Cita más allá

Cita más allá

BEGOÑA QUIRÓS

20/04/2021

Querida A.:

Qué extraño escribirte después de tanto tiempo. Mis dedos, anquilosados y nerviosos, tropiezan en cada consonante. Desearía que las letras encontraran solas el camino a las palabras. Hace 35 años que no te escribo. Los mismos que no sé de ti.

Me pregunto si en este instante se estará produciendo una de esas conexiones cósmicas entre nosotras, tan frecuentes antaño. Prometimos estar siempre para salvarnos. Y si una catástrofe imposible nos separaba, nos reencontraríamos el 13 de marzo de 2020 en nuestro café. Mañana es 13 de marzo, el café sigue en pie y me pregunto si irás. Si estarás en la ciudad. Si ha caducado el tiempo de volver a por la otra. Si aún estarías dispuesta a salvarme.

Desde esta memoria frágil y feroz, este cuerpo vulnerable, estas manos que son mapas de un mundo recorrido a medias; desde los afluentes secos de esta piel, estos ojos de niñas aumentadas, estos labios menguados… Quiero decirte que he pensado en ti y he buscado indicios de un adiós sobrevenido.

Veo pasar a jóvenes amigas, pletóricas de serlo, y las confundo con nosotras. Tengo ganas de gritarles: ¡Eh! ¡A. y yo también fuimos como vosotras! ¡Nos reímos a carcajadas sabiéndonos acompañadas en la risa! Nos celebramos. Creímos en la amistad. Nos perdonamos. Hicimos planes. Nos enamoramos. Mentimos. Nos saltamos las normas. ¡No nacimos viejas! ¡Tuvimos vuestros cuerpos y vuestras ganas! ¡Nos quisieron! ¡Hicimos el amor a menudo! Ahora no lo sabéis pero el tiempo hace desaparecer las cosas como un mago implacable.

Antonio ya no es el que conociste. No recuerda la vida y se la inventa. ¡Si por lo menos fuera obediente! Nuria y Jorge no han querido tener hijos. Y siento pena. A veces todavía me preguntan por ti. Quieren a su padre pero saben que fracasamos hace mucho tiempo. Me hubiera gustado ser abuela. Contarles a mis nietos que fui niña y que corría muy rápido y que jugaba en la calle y que merendaba pan con mantequilla y azúcar y que me subía a los árboles del parque. ¿Tendremos tiempo de dar un paseo por el parque mañana? ¿Irás?

Querida B.: 

Qué extraño leerte después de tanto tiempo.

No conseguí que desaparecieras aunque lo intenté. Te he estado esperando, amiga, y no voy a lamentarme porque esa espera haya sido muy larga, muy inquietante, muy decepcionante. El juego continúa. Siempre confié en que cualquier tiempo futuro nos daría otra oportunidad.

Y ya que recuerdas ese hilo invisible que nos conectaba cuando guardábamos simultáneamente hallazgos para compartir… Creo que ese vínculo tiene que ser cultivado con la presencia y con la comunicación desaparecidas, sin embargo, la cita del reencuentro, aletargada por lo cotidiano todos estos años, acaba de revivir con tu mensaje y me ha golpeado de improviso. Una sorpresa desapacible. Qué miedo.

Sí, sé que el café resiste, incluso nuestra mesa, que no ha sucumbido a las renovaciones sin fundamento que la amenazaron.

No, no estoy en la ciudad. Cuando enviudé me trasladé a Denia. Lo que fuimos es imperecedero. Ya no creo en salvar a nadie, lamento decepcionarte.

Mi vida intelectual sí que está frágil, menguada y arrugada. Obvio el estado de la piel y los huesos que me preocupan menos. No les hago mucho caso. Yo era una joven contrariada con el universo que se aburría mucho con la gente de alrededor cuando tú me encontraste y cambiaste mi vida para siempre. Durante todo ese tiempo fuiste para mí refugio, alegría y aventura. Nunca fui una persona muy alegre, estoy acostumbrada a la nostalgia; forma parte de mí. Como la culpa.

Jaime falleció hace 11 meses. No pude despedirme de él y no me lo perdono. Me llamaron por teléfono del hospital y me costó tanto asumirlo que aún hoy me remueve y me cuesta contener las lágrimas. Me da fuerzas en los momentos difíciles.

Con mi hija las cosas no fueron bien. Se veía venir. Nunca nos entendimos, nunca nos gustamos. Cada una tiene sus razones. Nunca agradeceré lo suficiente la actitud poco complaciente que tuviste conmigo cuando quise dejarlos a los dos.

Durante mucho tiempo no quise saber nada de ti y un día, por azar, una chica se identificó como tu hija Nuria y me sugirió que te escribiera con la certeza de que te gustaría saber de mí, lo más probable es que no me responda, pensé. Y así fue. Tomé la determinación de escribirte con la convicción de que era en vano.

Jamás me contestaste y no volví a saber de ti.

Querida A.: 

¿Por qué no me escribiste? 

Mamá murió hace 14 años. De repente. Lo de papá fue distinto. Se consumió en una soledad funesta. Pensé que llamarías, que estarías. Tal vez no te enteraste. Estás bien ¿verdad? Me pregunto si tus padres tuvieron un buen final. Qué importante es el final. Últimamente las malas noticias son las únicas noticias. No quiero mirar las esquelas. ¿Piensas en la muerte? ¿Tienes miedo? Yo temo más el cómo que el cuándo ¿No sientes que los últimos 35 años han pasado al doble de revoluciones? Ayer me gasté 300€ en cremas. Tengo ganas de vivir. ¿Te habrás dejado las canas? Te resistías. Yo me he puesto un color atrevido. El otro día una niña gritó en la calle: ¡Mira, mamá! ¡Esa señora tiene el pelo de algodón de azúcar! Una metáfora maravillosa. El problema lo tengo con los zapatos. No entiendo que la elegancia en los pies esté reñida con la vejez. ¿Qué me pondré mañana? Algo verde. ¿Te acuerdas del colgante que me trajiste de Israel? Me lo voy a poner. ¿Sigues viajando? Con lo que te gustaba. Antonio no quiere viajar ni loco. ¡Qué más le dará un sitio que otro si no sabe dónde está! Les he dicho a los chicos que este verano me voy yo sola y que se apañen con su padre. Son muy comodones. Si fuera por ellos lo metían en una residencia de cabeza. Mucho nos quieren pero de boquilla. Cuando hay que arrimar el hombro todo son excusas. Pienso en el cohousing. Sería divertido pasar los últimos años juntas. Envejecer no tiene ni pizca de gracia. Yo no tengo problema en irme a una residencia si la cosa se pone fea, nada de ser una carga. Se lo voy a dejar firmado. Eso y que me incineren y me tiren al Mediterráneo. Que no se les ocurra meterme en un nicho. No hay nada más triste que una tumba que nadie visita. Y estos no van a pasar por allí ni el Día de los Fieles Difuntos, ya te lo digo.

Miedo me da preguntarte por Sara ¿Tiene hijos? ¡No te imagino con nietos! ¿Y Jaime? No he conocido nunca a un hombre más enamorado. Espero que aprendieras a quererlos, a los dos. Bueno, ya me contarás mañana. ¿Irás?

Querida B.:

¿Por qué nunca me respondiste? Me costó aceptarlo, sin embargo un silencio así explicaba tu rechazo.

Te resumo como quien arroja una botella al mar en su naufragio:

No me he dejado las canas, me he pasado al rubio platino, amenazado por una alopecia galopante ¡Con la melena que yo tenía! Cogí unos cuantos kilos cuando dejé de fumar así que me desprendí de algunos tesoros indumentarios y me uniformé de azul y negro. Me sigue gustando la ropa y me sigue gustando “gustar”. La belleza nunca hastía pero sin ningún resentimiento acepto que ya no soy atractiva por mucho que me esfuerce. Con la edad no pasas de ser elegante; como mucho moderna.

Tengo dos nietos gemelos a los que veo poco. Sara se sometió a una inseminación después de muchas idas y venidas con su pareja, que es otra mujer. Respeto (y también indiferencia) por mi parte. Ahora está mucho más visto y naturalizado pero cuando nos enteramos Jaime se llevó un disgusto y un apuro enormes. Le parecía escandaloso que lo proclamaran con tanta franqueza. Yo soy más partidaria de adoptar. Estoy convencida de que la hiperactividad de esos dos niños maleducados y desobedientes se debe al proceso de su gestación.

Ahora andamos con asuntos de la herencia en los que puedo opinar poco. Espero que se administre bien porque siempre tuvimos que ayudarla económicamente.

Viajamos mientras pudimos hacerlo de forma independiente. Los últimos destinos fueron cerca, por el norte de Portugal. Menos mal que recorrí el mundo intensamente cuando era más joven ¡No hay inversión mejor! A mí que no me gustó nunca viajar en grupo… no sé qué haré ahora. Precisamente en Dinamarca y Holanda ya conocí hace años el cohousing. Ellos nos dan mil vueltas, primer mundo al fin y al cabo.

Yo no tengo organizadas mis últimas voluntades. Lo único que he hecho porque me pareció divertido y peculiar es un testamento digital. Por mí que me incineren y me tiren en el primer contenedor, sin ceremonias y sin contemplaciones. Ahora que todo es sostenible y ecológico, tus cenizas contaminando el Mediterráneo tendrán un rito clandestino.

El miedo a morir se me confunde con el miedo a vivir mal, a sufrir, a perder la cabeza, a molestar y que no te soporten tus cuidadores… ¿Es eso miedo? Lo veo más como una preocupación porque el miedo tiene que ver con no existir y con el misterio de lo que pasará o no pasará. Yo quiero vivir, respirar, abrir los ojos y moverme el mayor tiempo posible. Mi padre tuvo mucho miedo al morirse. No voy a olvidar jamás sus ojos espantados y sus gemidos cuando ya no podía comunicarse apenas. Llamaba a gritos a su madre como si pudiera librarlo de monstruos y de fantasmas. Una niñez revivida sin refugio protector. Lo de mi madre fue bastante lento, consumiéndose por etapas. Estuvo los últimos años en una residencia buenísima y eso me ayudó.

Se agolpan tantos recuerdos en mi memoria, unos buenos, otros no tanto. Me siento agradecida y privilegiada por haber llegado hasta aquí en condiciones mentales más que aceptables y sin la sensación de haberlo vivido todo. Cuando leo las esquelas de los conocidos me apunto un tanto a favor. No diré que me alegre pero me reconforta que la que resista sea yo.

¡Nunca hablábamos de envejecer en nuestras interminables conversaciones “de calidad”! No era “tema”, estaba lejos ¿Te pasa a ti que no te das por aludida? Cuando se menciona la vejez, sus efectos y sus “remedios” me parece estar fuera del asunto. Lo veo desde afuera porque yo por dentro soy la misma. Los suplementos vitamínicos, los balnearios y el Centro de Día me son ajenos y hostiles. ¿Qué están diciendo? ¿Es a mí? Ya envejeceré mañana. 79 años no es nada pero los demás te arrojan miradas como puños que equivalen a una eternidad.

Mañana, mañana… No voy a ir, B. Vístete de verde, adorna tu pelo de fresa y brinda por nuestro pasado.

Tengo una sensación confusa, como de estar en un nuevo punto de partida con alguien que ya tiene conmigo una historia compartida y caducada. ¿Crees que podríamos recuperar nuestra cercanía? Siento que estaría ante una extraña y a pesar de tus esfuerzos por darle naturalidad y entusiasmo al reencuentro no creo que podamos restablecer la conexión que tuvimos. Hay una herida sin resolver.

Antonio no me recuerda y me llega disimulada tu victoria. No tengo la menor duda de que te compensará. Cuídalo mucho. Abrázalo.

Es mejor que lo dejemos así.

Autoras: Ana Roces y Begoña Quirós.

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