-¡Jo! ¡Qué soledad hay aquí, estoy taaan sola! No sé qué hacer.
Hasta que mi madre vino y me dijo:
-Cariño, ¿por qué lloras?
Yo le respondí:
-Er… esto, por nada.
-Por favor, si me lo dices lo podemos arreglar -dijo mi madre con cara de tristeza-.
-Es que no me pasa nada -dije yo, con aún más lágrimas en los ojos-.
Entonces, mi madre se marchó y cerró mi puerta con cuidado.
Mis ojos iban a explotar de lágrimas de soledad, cuando mi madre volvió a aparecer.
Abrí mucho los ojos, y fue entonces cuando ella dijo:
-¡Sushi y galletas!!
No me lo podía creer, en el momento menos esperado va y me trae mi comida favorita.
Ella me envolvió en un inmenso abrazo y me dijo:
-¿Empezamos a comer?
-¡Claro! Gracias mamá -dije con una sonrisa de oreja a oreja dándole un beso-.
Las dos gritamos a la vez:
-¡A COMER!
Y de pronto se nos olvidó la tristeza.
Después de este día de confinamiento y de soledad, hemos acabado las dos riendo.
¡¡Que vivan el sushi y las galletas!!!
☺️

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