¿Tienes la libreta?
¡¡Eoooooo…!! ¡Te hablo a tí…! Sí, el que está leyendo las letras aquí escritas.
¿La tienes o no?
(silencio)
Piénsalo mientras me lees, que te voy a contar una historia.
Hace muchos años me la contaron y ahora soy yo quien te la quiere transmitir a ti.
Una persona más o menos de tu edad, llegó a un pueblo.
Caminó durante horas bajo un sol encendido. Supuso que ese era el motivo por el cual no se encontró a nadie por la calle.
Sus pies le llevaron hasta un caminito de piedras blancas. Caminó y llegó a un pequeño cementerio.
Quedó asustado cuando leyó la inscripción de la lápida que asomó frente a él. La persona allí enterrada tan sólo tenía once años, dos meses y trece días.
Se llevó la mano al corazón cuando vio que justo la lápida que estaba pegada a ésta, guardaba dentro a una persona más joven aún: dos años, un mes y cuatro días.
Sus lágrimas no pudieron evitar salir… ¡Que triste pueblo, que tragedia habría vivido..!
Entonces, escuchó una voz que le hablaba. Levantó la cabeza y vio a un anciano.
El buen hombre no pudo más que sonreir cuando vio llorar a este chico creyendo que el cementerio estaba plegado de niños y niñas fallecidos, seguro, por causa de una enfermedad.
– No llores, no es lo que imaginas. En este pueblo, cuando nacemos nos regalan una libreta. En ella, apuntamos cada vivencia hermosa, cada momento bonito y su duración. Al morir, en nuestra lápida aparece el tiempo que vivimos, aquel en que fuimos felices.
Y ahora, yo te pregunto: ¿tienes LA LIBRETA?
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