EL SECRETO ME FUE REVELADO

EL SECRETO ME FUE REVELADO

Anto

04/04/2021

Voy a contar ¿cómo traté de descubrir el secreto del abuelo?

Todas las noches el abuelo Nico iba a mi habitación con uno de sus maravillosos libros en las manos. Él todas las mañana me pedía que fuese a su biblioteca para que escogiera la historia que me contaría en la noche. Al llegar de la escuela yo iba a su gran biblioteca y pasaba horas allí buscando una historia nueva y divertida que me hiciera viajar más allá del lugar en donde estaba. Con la imaginación podía ir a cualquier parte o a otros mundos que yo creara en mi mente. Con el tiempo pasé de historias de hadas madrinas, princesas, príncipes y castillos a los cuentos fantásticos de magos, brujas, extraterrestres, vampiros, monstruos, dinosaurios, terror y de misterios como los relatos de Sherlock Holmes, mis preferidas. 

El abuelo Nico no tenía problema en leer lo que yo le pedía. Él me dijo que a los 10 años los gustos en la literatura cambian a temas más complejos. Yo me sentí grande, era una adulta en el cuerpo de una niña. Con todo el conocimiento que durante años tuve gracias a los libros de la biblioteca me sentí superior a todos en la escuela, así lo creí y me gustaba. El abuelo, cada vez más, me exigía buscar y leer libros. Me recordaba que obtener conocimiento era importante, al principio no lo entendí, pero con el tiempo supe el porqué.

En una tarde estando en la biblioteca, escogiendo la historia de esa noche, el abuelo estaba llegando y yo me escondí en el armario para espiarlo.

-¡Chsss! Silencio, viene el abuelo, le susurré a la pecosa, mi mascota, una bulldog que me acompañaba a todos lados.

El abuelo pasaba en su biblioteca mucho tiempo y eso me daba curiosidad, tenía que saber ¿Qué hacía allí? ¿Qué era eso tan importante que lo mantenía ocupado? Desde que se jubiló estaba entre sus libros, en la casa de campo o pescando. Pero la mayor parte del tiempo se quedaba leyendo sus grandes y gruesos libros viejos. Esos estaban en un lugar bien protegido para que el polvo y la humedad no los dañara. El abuelo los ojeaba con un especial cuidado parecía que el contenido de sus textos eran muy importantes y quizás guardaban secretos.

Mientras estaba en el armario por una ranura pude ver que el abuelo desmontó uno de los cuadros de la pared, una obra de Monet El almuerzo sobre la hierba, el abuelo también tenía gusto por el arte y la filosofía, en una de las paredes de la biblioteca se podía apreciar un retrato de Francis Bacon, el filósofo inglés e investigador del hombre y la naturaleza. El abuelo también me hablaba del ambiente y su conexión con el hombre, decía que todas las respuestas que buscamos están en los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua.

Cuando quitó el cuadro apareció una caja de seguridad que yo nunca había visto, sacó unos papeles viejos como pergaminos y su gran anillo de oro. Todo lo guardó en un bolso de terciopelo rojo. En ese momento recibió una llamada que respondió: “Sí, allí estaré con todo listo para la ceremonia” y salió tan rápido que no se despidió de la abuela. De qué ceremonia habla ¿qué eran esos pergaminos? ¿ a dónde irá en esta tarde tan calurosa de verano? Eran muchas preguntas y yo tenía que saber qué era lo ocultaba el abuelo Nico.

Salí de mi escondite y observé por la ventana de la biblioteca que el abuelo se fue apurado en su bello Cadillac rojo. Ese auto es su sueño cumplido y por el que trabajó toda su vida. Una vez me contó que todo lo que hoy era suyo lo imaginó cuando era un niño “ve que tan poderosa es la mente Antonieta”. Por eso quería ser como él saber cómo obtuvo todo eso con solo imaginarlo. En las conversaciones siempre me decía que la única manera de tenerlo todo hasta el poder era conocer la historia del mundo y eso estaba en los libros que son la puerta al conocimiento, “en los libros está todo”.

Busqué una pequeña libreta de anotaciones y escribí las primeras pistas del misterioso caso: Nunca se hablaba en la casa de esas salidas sospechosas del abuelo. Sale dos veces a la semana, martes y jueves siempre en su Cadillac rojo. Tiene otros autos, pero justo esos días usa ese. Se llevó unos documentos viejos, su anillo y una espada como las de los caballeros medievales, que me hizo recordar a los Tres Mosqueteros. Todo es un misterio alrededor del abuelo Nico, y aunque no querían contarme ese secreto yo sentía que tenía derecho a saberlo.

Desde que era una niña he tenido una bonita relación con el abuelo, a él le gustaba las plantas, el campo, la pesca y a mí igual. Fui su única nieta por mucho tiempo y también su aprendiz. Dicen que cuando llegue a su vida su carácter cambio sorpresivamente aún cuando me tuvo que criar, al principio, a regaña dientes, por el dolor que le causo mi madre al tenerme tan joven.

La primera vez que me cargó sintió una conexión única que su cara de amargura desapareció y en ella se dibujó una sonrisa y además unas mejillas sonrojadas. Desde esa vez me cuidó como su mayor tesoro, me adopto como una hija más. Crecí sumergida en sus historias todo lo que leía y hasta sus vivencias en la infancia las hice mías. Me hablaba y mi mente volaba hacia donde él me llevaba con sus relatos. Los más que me gustaban eran los de su vida, llena de una niñez entre flores del campo, aves, y experiencias increíbles en la hacienda la familia. Es un hermoso campo lleno de grandes pinos y flores silvestres donde también nosotros vamos de paseo, está cerca de la ciudad. Es un lugar lleno de símbolos que me causaban curiosidad. En un espacio en el suelo estaba dibujado la forma de un laberinto y en el medio había un gran cuarzo rosado. De vez en cuando veía a la abuela caminar hasta llegar a la piedra se apoyaba en ella y justo llegaba la luz del sol. Cerraba sus ojos y en segundos luces de todos colores la rodeaban, el abuelo me decía que esas luces eran su aura. La abuela también era un ser especial creía en los ángeles y decía que ella trabajaba para ellos. Me contaba que cada uno de nosotros tenemos un ángel que está siempre presente. La energía positiva de la abuela era realmente maravillosa.

Una vez me contó que cuando tenía 10 años estaba con sus padres en la hacienda y se fue al campo a observar el cielo con su mamá. Esperaban ver una estrella fugaz y de repente de la oscuridad cerca de ellos se aproximó un ser extraño, su mamá trató de comunicarse con él, parecía humano, pero no distinguía si era hombre o mujer, tenía algunos rasgos diferentes como un ser de otro planeta, aunque no era verde y no tenía antenas en la cabeza. Duró poco tiempo y luego desapareció en un destello de luz muy grande.

De las vivencias del abuelo solo me faltaba saber lo que con tanto cuidado mantenía en secreto: esas salidas los días martes y jueves. A veces lo acompañaba la abuela, parecía que iban a una reunión o una celebración elegante y cuando regresaban era de madrugada, yo no los veía sino cuando llegaba de la escuela, a esa hora la abuela tenía el almuerzo listo. Una vez, pregunté a dónde iban esas tardes y a veces noches, no me respondieron y eso despertó aún más mi curiosidad.

Cuando lo vi salir, esa tarde, tomé mi bicicleta y lo seguí sin que él notara mi presencia. Hacía meses que había aprendido a manejar la bici, agradecí que el abuelo no manejaba tan rápido y no podía ir muy lejos. Pasó recogiendo a otro señor cerca de la casa, uno de sus amigos de la infancia. Siguió conduciendo y tomó un desvió en el camino. Siguió hacia el campo, directo al terreno de la familia, pero entró por otro lugar que yo no conocía. Pasó por un gran portón, allí la cantidad de árboles no permitían que los rayos del sol iluminaran el lugar, todo esta cubierto por sombras. Me dio miedo y pensé en salir de allí, dejar todo, pero Sherlock Holmes nunca habría dejado un caso sin resolver, él no era un cobarde y yo tampoco, decidí seguir hasta el final. Vi en la distancia una rara construcción antigua que se ocultaba entre los pinos. Estacionó cerca, el abuelo y su amigo entraron allí, los dos estaban vestidos elegantemente con traje de color blanco y en sus manos llevaban varias bolsas de terciopelo rojo y unas espadas.

Sigilosamente, me escondí detrás del edificio y me preguntaba: ¿Qué había allí?

El edificio parecía un pequeño castillos medieval. Tenía grandes ventanas adornadas con vitrales y mucha simbología que había visto en algunos libros del abuelo. Él me decía que todavía no estaba preparada para entender, eran los únicos que no me mostraba. Insistía que para leerlos tenía que esperar tener mucho más conocimiento que el que tenía. Era como subir de nivel en un juego. El abuelo continuamente me hacía pruebas de conocimiento y de agilidad mental. A veces me ponía acertijos que tenía que descubrir, eran juegos divertido entre él y yo.

Estando cerca de las ventanas subí a unos cajones de madera y me asomé como pude por un espacio de los cristales más claros, pero con la distancia era imposible mirar bien. Iban llegando hombres y mujeres vestidos de trajes blancos como los que usan los monjes. Ese día a pesar del calor de la tarde, ellos estaban vestidos así, que extraño, pensé. El lugar estaba adornado de colores rojos y blancos con muchas cruces doradas con rosas rojas. Había un símbolo que estaba por todas partes, el mismo símbolo que adornaba el gran anillo de oro del abuelo una cruz dorada con unas rosas a su alrededor. Muchas veces le pregunté: ¿Qué significaba eso en tu anillo?, él sonreía y repetía que mi curiosidad me llevaría muy lejos.

El espacio era muy pequeño casi no podía ver lo que hacían esas personas, eran muchas. Traté de estirar el cuerpo hasta tener una buena vista, pero era imposible sólo veía algo de la decoración. Sospeché que se preparaban para un ritual. Las mujeres comenzaron a cantar y los hombres movían sus espadas alrededor del abuelo. Él era el único sentado en una silla que parecía un trono de rey. Era tan extraño y terrorífico que decidí salir de allí antes que anocheciera. Después de ese día busqué en libros, historias y textos que me llevaran a saber más de esas reuniones del abuelo, que también las hacía en la playa. A veces salía de madrugada y dejaba arena en el piso y en sus zapatos. En mi investigación supe que él era un maestro, el líder de una hermandad mística que tiene siglos de historia y todo tenía relación con el ser extraño que su madre vio en esa noche de estrellas donde está esa rara construcción antigua.

Cuando estuve preparada para tener las respuestas que tanto buscaba, mi iniciación para saber los secretos de la familia, se hizo en ese pequeño castillo medieval. Allí fui parte de aquello que me ocultaban.  

Todo tuvo sentido, los libros antiguos, los trajes blancos y las espadas. Entendí que la cruz con las rosas rojas es parte de los símbolos de esta hermandad que ha ido por el mundo protegiendo su historia de quienes los persiguen y juré nunca revelar el secreto. 

En mi mente quedan recuerdos de una niñez llena de historias fantásticas que me contaba el abuelo Nico y ahora pienso si todo fue un increíble sueño. 

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