Querida
mami:

Hoy
hace dos años que abandonaste tu cuerpo para trascender con el
universo y seguir aquí, conmigo, pero de otra manera, en otra
dimensión. El alma sólo pesa veintiún gramos, veintiún gramos de
energía vagando por el espacio, viendo las cosas desde otro plano.
Sé que estás ahí y al mismo tiempo estás conmigo, te siento en
conexión, como cuando estábamos unidas por el cordón umbilical.

Te
doy las gracias mami por darme la vida, por ser mi puente de entrada
a ésta, mi vida. Aquí sí que se puede aplicar el dicho:
sin ti no soy nada”
,
porque sin ti yo no hubiera existido. En cambio muchas veces lo oímos
aplicado a la relación de pareja, y eso es irreal, el amor de pareja
no es dependiente, no necesitas al otro para ser, tú sola ya eres,
eres una naranja entera, no una media naranja que necesita la otra
mitad para completarse, como nos han contado las creencias populares.

Te
agradezco tu amor, se que me amas y ese amor no se destruye, se
transforma en energía, en vibración. Tu amor lo llevo conmigo, lo
noto, lo siento. Tu paz y tu serenidad me conforta, tan digna, me
enorgullezco de ti. Quiero ser como tú. En cada decisión que tomo,
cada cosa que me pasa, sufres conmigo, ríes conmigo, te alegras de
mis alegrías, orgullosa de mis logros, estás feliz si yo soy feliz.
Lo sé. Cuando me miro al espejo te veo, cada vez me parezco más a
ti.

Se
que la vida es un sueño que de repente te despiertas y te das cuenta
que lo único importante es este momento, vivirlo intensamente,
disfrutarlo, saborearlo como si fuera un helado que se derrite
deprisa y tu quieres saborearlo más, pero no puedes. La vida
aprieta, enseña, te pone retos, te da, te quita, y tú solo puedes
dar un lengüetazo o un mordisquito y si te paras a encontrarle el
sabor vas perdiendo gota a gota el resto, pero a veces ese sabor
compensa porque ¿qué más da una gota más o menos si tienes el
sabor dentro de ti? 

 Hoy,
en el día del segundo aniversario de tu nueva vida, te quiero
contar, aunque ya lo sepas, porque tú lo sabes todo ahora y antes
(las madres siempre lo saben todo) pues como te decía, te quiero
contar los cambios tan abismales que han sucedido desde tu partida en
el mes de marzo de dos mil diecinueve, que fue para mi el mes de
cambios más importante de mi vida: te fuiste y me jubilé, dos
cambios trascendentales que dejaron marcada en la huella de mi vida
un antes y un después.

A
veces siento añoranza y te echo de menos, recuerdo lo presumida que
eras,
de esas que cumplen el tópico de: “antes
muerta que sencilla”
,
te encantaba comprarte ropa, lo hacías a escondidas, como si
estuvieras haciendo algo malo, como si tuvieras que dar explicaciones
de lo que hacías con tu dinero. Si que es verdad que luego tenías
los armarios llenos de cosas que ni siquiera habías estrenado,
supongo que era por tus años de escasez económica. Nunca salías a
la calle sin maquillar, no era un maquillaje exagerado, pero
necesitabas tus polvos y tus labios pintados para sentirte perfecta,
divina y dispuesta a salir a encontrarte con tus vecinos, con tus
amigas y conocidos mientras que, con la excusa de comprar el pan,
aprovechabas para ir a por tu cupón de la ONCE, siempre esperando
que te tocara, nunca perdías la esperanza, si que es verdad que te
había tocado en varias ocasiones. Precisamente fue gracias a que te
tocó la lotería que pudiste emigrar a otra tierra en busca del
sustento, un billete que cambiaste por una lata de tomate ¿qué
cenaríamos aquella noche? Por eso tu seguías confiando en la
suerte, sin darte cuenta que la suerte ya estaba contigo desde que
naciste. Tuviste una infancia dura, porque duros eran esos tiempos
que te tocó vivir, pero nunca tuviste que enfrentarte a adversidades
trágicas de muerte y destrucción. Viviste la guerra de lejos y
tienes una gran familia que te quisieron y que quisiste. Es verdad
que tuviste que sufrir el desarraigo de tu familia, de tu tierra, en
aquella época había que emigrar para poder subsistir, dejando allí
toda tu infancia, una parte de ti. Recuerdo el contacto con tu madre,
la abuelita, cuando te escribía cartas que yo te tenia que leer
porque a ti nadie te enseñó a leer y escribir, y eso que según me
contaste una vez, la abuelita sí que sabia leer y escribir y en
cambio ella no te transmitió sus conocimientos negándote ese
derecho. Eran otros tiempos, pero esa fue una espinita que tenias
clavada, siempre me decías que te hubiera gustado saber más, pero
fuiste muy sabia mami, aprendiste rápidamente a sobrevivir a
adaptarte a tu nueva vida pesar de la distancia de tus seres
queridos, de tus orígenes, pero como sabes mami no somos plantas,
somos personas que nos desplazamos por el mundo en busca de nuevas
oportunidades, la tierra no es de nadie nacemos por casualidad en
algún lugar pero en realidad somos ciudadanos del mundo que
necesitamos al otro para socializarnos y que las diferencias entre
todos los seres humanos constituyen la base de la vida social y de
sus dinámicas aunque al mismo tiempo sea la fuente de sus tensiones
y conflictos, pero precisamente son esas diferencias las que
constituyen una riqueza social que ayudan al crecimiento de las
personas. Ahora ya me puedes leer. Te quiero mami, has sido y eres la
mejor madre del mundo, mi referente y mi guía. Se que el amor cura,
estoy curada de tu ausencia.

Sobre
mi jubilación, pues qué te voy a contar. Cuando llegas a esta etapa
tienes una dicotomía emocional, por un lado estás muy contenta,
todo el mundo te felicita. Has llegado al momento de descansar y
recoger los frutos de tu trabajo y de tus andanzas, de saborear y
disfrutar la vida, pero al mismo tiempo sabes que la vida es finita,
que consta de varias etapas y ya te encuentras en la última. Que de
repente, ya no sirves, que ya no tienes que trabajar porque hay otros
que vienen detrás empujando y que no se dan cuenta que ese camino
que recorren ahora, antes no estaba hecho, lo hicieron paso a paso
todos sus antepasados con sangre, sudor y lágrimas, no estaba
trazado, pero no tienen en cuenta ese trabajo y tú tienes que
retirarte con esa amargura de falta de reconocimiento, con esas ganas
de agradecimiento, con esa angustia de ver que se acerca el final.
Así que mami, no te preocupes por mí, me jubilé pero no he dejado
de trabajar, sigo transmitiendo todos mis conocimientos aprendidos
para compartir sabiduría, ayudo a criar a mis nietos, tus bisnietos
maravillosos y soy cada día más consciente del aquí
y el ahora
,
para que no se me escape ni un segundo de mi tiempo.

Ya
sabes, eres mi referente y quiero hacer visibles a las mujeres como
tu que nunca desarrollaron una labor profesional y por lo tanto nunca
se jubilaron, pero en cambio nunca dejaron de trabajar. Toda la vida
de esfuerzo y sacrificio criando, cuidando, levantando una familia.
Es una pena que la dedicación a las labores
del hogar
,
como decían, sea considerado como no hacer nada, que no se valore y
reconozca el trabajo doméstico, como si hubieras dedicado tu vida a
la diversión y a la contemplación, cuando yo te recuerdo fregando
de rodillas, lavando la ropa en la pila y siempre de aquí para allá
sin tener apenas tiempo para ti para cuidarte tú, cuando tu trabajo
era cuidar a los otros, a todos los demás. Es una discriminación de
género mami, y en eso ando comprometida ahora, en demostrarlo y
conseguir visibilizarlo.

Justo
al año de tu partida, el mes de marzo del dos mil veinte, fue el
inicio de otro cambio trascendental, pero en este caso, trascendental
además de para mí, para toda la humanidad: se declaró una
pandemia. La pandemia del coronavirus ha afectado a toda la
humanidad, nos ha hecho encerrarnos en casa y no poder relacionarnos
con nadie, sin tocarnos, sin abrazarnos, sin besarnos. Tenemos que ir
con mascarilla a todos sitios ¡eso cuando nos dejan salir!
provocando que cuando nos crucemos con alguien en la acera nos
apartemos, nos evitemos, parece de película de ciencia ficción,
pero lo más importante, el impacto más doloroso y que ha causado y
está causando más sufrimiento, es la soledad y muerte de las
personas mayores.

El
virus afecta sobre todo a las personas ancianas provocando la muerte
de millones de personas en todo el planeta, ésto sí parece sacado
de una película de terror. Personas que esperaban su momento de
partida con calma y serenidad, de repente se han ido. Desapareciendo,
desintegrándose en un momento.

Hubo
que habilitar pabellones de deporte y campos de fútbol para colocar
todas las cajas de las personas fallecidas, no daban abasto a
enterrar, no se celebraban funerales, no se les podía decir adiós,
no daba tiempo.

Se
marcharon sin despedirse, por la puerta de atrás. En silencio, de
puntillas, sin hacer ruido. Sin recibir un abrazo y un beso de sus
seres queridos, en la soledad más triste y desgarradora que te
puedas imaginar.

¿Qué
cruel venganza del destino tuvieron que pagar todas esas personas?
Personas que esperaban el ocaso de sus días celebrando cada día de
vida, viendo a sus hijos y nietos seguir la estela de su vida y de
repente, se vieron privados de ese momento tan mágico y sublime que
es la partida en compañía de tus seres más queridos. 

Como
tú cuando te fuiste. Estabas rodeada de todos tus hijos y nietos,
nos pudimos despedir de ti, decirte un “hasta
luego”
,
te dije al oído: “Espérame
en el cielo que luego voy a reunirme contigo”

cogida de tu mano, transmitiéndote toda la fuerza y la paz que
necesitabas en ese momento.

Recuerdo
que me decías que no te querías ir y dejarnos aquí, que no querías
perderte todas nuestras celebraciones de vida, pero cuando supiste
que había llegado el momento te fuiste así, tranquila, relajada,
sosegada, aceptando el momento, en paz, porque sabías que en ese
preciso instante no te ibas, que seguías y seguirás para siempre en
nuestros corazones. 

Me
alegro que te marcharas mamá, que te fueras antes de este
sinsentido, de esta desoladora gran pena que supone la partida sin
despedida, sin esos dedos entrelazados y ese deseo de que allá donde
estás ahora, sigas siendo la gran mujer y madre que fuiste, que eres
y serás. 

En
México dicen que hay que despedirse para volver a encontrarse, por
eso se que pronto nos encontraremos mamá.

¡Con
amor infinito!

Tu
hija

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