El Gran Jefe de los indios Hidatsa murio y desde entonces sus hijos guías de la tribu y estaban empezando a crearse tensiones muy fuertes.

Los hijos de los jefes empezaron a discutir hasta que uno de los niños empujo al otro y empezaron una pelea revolcándose por el suelo. Los padres salieron de sus tiendas para separar a los niños y se miraron a los ojos pero ninguno de los dos dijo nada.

Así fue como se separaron los Hidatsa y se formaron dos pueblos los Awatixa y los Awaxawi. Un hermano se llevó a su familia y a otras que simpatizaban con él.

El chamán Até se quedó en el poblado, salió de su tipi y comenzó a buscar señales en el cielo, el aire, la hierba… comenzaba una época de desgracias.

Un día empezaron a llegar señales de humo desde los Awaxawi. Dice que la familia del jefe está enferma. Piden consejo de Até.

El chamán preparó un hatillo y se encaminó a la tipi del jefe. Al oir lo que le dijo Até, el mandatario agachó la cabeza, cerró los ojos. Sea así pues.

El anciano comenzó el ascenso. A mitad de camino hubo un desprendimiento, pero él no cayó con las rocas.

El viejo se concentró para entrar en contacto con los dioses. Mandó infusionar unas hierbas. Pasaba las noches en la puerta del tipi entonando casi guturalmente “rezos”.

Una mañana la cara sonriente del niño. Todo había salido bien. La familia se recuperó completamente. Até decidió volver ya. Comenzó el descenso. Pero esta vez el viejo cayó y fue sepultado por las piedras que se desprendían.

Una discusión de niños termino con una tribu dividida en dos y sin chamán. Sin magia estaban indefensos de ataques de los blancos. Y así sucedió.

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