señora se llamaba Damara (Claro que no le hacía honor a su nombre), bajo tan rápido que no les dio tiempo a los demás que ayudaran a los caídos.

—Silencio— grito—ustedes encárguense del primer consejero y yo de mi gordo feliz— les ordeno.

—SÍ, sí, sí, sí, sí sí, sí, sí, sí — gritaron a coro los mil consejeros.

Justo en el momento que el primer alcalde y el primer consejero se recuperaban ingreso al lugar el felino que atemorizara a las tres primas en el bosque. Todos se dieron cuenta y el pánico se apodero de cada uno de ellos. Retrocedieron rápidamente quedando apretujados en las murallas de la alcaldía. La única que se atrevió a ver por qué la presencia del felino en ese lugar, fue la esposa del primer alcalde. Mientras uno de los consejeros más jóvenes se asomaba al balcón para mirar el lago principal, y a las montañas. Algo llamo su atención, este tironeo la chaqueta del que estaba más próximo a él, y así sucesivamente hasta llegar donde el alcalde. Este les miro con cara de sorpresa y luego retrocedió un poco.

—Qué está pasando primer consejero— pregunto el alcalde.

— No se señor primer alcalde, el toque viene de atrás—le respondió algo nervioso.

Este se sacudió su ropa, y miro a su esposa, ella encogido los hombros, tras ellas aparecieron dos mujeres más jóvenes. Cada una traía una cosa en su mano. Al ver lo que era los más cercanos se desmallaron, los que estaban un poco lejos se pusieron a discutir sobre qué cosas traían, y los que estaban más alejados solo atinaron a mirar y a preguntarse unos a otros sobre lo que traían las mujeres…

Las tres primas se levantaron más temprano que de costumbre, no quisieron bajar al primer piso a tomar desayuno, prefirieron hacerlo en el cuarto de Emely. Estaban nuevamente planificando lo que harían en el bosque para saber más del felino que habían visto. Allí pasaron el resto del desayuno. La mamá de Emely las dejo ir al bosque, con la salvedad que llegara al almuerzo con sus primas a la hora que ella les había dicho. Las tres se fueron felices, claro que no le contaron a su mamá a que irían al bosque. Al llegar, caminaron en dirección del lugar donde habían visto al animal. En vano buscaron alguna huella o pista que les indicara de donde había salido, no teniendo la oportunidad de toparse con tan bello animal nuevamente. Estaban por irse a almorzar cuando escucharon un ruido de ramas al quebrarse al ser pisadas. Las tres se voltearon, y allí,frente a ellas el felino que estaban esperando. Este les miraba con atención y temor. Elena y Ema se pusieron tras Emely. Ella tomo a sus primas con sus manos y las apretó a su cuerpo. Ninguna se movió, el felino tampoco. Ellas se movieron a la derecha, el felino también, el felino se movió a la izquierda, ellas también. El felino avanzo en dirección de las primas, ellas retrocedieron lentamente. Las tres se detuvieron repentinamente y el felino también lo hizo.Ahora ellas avanzaron en dirección del felino, el felino comenzó a retroceder.

─ ¿Bueno se quedaran quietas o qué?─ pregunto el felino.

Las tres primas quedaron con la boca abierta, mientras se sentaban en un tronco, no podían creer que un felino les estuviera hablando. Pensaban que estaban soñando o algo peor. El felino se acercó poco a poco a las niñas, mientras les seguía hablando.

─ ¿Bueno, que tienen que decirme? ─ les pregunto pasándose una de sus uñas filosas por sus dientes. , justo en el momento que uno de ellos brillaba con el reflejo del Sol.

Ema y Elena empujaron a Emily al frente para que ella respondiera al felino. Esta se detuvo donde quedo, volteo su cabeza mirando a sus primas con cara de enojo. Las dos primas encogieron sus hombros y con una mano alzada le indicaron que ella era la más grande de las tres.

─Ho, ho, ho, hola señor felino, ¿Qué quiere que le respondamos?─ le dijo ella tímidamente y atemorizada.

─ ¡ejem, ejem¡ ¡ejem, ejem! ejem, ejem! ─ Carraspeo, y le respondió a Ema, mientras caminaba alrededor de ella ─ Bueno, ustedes me estaban buscando creo yo─

─No es verdad usted señor felino nos buscaba a nosotras ─ le respondió Ema ya un poco más calmada.

El felino al notar como le enfrentaba la pequeña entro en pánico, pues no estaba acostumbrado a que alguien tan pequeño le respondiera de esa forma, y le diera esa mirada que causaba más temor que sus palabras. Elena y Ema al ver la actitud del felino se pudieron de pie y avanzaron en dirección de él.

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