Nos queríamos ¿Cómo no hacerlo?  si nos conocimos en circunstancias adversas, él robándome  mi primer amor insistiendo en besarla frente  a mí, aprovechando que nuestros amigos me sostenían,  violándola por la boca. Lo odié por unos años pero soledad me llevó a quererlo, porque nadie me quería y solo sabía estar solo, la soledad nos marginó a los dos y decidimos marginarnos a la par. 
  Un día Jorge se fue del pueblo.   
   Seguimos en contacto, se había marchado a un lugar extraño una especie de templo, no me gusta hablar del lugar porque cuando lo hago siento liviandad es las piernas junto la sensación de que alguien va a querer sujetarlas, algunas noches me mandaba fotos, dormía en el piso, arriba había unas estatuillas de color oscuros  y muchos instrumentos, un plato con ofrendas comestibles y muchos ojos en aquellas figuras espirituales. Junto a las fotos escribía, siempre sentía algo de miedo.
No aguanté, fui  lleno de escepticismo rozando la falta de respeto como cualquier otro adolescente de quince años.
Dormí con aquellas figuras, soñé con ellas, durmieron a nuestros pies. 
Antes de irme quise ver un  rito, bailaban, gritaban, bebían y de pronto se transformaban,  las personas podían hablar en cualquier lengua, francés, portugués, decían tener doscientos años. Me odiaban sabían que pensaba que eran unos farsantes, sin embargo, sus risas quedaron grabadas en mi mente. 
  Un día un amigo de Jorge murió y le dijo ver a uno de aquellos espíritus antes de irse, Jorge  dijo su nombre y grabé su musicalidad pero no su sonido, en el templo nos dijeron que aquel era la entidad más poderosa de todas, que la veíamos antes de morir y con la que se hablaba cuando pasabas por la puerta del templo, siempre la recuerdo cuando creo que es mi hora, sin embargo, hasta ahora lo veo y no muero. 
   

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