Cómo comienza la historia, con una anciana, demasiado vieja para correr, pero excesivamente lúcida para recordar cada detalle de su vida; y es que siempre fue marcada por la tragedia y sin embargo, jamás se dio por vencida, y hoy tiene un hermoso hogar que comparte con su compañero de muchas puestas de sol, con más de sesenta y cinco años de unión; y todavía los veo desde mi ventana, cuando a las 5pm, se acicalan para sentarse frente a la casa, esperar que lleguen los vecinos, y compartir sus anécdotas hasta que el frío los corre y cada quien se va a casa.
Lo sé todo de ti Mariana, a tus noventa y un años, todavía me cuentas cada parte de tus batallas como si fueran recientes y pareces no haber perdonado, porque puedo escuchar el ruido de las pesadas cadenas que arrastras, y que producen tanto dolor; el rencor que ha madurado tus carnes y no te deja dar abrazos, porque al darlos puedo ver como se quebranta tu rostro soportando las dolencias; y por más que te explican que perdonando y olvidando puedes sanar, eso no te entra en la cabeza, y siempre retumba tu casa con tu peculiar frase.
-Yo soy así y a mi nadie me va a cambiar –
Recuerdo que tu primer relato se remonta a tu infancia, cuando apenas eras una niña, y tenías como juego favorito, acompañar a tu madre hasta el trapiche, mientras ella trabajaba, tu correteabas, peleando con la plaga, persiguiendo mariposas, recogiendo piedritas y cuanta travesura se te ocurría para pasar más tiempo junto a ella. En esta parte, tus ojos brillan de alegría al recordarlo y una hermosa sonrisa se dibuja en tu rostro, pero inmediatamente la borra la nostalgia, y una tristeza inmensa comienza a abrigar tu corazón cuando te remontas al trágico día cuando el vestido de tu madre fue atrapado por el trapiche y te tocó ver en primera fila como era arrastrada por aquella feroz rueda giratoria y no pudiste hacer nada; saliste corriendo para dar aviso a tus tíos, pero cuando llegaron, ya era demasiado tarde, tu mamá había muerto.
Tu familia se encargó de ti, pero,ser huérfana, no te permitió gozar de los privilegios de los hijos de la familia, así que jamás se preocuparon de enviarte a una escuela, y me dijiste, que una vez entrada la adolescencia el esposo de tu tía entraba a tu habitación con ánimos de abusar de ti, pero nunca te encontraba, porque dormías debajo de la cama; fueron muchas noches durmiendo allí, hasta que te casaste y te fuiste.
Ilusionada con tu nueva vida, te dedicaste a cuidar de tu hogar, de atender a tu marido, un joven locutor, que luego ingresó en una academia militar para ser Guardia Nacional. Y como podrías pensar que esto transformaría tu vida; al no estar siempre a tu lado, comenzó a dudar hasta de tu sombra y te celaba incluso del dueño de la Bodega que te surtía de todo lo que hacía falta en casa, para que luego tu esposo cancelará cuando llegaba de la Academia. Un día me contaste que quiso levantarte la mano, y que incluso llegaste a perder a tu primer hijo, por un empujón que él te propinó durante una discusión. Sin embargo, lo amabas y no deseabas que la relación terminara. Muy pronto volviste a quedar embarazada, todo marchaba bien, no había razones para discutir, siempre estabas encerrada, encargada de las cosas de la casa, y una vez que nació tu hijo, él se convirtió en el centro de tu vida.
Este segundo relato realmente me marcó, y fue lo que me condujo tiempo después a querer ayudarte para que cerraras este ciclo; en el fondo he deseado sanar cada una de tus heridas. Me contaste que había enfermado, estabas en una situación bastante crítica, todos pensaban que morirías. Tu esposo, vino, pero no para ir a visitarte, sino para, como un vulgar delincuente aprovecharse de tu estado vulnerable. Así que fue a la casa y guardando en una maleta las pertenencias de tu hijo se lo llevó lejos, para siempre. Al salir del hospital, fuiste a la casa, y tu hermana te dio la terrible noticia, casi te vuelves loca, no hubo lugar donde no fueras a buscarlo, a preguntar por él, tenías dos grandes limitaciones, analfabeta y con muy pocos recursos, sin embargo, llegaste incluso a pagar investigadores privados para dar con él, pero todo fue en vano, y aunque continuaste con tu vida, ese vacío nada lo llenaba.
Volviste con tu familia adoptiva y aquel que te acechaba por las noches, había muerto; estando con ellos, enfermó uno de tus hermanos putativos, le ibas a acompañar al médico que lo iba a chequear, al llegar el médico quedó prendado de tu belleza, esa que aún detrás de tus arrugas conservas intacta, con esos hermosos ojos verdes y esa piel tan blanca y delicada. El médico te dijo que pasaras para hablarte de lo que tenía tu hermano, no había razones para dudar de su integridad como profesional, así que pasaste, y nuevamente estaba siendo vulnerada tu intimidad, ese hombre bajo engaños te dio una droga que te dejó inhabilitada para defenderte, y te hizo suya. Tu hermano a pesar de sentirse mal, sabía que algo había pasado allí, cuando salieron del consultorio ambos se estaban cargando uno al otro. Meses después tu tía observándote te diría:
– ¿Qué te pasa Mariana? ¿Estás embarazada?
Y tú inocente le responderías: – Tía, ¿cómo podría estar embarazada?
Y fue así como llegó tu segundo hijo, una niña hermosa, pero que te sacaría canas de lo tremenda e inventora que era. Me contaste que cuando ella cumplió dos añitos, conociste al que hoy es tu compañero de vida, y me dijiste que fuiste muy clara con él, que o te aceptaba con ella, o no tenía nada que buscar, siempre a la defensiva, siempre tan clara en tus cosas. Lo cierto es que tu pequeña se comenzó a hacer adolescente y tu esposo hacia doble jornada laboral, por lo que te tocó sola el cuidado de tus hijos, sí, porque con él tuviste seis más, y serían entonces cuatro varones y tres mujercitas. Pero, esto se basa en la rebelde sin causa, ella se fugaba del colegio para ir a jugar con las amigas, le encantaban las fiestas, tenía un espíritu aventurero. Y tu tercer relato llegó justo con ella; porque deseabas protegerla de la maldad de la gente, querías que a diferencia de ti estudiara, y la inscribiste en el mejor colegio de la ciudad. Pero ella no entendía de razones, ella ansiaba disfrutar de su juventud. Así que una tarde la fueron a buscar las amigas, y tu saliste para decirles que ella estaba dormida, pero, al girarte, allí estaba ella detrás de ti, lista para salir, le recomendaste sobre lo sitios por donde no era bueno pasar, y le dijiste que regresara temprano.
Ella pocas veces le hizo caso a tus recomendaciones, era rebelde, así que se metieron por un callejón para cortar camino, y se encontraron con tres sujetos en motos que estaban de cacería. Tres jóvenes hermosas, ataviadas como para una fiesta, no imaginaron nunca que se convertiría es una fiesta de horror; dos de ellas fueron violadas, la tercera logró escapar de su agresor. Te fueron a buscar de inmediato una vez que se enteraron de lo que había ocurrido. En medio de la desesperación, sólo deseabas que estuviera viva, la llevaste al hospital, y te corroboraron que había sido violada. La locura se apoderó de ti, y fuiste a buscar a los sospechosos, no sé qué pretendías hacer, pero, si pude vivir el horror, tu desesperación, esos pensamientos que comenzaron a invadirte siendo tú también una víctima del abuso, era comprensible que quisieras honrar a tu hija. No tenías miedo, sólo querías verlo tras las rejas, y aún cuando estabas recibiendo amenazas todos los días de los padres de los agresores, que resultaron ser jóvenes del sector y menores de edad. Ibas a diario a la policía, dabas la descripción de ellos, les diste incluso la dirección donde podían encontrarlos. Aunque tenían que buscar la forma de mudarse de allí, no se fueron hasta que no vieron cuando se los llevaron detenidos.
Cuántas cosas te tocó vivir Mariana, yo escuchaba tus relatos y comencé a entender porque ese carácter, porque esa coraza en la que te envolvías para no sentirte vulnerable. Decidí darte un regalo, y fue cuando se me ocurrió comenzar la búsqueda de tu pequeño de tres años, en la foto, porque ahora seguro era un hombre de unos 64 años, quizá casado, con hijos. Sólo tenía la foto, pero tenía que intentarlo. Así que me fui al Saime, comencé por tus datos filiatorios, allí aparecieron los datos del acta de Matrimonio, viaje al lugar donde viviste con tu primer esposo, fui al Registro y busque el Acta de Matrimonio, de allí saqué los nombres y apellidos de quien fuera tu esposo. Con estos datos, me fui a Caracas ansiosa, me iban a entrevistar en el programa “Mujeres con Historias y hombres también”, se supone que al programa lo veían muchas personas, y quizá, sino lo veía él, al menos alguien le podía llegar con el cuento.
Esperé un tiempo, y no vi resultados, así que me metí en la base de Datos del CNE, y fui realizando un rastreo por apellidos, recordé que me habías dicho que tu ex tenía familia en Maracaibo; así que comencé a reducir mi radio de búsqueda y fue así como llegué a un posible candidato. Sin decirte nada, para no llenarte de falsas expectativas, viaje a Maracaibo con un cómplice, y sólo pude orar por el trayecto para que Dios nos guiara y pudiéramos encontrarlo. Creo que Dios que ve la intención de nuestro corazón, es el único que puede hacer posible lo imposible; así que cuando entramos al lugar, mirando para todos lados, sin el el rostro de tu hijo, mi cómplice se detuvo, para decirme: -vámonos, esto es caso perdido, no lo vamos a encontrar – Pero, me baje de la camioneta, para impedir que me sacara de allí. Y fue entonces, cuando me dirigí a la casa de un chico que había salido para saber quienes éramos y qué hacíamos allí parados.
Cuando me acerqué, le mostré la foto, le conté tu historia y le di el nombre de tu hijo, ese que ahora sería un adulto mayor.
Me dijo: – él es mi tío señora, yo vi el programa, le dije, tío lo están buscando, pero él no me creyó –
No podía creerlo, fui corriendo hasta la camioneta, y grité: – lo encontramos, bájate –
Y fue así como llegué hasta él, tuve que convencerlo para que viajara con nosotros, y llevarlo hasta ti, para que se conocieran y pudieran ponerse al día por tantos años de deudas.
Después de que compartieras toda tu historia conmigo, el miedo llamó a mi puerta, y un frío helado recorrió cada fibra de mi ser, después de todo, ya no soy aquella niña de cinco años que jugaba en el patio de tu casa. Ahora te veo desde la ventana de mi propio hogar, y me pregunto, todas esas situaciones ¿serán nuestra herencia generacional? ¿Hasta qué punto hemos sanado nuestro árbol?
Solo deseo verte feliz Mariana, porque a pesar de todas esas batallas libradas con la vida, para mi eres mi heroína, la que me enseñó de valores, fortaleza y determinación; una guerrera, que jamás se rindió y confió, porque Dios siempre quiere lo mejor para nosotros. Tu ahora te sientes orgullosa de nosotros mamá, por lo que hemos logrado; pero, yo estoy más orgullosa de ti, por todo lo que has vencido. Te amo
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