De mierda hasta el cuello

De mierda hasta el cuello

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No le gustaba esperar.

Para Dante, ser de acción e impulsos por naturaleza, estar inmóvil sin hacer nada aguardando acontecimientos se le hacía insoportable. No obstante lejanos quedaban ya aquellos años en que se dejaba llevar por su ira y había aprendido que, carecer de paciencia en determinadas situaciones, sólo podía llevarle a más espera o a nunca conseguir lo que quería, máxime si acabar con esa espera escapaba a su control.

Aquella era una de esas situaciones, si se apresuraba echaría todo al traste, si le veían nervioso sospecharían y curiosearían y fin del juego, lo que le seguiría después sería una caída colina abajo hacia los infiernos, ¿o quizás ya estuviera en ellos? Consciente de eso se contenía de echar inquisitivas y nerviosas miradas al reloj, gesticular en exceso o estar demasiado pendiente de lo que le rodeaba, en su lugar apagó motor y luces y se quedó muy quieto esperando que nadie notara su presencia, aprovechando la sombra que, a la luz de la luna, proyectaba el edificio frente al que había aparcado convenientemente y agradeciendo al ayuntamiento el pésimo mantenimiento del alumbrado municipal ya que sólo una de las diez farolas de aquel tramo de calle estaba en funcionamiento.

No es que aquella calle fuera muy transitada normalmente y menos a las doce de la noche de un martes pero más valía prevenir, si alguien lo veía ahí, sospechaba y llamaba a la policía estaría muy pero que muy jodido.

Aunque lo de llamar a la policía tenía su gracia, habría estado bien ver la cara de sorpresa de sus subalternos al ver que la llamada era para alertar de la presencia de él, todo un subinspector, en una calle poco transitada de Madrid a altas horas de la madrugada. Cuando pensaba en su vida no dejaba de tener una sensación de irrealidad, como si se tratara de una mala serie de televisión, había tenido una carrera meteórica en sus inicios, en poco tiempo había llegado a ser subinspector, tenía al alcance de su mano el puesto de inspector pero, de repente, se estancó. Un día toda su vida se puso patas arriba y ya no supo como seguir avanzando y lo peor es que no sólo no subía sino que parecía caer en picado, quizás su nombre fuera una broma de mal gusto gastada por sus padres que preveían que se hallaría en esta situación. De ser reconocido por todo el cuerpo como uno de los agentes con una de las más prometedoras y fulgurantes carreras a verse en una situación como aquella, en tratos turbios con personas aún más turbias.

Había estado lloviendo no hacía mucho y la calle y el parabrisas de su coche estaban aún empapados así que no le sorprendió oír los pasos acercarse desde atrás de su posición. Esperó tranquilo, sin hacer ninguna señal de haber escuchado nada aunque instintivamente acercó su mano hacia la pistola que llevaba en una cartuchera debajo de su chaqueta, miró por el rabillo del ojo el espejo retrovisor y vislumbró una figura en gabardina acercándose al coche. Al llegar a la altura de Dante la figura abrió la puerta del acompañante, la más cercana a la acera y entró rápidamente.

– Joder Dante como te gustan los lugares sórdidos.

– No diga mi nombre estúpido.

– Vamos, vamos no es usted ni por asomo conocido, un don nadie, un peón más aunque muy eficaz, he de admitirlo, aunque dijera su nombre a nadie le interesaría lo más mínimo.

– Cierto, creo que sería más interesante si dijera el suyo señor…

– Vale, vale lo he entendido, pare. En fin, hablemos de negocios, ¿se ocupó usted de ese asuntillo que le dije?

– Si, no creo que vuelva a tener problemas con ello.

La figura mostró una sonrisa satisfecha.

– Como dije anteriormente muy eficaz, sí señor, muy eficaz.

Acto seguido sacó un sobre de su gabardina y se lo dejó a Dante, este echó un rápido vistazo a su contenido y se mostró conforme, el hombre de la gabardina sonrió de nuevo y se dispuso a salir del coche, antes de cerrar la puerta se dirigió de nuevo a Dante.

– Muy eficaz, si señor, muy eficaz, buenas noches agente.

– Capullo.

Tras esto Dante cogió uno de los muchos billetes del sobre y sacó la cartera para colocarlo dentro, al hacerlo su identificación quedó a la vista con su número de placa y su foto mirándole, al menos eso creyó en ese momento, con gesto de desaprobación y se le puso un mal en el estómago, cerró la cartera de golpe y arrancó el coche encaminándose hacia su bar habitual, ahí siempre tenían el mejor remedio para su condenado estómago y lo servían en vaso “on the rocks” con dos hielos.

SINOPSIS

Dante lleva tiempo tirando de la cadena del retrete en el que ha echado su vida pero ésta se niega a acabar de hundirse.

Su futuro era prometedor pero su carrera se vio frenada por un trágico suceso que le cambió; ahora centra su vida en sobrevivir y hace lo que sea necesario para ello aún cuando no sea todo lo limpio o legal que debiera, los principios no le preocupan tampoco el sentimiento de culpa, para eso hay remedio, bendito whisky.

Pero la aparición de la Guardia Civil con preguntas de un antiguo caso amenaza todas estas certezas que tiene, está al borde del abismo ¿Será este el último empujón que le falte o la cuerda que lo salve?

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