“Yo no tengo una personalidad, yo soy un cocktail, un conglomerado, una manisfestación de personalidades”

Poema 8, Espantapájaros. Oliverio Girondo.


Prólogo:

-May, prestame tu mano –le había dicho Jael, la profesora de flamenco y especialista en lectura de manos–. Sabés que…cuando te ví…sentí algo –y seguía pasando su dedo por la palma de la mano de Mayra. Ella intentó sutilmente sacar la mano pero Jael la tenía agarrada con firmeza, y era imposible que de una manera delicada pudiera hacerlo. Se resignó a esperar que terminara con esa locura y le devolviera su mano para poder irse. Ya era tarde y quería volver a su casa.

-Tienes dos líneas del destino en tu mano.Y dos líneas de la vida, trazadas exactamente una al lado de la otra.

-Ah –hizo un gesto displicente con la mano que le quedaba libre-¿y eso qué puede significar?

-Bueno, es difícil de explicar, pero sería algo así como que…¿ves esto aquí? indica un momento trascendental que te separó en dos vidas. Esta es la vida que siempre quisiste vivir y ésta –señalaba dos líneas de la mano con el dedo índice- bueno, ¡la que te tocó en suerte!

-Jael, perdóname pero yo no creo en estas cosas -retrajo su mano escondiéndola debajo de su pierna en actitud defensiva.

-Te entiendo Mayra, puede que no creas pero es la verdad.

-Está bien, pongamos que sea verdad. ¿Cuál sería el problema de vivir dos vidas al mismo tiempo?

-Ninguno mientras no se crucen –iba a seguir hablando pero se frenó y volvió a tomar su mano-.Mirá, estás cruces son señal de desgracia –quedó callada un instante y siguió observando-. Hay algo más… –Jael parecía estar en su mundo sin advertir la ironía en los gestos de Mayra- ¿Estás por viajar?

-¿Viajar? No, para nada…Perdón, pero esto -meneó su cabeza hacia ambos lados tratando de ordenar sus pensamientos-me da mucho miedo todo esto Jael. Vicky, mejor me voy a casa, hablamos mañana.Volvió su cabeza hacia Jael para dedicarle un último saludo, pero al percibir la mirada ida y el rostro contemplativo, solo pudo partir.

Capítulo 1:

La imagen lo impactó. Hubiera pensado que era un espejismo, o un fantasma que se paró frente a su rostro. Pero no. La imagen que reflejaba el maldito espejo que estaba frente a él era la suya, y mostraba lo que el tiempo y la desdicha pueden lograr en un hombre con tan solo proponérselo.

Quedó observando la silueta de sí mismo, como si esperara que se desprendiera de la propia y le diera alguna respuesta. Pero no. No solo no se desprendió de la suya, sino que lo seguía mirando como si tuviera derecho a preguntarle si quería seguir viviendo de aquel modo. Pregunta que en realidad nunca respondería porque no estaba en su esencia ese tipo de cuestionamientos. Prefería, y le era más cómoda, la actitud de resignación a la del replanteo.

Cerró los ojos y los frotó con fuerza, exhaló con violencia y se imaginó rompiendo el vaso en el vidrio. Pero al minuto se contuvo. Como siempre.

Con un gesto que ambos parecían conocer, pidió al barman una cerveza y bebió dos sorbos ligeros mientras intentaba leer los nuevos apuntes que le habían dado en la facultad la semana anterior. Bufó rechazándolos al fin. Debía aceptarlo de una vez: odiaba los números y las estadísticas, odiaba la introducción a la Filosofía y Etica y la Administración Empresarial.

En esos momentos, lo único que deseaba era estar en su casa, sentado en el viejosofá que había heredado de su abuela, mirando la televisión o jugando un partido al PES 2012 con su hijo. Su hijo. No había nada que le pesara tanto como su hijo.

Huyendo de su propio rostro se refugió en un programa que el LCD de la pared contraria estaba trasmitiendo. Una publicidad de excursiones de pesca apareció de repente mostrando aquellos paisajes que le resultaron tan usuales. Esa era una estupenda idea. Hacía mucho que no salía a pescarcomo lo hacía cuando era chico y vivía en Villa Giardino.

Le aparecieron con despojo las tarde de pesca en el río junto a su padre, en especialcuando estrenó su primera caña para pesca con línea de fondo y flote. Una pequeña curva en la coyuntura de sus labios. Por lo menos era algo.

Había estado una semana antes preparando la valijita negra que su abuelo le había regalado, y donde cuidadosamente había organizado los anzuelos, pilotines, nudos, plomos, rotores que su padre coleccionaba y que entregaba a su custodia y cuidado.

Y en ese momento, 27 años más tarde, mirando ese rostro lleno de pesares y un agobio asfixiante, deseaba que su vida solo pasara por ser el mejor vendedor de la tienda en donde trabajabay tal vez, solo tal vez,conseguir un ascenso a Encargado.

Llegar a su casa y ver a su mujer esperarlo con la comida hecha como antes, con aquella sonrisa de lado y aquella mirada intensa. Y a lo sumo, tomarse unas vacaciones para ir al mar, que su hijo Pedro aún no conocía.

Miró el reloj de pared, ya era la hora que salía cada día de la facultad. Se levantó con descontento, se rascó el cuello, algo le molestaba en el cuello. Tomó la carpeta con los apuntes y salió saludando con su mano al barman y dejando el dinero en la barra.

El viento le pegó en el rostro y se abrochó la campera, era una noche ventosa. Caminó las cuatro cuadras y medias que lo separaban de su casa con desgano, como si supiera que traspasar la puerta era morir un poco cada día.

Vió al pasar dos adolecentes susurrándose palabras al oído. Y tanta felicidad lo trastornó. Quizás se encontró con el Julián que había sido años atrás, quizás conla antítesis de lo que su vida era hoy. Escuchó risas tras él, y esas risas, esa alegría, sonaron insoportables para sus oídos.

Sacó el Mp3 de su mochila. Tal vez para escapar de la realidad burlona que lo acechaba.

La canción de Depeche Mode “Strange Love” estaba por la mitady decidió seguir escuchándola, mientras recordó cuando viajaron con su amigo Carlos a la Capital para asistir al concierto que dió en Vélez. En aquellos años, tantos años atrás, aún eran novios con su mujer. Y ella había ganado un concurso en una radio luego de pasar toda una noche haciendo cola a la intemperie, yle había regalado las entradas para que viajara con su amigo. Esas acciones eran las que la habían caracterizado. Su valentía, su necesidad de llevarse la vida por delante. Su ímpetu, su fuerza, todo en ella lo había enamorado. Apenas tenían veinticuatro años cuando se conocieron, y una vida que auguraba solo buenos momentos. Hoy, nueve años y algunos meses más tarde, las cosas se antojaban muy diferentes a lo soñado.

Rascó nuevamente su cuello porque algo le seguía molestando. Descubrió que la etiqueta de la chomba le pinchaba. Frunció el ceño. Seguramente era la que le había planchado su suegra.

Le había dicho mil veces que no le planchara la ropa. Odiaba que le plancharan la ropa. A él le gustaba plancharla y doblarla a su manera.

Primero un dobles a la altura de la cintura, justo donde el sabía que le daba el cinto, para que el dobles no se notara,después la doblaba en dos, después en cuatro. Además, le gustaba el olor a desodorante, y la suegra no rociaba su ropa con aromatizante para telas después de planchar. Igual con los pantalones, una sola vez la suegra le planchó un pantalón y le dejó dos rayas. Bastante tiempo perdía antes de ir al trabajo lustrando zapatos y afeitándose para ponerse un pantalón con doble raya. Imperdonable.

Antes de cruzar la calle, visualizó su casa desde lejos. Era linda su casa. La habían pintado el verano pasado. De gris claro, con las puertas y ventanas en blanco, como había pedido Pedro. Con un jardín lleno de flores que acababan de nacer y que hasta el momento su mujer tenía voluntad de trabajar. Y que estimaba en poco tiempo cuidaría también él, como lo hacía con la casa, con Pedro y con tantas otras cosas.A través de las hendijas de las persianas descubrió las luces apagadas. A esa hora era lógico que estuvieran todos durmiendo.

El ruido de las llaves y el crujir de la puerta despertaron a Pedro, que apareció segundos más tarde en el living frotando sus ojos. Y al verlo, se abalanzó hacia el abrazándolo con timidez. Ni siquiera en esas noches donde todo parecía tan negro, el abrazo de su hijo podía reconfortarlo.Lo sentía más como una carga pesada en sus espaldas que como alguien que le regalaba un amor incondicional.


La pava eléctrica que le había regalado su madre la última navidad, le avisaba que el agua estaba lista para el desayuno. Ese chirrido la ponía nerviosa, pero aun así prefera el agua a la temperatura justa mientras aprovechaba el tiempo y se lavaba la cara en el baño. Recogíó el pelo revuelto y tupido con un broche y llegó a la cocina. Tarareando bajito una canción del top ten inglés preparó el mate y prendió la F.M.A esa hora de la mañana comenzaba su programa favorito en la radio más desvergonzada que conocía.Y aunque solo pudiera escuchar unos diez minutos, le parecía una buena compañía para comenzar el día esa dupla de conductores que combinaban la formula justa de información y doble sentido.

Sacó el queso blanco y la miel de la heladera y se sentó en el desayunador mientras esperaba 2 tostadas de pan 7 granos.

No era la primera vez que Cristina, la entrenadora del equipo de vóley, le incorporaba consejos saludables. También le había introducido el hábito de las barras de cereales a media tarde, la fruta después de la cena y el running tres veces por semana, los días que no iba al club a cumplir con las prácticas reglamentarias. Esos consejos le habían hecho bajar los cinco kilos y medios que a causa de tanta ansiedad por problemas pasado shabían ganado. Los mismos consejos que le daba Cristina podía dárselos cualquier otra persona, como su madre, su hermano, su tía, pero si Cristina hablaba solo una vez, con su voz firme, serena, media autoritaria y a la vez condescendiente, causaba en Mayra una obediencia inmediata, y no por miedo, sino por absoluto convencimiento propio. Sus movimientos en las mañanas parecían cronometrados milimétricamente, como si los hiciera sin tener la necesidad de estar despierta del todo. Esos diez minutos de soledad, con el desayuno, el pijama de algodón y el mate, eran la clave para llenarse de la actitud y el optimismo tan característicos. Porque Mayra en todo lo que hacía implementaba una pasión arrolladora.

Pasión que no sabía por qué había perdido hacía tiempo por su amor al dibujo artístico que defendió rotundamente ante su padre años atrás. Según su psicóloga, era como un mecanismo de defensa que su mente desarrolló cuando por presiones familiares decidió abandonar el sueño de seguir la carrera de bellas artes y se inscribió en la carrera de administración, como su padre le había sugerido.

Haber seguido con esa “sugerencia” le había dado el premio de su primer departamento propio, lo equivalente avender su misión en este mundo por unos cuantos ladrillos. Cuando tomó conciencia de lo que había hecho, no quiso ni siquiera seguir aceptando la mensualidad correspondiente a las acciones que había heredado de su abuelo, una especie de auto castigo bien merecido. Por eso pensaba que gracias a las comisiones porventas que obtendría ese mes, compraría un acondicionador de aire. Aún pagaba un saldo que había quedado de su tarjeta de crédito por el último viaje a Yucatán y eso condicionaba una parte importante de sus ingresos. Pero no le importaba, porque las ventajas de viajar y vivir sola compensaban cada peso que debía sacrificar.De hecho, ya estaba organizando su próximo viaje a Perú junto a su amiga Vicky.

Tomó una ducha rápida y mientras se vestía alternaba sus movimientoscon los mates más que dulces, empalagosos. Teniendo en cuenta la locura que se avecinaba en los locales ese sábado de vísperas del día de la madre,no le importaría usar zapatos incómodos que le disimularan la baja estatura y las caderas anchas.

Según ella, y los comentarios que mes a mes había escuchado de Fabián, su cuerpo era desproporcionado, petiso y de muslos grandes. Y también según Fabián, todo aquello era porque comía demasiado y no se cuidaba.

Ese sábado necesitaría llegar unos minutos antes de abrir el local al público para supervisar que todo estuviera perfecto. En cuanto cerraba la puerta de su departamento recibió el llamado de Paula, quien le informó que la encargada del local de uno de los shoppings se había torcido el pie hacía 10 minutos, por lo que debía desviar sus planes para dar apoyo al equipo de ventas del mismo.

Una canción de James Blunt -cantante pop británico- se escuchó en el auto ni bien lo encendió. Levantó el volumen en aprobación, abrochó el cinturón y arrancó haciendo bailar los dedos en cada semáforo.

Tenía una curiosidad que la hacía muchas veces meterse en problemas porque siempre decía que prefería equivocarse por acción y no por omisión,política que excepto en su trabajo –donde nunca la había practicado- le había causado varios problemas. Y el ejemplo más latente era el de Fabián, cuando actuando por acción -totalmente impulsiva- había arruinado varios años de su vida, y aún seguía sintiendo sus “efectos colaterales”.

Sacó las llaves de su cartera mientras revisaba vidrieras. No le gustaba la campera color suela que estaba en el manequín porque no combinaba con los colores de los demás productos.Abrió el local, prendió las luces y dejó su bolso en el pequeño perchero detrás de la puerta. Encendió la computadorayel sistema de facturación. Chequeó que las cifras deapertura de caja estuvieran correctas.

Mayra, con disposición y buen tono, daba apoyo a cada sector, subía y bajaba al depósito, respondía las llamadas, pasaba las tarjetas de crédito por el posnet, atendía los cambios que nadie quería atender, y reponía mercadería contínuamente.

Cerraron las puertas detrás de la última clienta a las nueve y diez de la noche y los vendedores ordenaron el local mientras ella ayudaba a la cajera a cerrar caja, pedir los cierres de lotes y enviar los informes a casa central. Pese al cansancio, había un clima de fiesta en todo el ambiente porque habían superado el objetivo de ventas. Mayra despedía a cada vendedor anotando en la planilla de saques los productosque cada uno llevaría para regalar al día siguiente. Y en aquel momento, viendo una de las billeteras que le mostraban, recordó que sería fantástica para regalársela a su ex suegra. Pero ese año ya no tenía esa responsabilidad, y el pensamiento borró su sonrisa y dejó sus facciones duras por largo tiempo.

No había sido un año fácil. Aquel momento en que abrió la puerta de su departamento y visualizó cables sueltos y desprolijos en lugar del LCD que le había regalado a Fabián, fue cuando las sospechas de que se iría pronto cobraron forma y la consumieron de un chasquido. Tampoco estaba la cafetera que le había regalado, ni las camisetas de la Champion League, ni sus botines de futbol. Ni siquiera su desodorante para recordar como olía el baño después de ducharse. Pero con el tiempo y mucha terapia se convenció de que tanta desgracia la había convertido en algo mejor.

Sin duda, ella tenía la mezcla exacta que necesitaba un líder: sabía cuando reír, cuando dar una pisca de ánimo y alegría, cuando interferir ante alguna discusión entre vendedores del staff y también, cuando era el momento exacto de decir las verdades queningún empleado quería escuchar y ningún superior quería decir.

Mientras manejaba de regreso a su departamento sentía que su cuerpo le pesaba el doble y que su espalda le gruñía del cansancio. Chequeaba los mensajes que había recibido entre semáforo y semáforo porque debía prepararse para el cumpleaños de su amiga. Y lo que no sabía, era que esa noche, marcaría su rumbo para siempre.

Sinopsis de la novela “Dos vidas”

Una noche de tapas y tragos, Mayra se encuentra con una gitana que lee su mano y predice una doble línea del destino: dos almas que coexisten infinitamente en un tiempo y un espacio compartido.

Un inesperado viaje a sus raíces le comienza a mostrar señales que al reconocer como ciertas, lasumergen lentamente en la búsqueda de su otra vida. Esa consignale exige un continuo cambio de roles y ambientes, desde una ambiciosa empleada hasta una artista rebelde. Desde una persona sin escrúpulos hasta una líder caritativa y solidaria.

Inquieta por encontrar soluciones a sus intrigas se involucra con conceptos deastrología, vidas paralelas,y trasplantes de órganos.

Inquieta por resolver el desdoblamiento de vidas, conoce y transita realidades de personas con enfermedades terminales.

Inquieta por descubrir qué hay detrás de la verdad, elige caminos que son trampas directas a una guerra de destinos cruzados, amores insolventes y pasados y futuros sin respuestas aparentes.

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