Celebramos el fin de año del 2019 como el
resto de los años, con prisa y con ganas de empezar el veinte
veinte, no nos paramos a pensar, solo con ganas de cambiar el dígito
como si eso nos hiciera cambiar de vida, pretendemos que la culpa de
nuestros desastres va ligada al año y le tiramos las piedras, pero
ese año ni siquiera existe, es una ilusión, es sólo tiempo y que a
veces, camina, otras veces navega y la mayoría de las veces vuela.
Un par de días antes de imponer el estado
de alarma ya me habían confinado por contacto directo COVID, ya que
trabajo en un hospital, deseaba con ansias un descanso sin la
obligación de hacer nada y además sin sentirme culpable de no
hacerlo, sin compromisos sociales, ni viajes, ni mi propia pareja,
necesitaba tiempo para mi y a solas, necesitaba un descanso del mundo
sin resquemor y me lo concedió el gran universo y con la excusa
perfecta disfrazada de una gripe china misteriosa.
Pasan los días y esa sensación de
bienestar y de descanso sin obligaciones, excepto las fisiológicas,
empiezan a ser monótonas, aunque me actualicé en la lectura y hasta
pude releer de nuevo el celebre libro: Amor en tiempos de cólera del
Nobel Gabriel García Márquez. Hice zumba, danza oriental,
meditaciones interminables, lo que da de si las 24 horas del día,
todo esto te acaba cansando, te das cuenta que ese virus misterioso
crece y a su vez nuestra incertidumbre crece a su vera.
Agradecida de que el virus este nos visite
en esta era, en la cual podemos conectar con el fin del mundo en una
ráfaga de segundos, no nos ha cogido desprevenidos en cuanto a
tecnología pero sí nos ha sorprendido faltos de fe y esperanza.
A colación de tanta tecnología, al final
ves el teléfono sonar y giras el rostro a otro lado, porque todos
los cadáveres vivientes, amistades, conocidos, ex-parejas, te
mandaban mensajes al que contestabas con desganas, o bien hacías un
copiar y pegar y terminabas con todo. Entre las llamadas
interminables estaba mi tía, que este virus la agarró mayor y muy
sola, por lo que yo intentaba amenizarla un par de veces a la semana
con una llamada o bien una video-llamada para mantenerla informada y
viva.
Mi tía es una especie de segunda madre
para mi, ya que me crió aproximadamente desde los seis años, me fuí
de casa escapando de su dictadura y abuso doméstico porque no eran
buenos indicadores para educar a ninguna generación. Aún así
escapando de casa, mantenía el contacto con ella porque me sentía
culpable por dejarla sola, eso al principio pero al final aprendí
que ella tenía lo que quería, nadie la soportaba, ni sus hijos,
nietos ni vecinos, era y sigue siendo muy autoritaria y exigente con
todos y eso acaba con la bondad de todos, intentaban frecuentarla lo
menos posible para no salir damnificados, es una persona difícil de
llevar y de convivir.
En resumen yo intentaba llenar un poco los
huecos de su soledad lograda a pulso.
La primera llamada fue al principio de la
época COVID, me responde al teléfono pronunciando mi nombre, no por
verlo reflejado en la pantalla, sino porque no la llama nadie más,
reconocido por ella misma:
— Quién me va a llamar sino tú ( no
queda muy claro si la llamada es discordia o bendición) lo que sí
se es que la llamada dura casi una hora, hablando de todo y lo
mismo, dando vueltas por los mismos temas, sin llegar a nada, mero
entretenimiento.
Su primera visión sobre el tema del
Corona-virus:
— Todo eso es mentira, se lo inventan,
aquí en el pueblo no hay nada de eso, los chinos sí lo están
pasando mal, pero aquí no hay nada de eso, llevas dos años sin
venir a verme, cuando vienes?
La cara que se te queda después de oír
esto, mi tía es una tragadora de la televisión y la radio a todas
horas, pero parece ser que con ella y su pueblo no iba nada, le
intento explicar la situación actual del país y del mundo, ella
tiene razón parece una situación inconcebible, como una película
de Hitchcock, pero es lo que nos cuentan y lo que creemos ver.
— Ahora me dicen que no puedo salir, y
por mi edad que no me mueva ni a la tienda de mi calle a comprar, por
si me contagio, yo no me pongo la mascarilla, me subo el pañuelo por
la nariz y solucionado, y así al menos me huelo mi esencia de
jazmín.
— Hace tiempo que no llamas, esto
parece que es verdad, se está muriendo mucha gente, pero yo creo
que lo he pasado a principios de año, tenía mucho dolor de cabeza
y no podía ni caminar, yo creo que ya lo he pasado: Alhamdulilah.
— No viene nadie a verme, dicen tus
primas que son las normas y para no contagiarme, son tan miserables
que ni llaman por teléfono, no no yo no llamo nunca, que me llamen
ellas, yo soy la parte vulnerable y solitaria.
— Como me van a contagiar si yo ya lo
he pasado, todo es una falsa para no venir a verme.
— El pueblo ya no es lo que era, no se
ve a nadie a través de las ventanas, da miedo, no te preocupes la
tienda de al lado de casa me trae la compra, casi no tienen de nada
y el precio carísimo, pero no nos dejan ir más allá de la vuelta
de la esquina.
— Diariamente tengo dolor de cabeza, la
tensión descontrolada y no me cogen el teléfono para darme cita en
el ambulatorio, me atiborro de antiinflamatorios y tengo el estómago
hecho una pena con tantas pastillas.
— Menos mal que aún tengo dinero en
casa del terreno que vendí, porque dice tu tía que han
desaparecido todos los bancos, sólo queda un banco en todo el
pueblo y siempre hay colas kilométricas, de momento tengo para
tirar un tiempo, ya cuando me toque sacar dinero me tocará
madrugar, esto es un sin-Dios.
— He escuchado en la tele que la vacuna
no es segura, esa del Opel Astra, dice que muere gente después de
ser vacunados, yo no pienso vacunarme.
- Y tú cuando te casas, porque ya
tienes una edad, ya esta bien de ser tan exigente, no hay nadie
perfecto, si te hubieras quedado por aquí ya estarías casada y con
, al menos habrías cumplido con este mundo, pero tu no, tu
prefieres ser una solterona, con lo mal visto que está eso, siempre
que me preguntan las vecinas por ti, no se que contestarles acerca
de tu vida personal, se creerán que eres lesbiana.
- Ayer
vino una de tus primas a visitarme, le comentaste algo? Porque es
muy raro que vengan a verme por amor al prójimo, algo querrán,
éstas no vienen por venir, estuvo cinco minutos de reloj y se fue,
decía que tenía que ir a prepararle la cena al marido, casarse
para ser esclava del marido, hiciste bien en no casarte, los hombres
sólo traen problemas, disfruta de tu libertad. - Algunas
veces pienso que me voy a morir y no se va a enterar nadie, seré
uno de esos casos que salen por la tele, se darán cuenta de mi
muerte cuando empiecen a escapar los gusanos por las ventanas, no me
gustaría acabar de esa manera, me da miedo. - Dices
que estás cansada, de que? Yo a tu edad no sabía lo que era el
cansancio ni la enfermedad, dura como un roble, jamás me he quejado
de trabajar, aunque para la pensión de pena que me ha quedado, te
puedes creer que me dicen que no he trabajado lo suficiente, por eso
lo de mi miserable pensión, dicen que no he llegado al mínimo que
son quince años, ladrones.
- Hoy
hace un día gris, horrible y parece que hace frío, no me puedo
mover del sofá, he puesto la estufa pequeña y me he calentado la
bolsa de agua, dentro de un rato voy a calentarme las lentejas que
me preparé ayer y después lo mismo de siempre, estoy cansada de
estar cansada de todo esto, quieras o no antes al menos tenía la
libertad de salir, aunque yo lo de recorrer largas distancias no me
va, porque me duele todo el cuerpo, pero al menos tenía la opción,
ahora con la mascarilla, el bastón, las gafas, se te quitan las
ganas de todo. - Ayer
justo me llamaron del hospital, por lo de mis cataratas, ya se me
había olvidado, me preguntaron si ya me habían vacunado, les dije
que todavía no, y me dijeron que ya me volverían a llamar, a ver
si me van a dejar sin operar por no haberme vacunado y se me pasa la
vez, después de la espera de dos años y al final me dejan sin. - Estuve
llamando toda la semana pasada al hospital por lo de los ojos, y
nadie me coge el teléfono, así que hoy me levanté pronto, me
duché, desayuné y me puse una chilaba encima a conjunto con el
pañuelo, el bastón y no se me olvidó ponerme la mascarilla, que
con el pañuelo en la boca parece ser que no es suficiente, la gente
te mira mal, así que compré un paquete de mascarillas y con lo
poco que salgo igual me dura hasta que acabe toda esta pesadilla.Llego
a la parada de autobuses y resulta que no se puede comprar el
billete directamente, había gente que tiene abonos mensuales, pero
sólo usaba el bus de higos a brevas, no me compensaba, estuve
apunto de volver a casa, pero apareció la vecina dueña de la
tienda de la calle donde vivo, y pasó su abono dos veces, le di las
gracias y pensé en mis adentros: ya me lo cobrarás ya. - Por
fin llegué al hospital, no sabía por donde era la entrada, está
todo cambiado, después de dar mil vueltas alcancé llegar a la cola
de la recepción, gracias a unos jóvenes que andaban por ahí,
estuve en la cola cerca de media hora, por fin ya me tocaba, le
pregunto a la chica que me estaba atendiendo sobre mi operación de
cataratas, me pide que le ponga la tarjeta de la seguridad social
pegada al cristal mampara que la cubría, no atendí a lo que me
dijo y le quise dar la tarjeta en mano, se apartó de mala manera y
me dijo que no tocaba las tarjetas no vaya a ser que le contagie la
muerte. Después de identificarme me suelta la nueva: no hay nada
programado, hasta que usted no esté vacunada no hay nada que hacer,
bueno sí, esperar o hablar con el presidente de España para que
agilicen el estado de vacunación, supongo que ese tono de
socarronería lo utiliza con todos los viejos que vamos desesperados
al hospital.Lo
dicho a esperar. - He visto en la televisión que la
gente mayores de 70 años nos vacunan con otra vacuna más segura,
dicen que algún día de estos nos empiezan a llamar, a ver si es
verdad y se acaba todo esto. A la espera estoy pendiente del
teléfono. A ver si me llaman mientras estoy hablando contigo y
pierdo la vida.
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