Capítulo 1:
El cumpleaños
En un día tan normal Bianca es despertada por el cálido sol que le acaricia el rostro, mira su despertador, observa que son las seis y media, sonríe y se levanta. Para ella era el mejor día del año, debido a que cumpliría su mayoría de edad; nunca se desesperó por tener dieciocho, pero aun así estaba alegre.
Esa mañana después de levantarse fue al baño, cepilló sus dientes, se duchó y luego lavó su cabello con el champú que ella consideraba el mejor. Al terminar se secó con un paño de color rojo y se colocó otro en la cabeza. Con rapidez se dirigió al closet y sacó un vestido de color morado que había comprado meses antes justo para ese día, luego se lo colocó. Ella observa que le queda perfecto mientras hace poses frente a su espejo, mirando cada parte de su cuerpo. Posteriormente busca unas Converse del mismo color y se las coloca con una tobilleras negras. Seguido va hacia el cuarto de su madre y agarra un esmalte que estaba encima de la peinadora, pero lo hace de manera muy sigilosa, debido a que a ella no le gustaba que tocaran sus cosas. Al terminar lo volvió a llevar a su lugar con una sonrisa en la cara. Para ella tomar algo sin permiso estaba prohibido, era una de las principales reglas de sus padres, así que si lo hacía, siempre optaba por ser meticulosa y nunca descubierta. Ya al tener su cabello casi seco buscó el secador que estaba en su cuarto, lo encendió y luego lo uso para terminarse de secar las puntas que aún seguían mojadas.
Bianca era una joven muy hogareña, muy rara vez salía, y si lo hacía, era con su madre, debido a que ella era una mujer muy amargada; nunca compartían juntas, y su padre no era la excepción, así que debía disfrutar de la soledad en su habitación, la cual era muy fructuosa la mayoría del tiempo.
Como su madre nunca quiso enseñarla a maquillarse, ese día ella decidió colocarle por primera vez un poco de color a su rostro. Debido a que era inexperta en eso de maquillarse, solo se delineó los ojos, se colocó un poco de compacto y se pintó la boca con un brillo; no le quedó perfecto el maquillaje, pero para ella estaba bien, se sentía cómoda, y eso era lo más importante.
Sin pedir permiso salió de su casa, regocijada, con el corazón acelerado y una gran sonrisa. Ya eran las nueve de la mañana. Lo primero que hace es sacar su monedero, ahí tenía el dinero que había estado guardando para su cumpleaños; sacó un billete de cien y se dirigió a la heladería: «Divinos Pecados», que era su favorita desde muy pequeña. Estando allí se compró un helado de fresa y le pidió al vendedor que por favor le colocara bastante arequipe, le encantaba su sabor. Al estar listo su helado le pagó al señor, se fue a la plaza más cercana y se sentó en una banca que estaba ubicada justo en el centro, donde las palomas caminaban y gorjeaban. Mientras disfrutaba de su suculento helado las veía caminar de aquí a allá, una exuberante cantidad, divididas en tres colores: negras, blancas y grises.
El clima era perfecto, no había nada de sol, y el suave aire rosaba tu piel, con la misma delicadeza con la que se toca una rosa, dando la sensación de frio, pero de un frio cálido, el cual se adhiere a ti, pasando por todo tu cuerpo y dejando su presencia atrás.
Mientras ella está embelesada observando las palomas se sienta un hombre vestido con un smoking elegante de color negro, alto, tez morena y ojos marrones. Él le ofrece un caramelo, pero ella se niega, ya que no conoce a ese hombre. Como Bianca no quiso aceptar el caramelo, él lo guarda, estira sus brazos en la banca, se estira y mira hacía el frente.
—Hoy es un hermoso día ¿Cierto? —comenta aquel extraño sin apartar la mirada del frente.
Pero Bianca se cohíbe en responder, puesto que era muy tímida. Solo lo ignora y sigue comiendo su helado.
— ¿No hablas? ¿Cuál es tú nombre? —pregunta el hombre tratando de establecer una conversación. Esta vez desvía su mirada a ella.
Con la pena y esfuerzo más grande del mundo decide hablar.
—Bianca… —contesta mientras agacha la cabeza.
—Qué lindo nombre. Yo me llamo Alfonso —confesó sonriendo y le dio la mano.
Bianca se aparta un poco y vuelve a quedar en silencio, dado que aquel hombre a pesar de ser muy guapo, no trasmitía un aire de buena fe. Sin embargo, por ser un día especial ella decide armarse de valor y comienza a platicar. Era hora de hacer cosas nuevas
—¿Qué edad tienes, Alfonso? —preguntó Bianca sin mirarlo a la cara, con las manos entre las piernas debido a la pena.
—¿Cuánto crees qué tengo? —el hombre pregunta de forma pícara.
—Veintidós, supongo.
—¡Estás en lo cierto! ¡Acertaste, Bianca! ¿Y tú, cuantos tienes?
—Hoy cumplo mis dieciochos —se sonrojó un poco.
—¡Qué maravilla! ¿Y planeas hacer algo en este día tan especial?
—La verdad no, ya que no tengo muchos amigos. Esta es la primera vez que salgo sola de la casa. Además, estoy escapada.
—Entiendo… ¿Y vives cerca de aquí?
—Sí. A dos calles de la plaza.
—Ah ok… ¿Y tus padres saben que estás aquí? —pregunta mientras se acerca y le toca la pierna con su mano.
—No —responde Bianca mientras aparta la mano de Alfonso —. Creo que ya me tengo que ir, ya será la hora del almuerzo, mi madre entrará a mi cuarto y si ve que no estoy se enfadará mucho. No quiero aumentar su cólera.
—Tranquila, ¿Si quieres te acompaño? —preguntó embozando una sonrisa lobuna.
—No, no. Mejor quédate aquí —musitó con un poco de miedo y nervios.
—¡Vamos! vives cerca, no perderé mucho tiempo —insiste el hombre.
Bianca queda convencida por Alfonso debido a su gran intensidad y deja que él la acompañe. A una cuadra antes de llegar a su casa él le cuenta que sabe de un atajo por donde llegarían más rápido, ella se niega, ya que no conoce esa ruta, pero el hombre vuelve a insistir haciendo pucheros y termina convenciéndola. Alfonso la adentra por pequeñas veredas en las que Bianca jamás había estado. Temerosa intenta salir corriendo para devolverse, pero es detenida, él le cual le impide el paso.
—Confía en mí, por aquí llegarás mucho más rápido —confesó mientras la sujeta por el brazo para que así no escapara.
Nuevamente la convence y decide hacerle caso. Después de cruzar unas cuentas e interminables veredas oscuras Alfonso se detiene.
—Cruza a tu izquierda y hay estarás en la calle de tú casa —dijo señalando la siguiente vereda.
Al cruzar Bianca se da cuenta que es un callejón sin salida, con rapidez intenta voltearse, pero le colocan un pequeño pañuelo en la cara, tapándole la respiración y haciendo que se desmayara. En ese momento los pájaros volaron alto, dando a conocer su presencia con gran fuerza y la del hecho que había ocurrido. Una niña había sido secuestrada.
Cuando despierta abre los ojos, pero no es capaz de poder ver nada «Estoy ciega», pensó, sin poder decir ni una palabra, a consecuencia de que tenía un trapo entre los dientes y unas cuerdas que inmovilizaban su cuerpo. A los tres minutos de haber despertado ella se da cuenta de que una puerta se abre, pero el gran resplandor evita que pueda ver de quién se trataba, visto que aún estaba mareada por la droga que le habían obligado a esnifar; aun así, intenta y se da cuenta que se trata de tres personas. Ella las escucha hablar a lo lejos, pero sin poder entender lo que estaban diciendo. Cuando al fin logra recuperar la visión observa a una mujer y a dos hombres con máscaras tapando todo su rostro, vistiendo unas túnicas de color negro con una nube roja en la espalda. La máscara del primer hombre tenía la cara demostrando un gesto de alegría, la del segundo demostraba ira, y la de la mujer demostrada tristeza. Bianca se asustó por un momento, pero segundos después se tranquilizó. Como pudo gimió para que aquellas personas se acercaran. Al llegar a donde estaba ella el hombre de la cara feliz se le acerca y se agacha.
—Tranquila. Estarás a salvo, si te portas bien, por supuesto —dijo de una manera muy calmada posándole su mano en la cabeza.
En ese momento ella piensa que se trata de un juego de sus padres, a causa de que era su cumpleaños —ellos siempre fueron muy crueles —, así que cambió la mirada imaginando que aquel secuestro se trataba de un simple juego. Hasta que el hombre de la máscara de ira se acerca y golpea su estómago dejándola sin aire. En ese instante ella piensa «¿Qué está pasado? ¿Será qué esto no es un juego?», Bianca cae y se retuerce en el piso del dolor, sentía que se ahogaba. Después de unos minutos volvió a recuperar el aliento. Él hombre de la máscara feliz se acerca y le quita el trapo, ella inmediatamente le grita de la desesperación e incertidumbre.
—¡¿Pero quiénes son ustedes?! ¡¿Qué quieren de mí?!
—Shhh —dice el hombre de la máscara de ira tapándole la boca con su dedo índice derecho.
Ella sin miedo le muerde el dedo haciendo que le sangre. La adrenalina la dominaba.
—Niña mala, tienes que portarte bien —expresa el hombre y con su otra mano se levanta un poco la máscara y lame su sangre.
La mujer se acerca e intenta quitarle las cuerdas que la tenían sujetada, pero fue detenida por el hombre de la máscara de ira.
—¡Espera! —dice con una voz maliciosa —. Primero hay que asegurarnos de que no tratará de escapar, y sé la manera perfecta. A niñas como ella hay que darles un trato especial, sino harán lo que quieren.
Con fuerza la agarra por el cabello, la levanta para que grite y le vuelve a golpear el estómago, la suelta, al caer le da una patada por la espalda y termina golpeándola por un costado varias veces sin detenerse, hasta que su sed de dolor disminuyó. Su otro compañero influyó en eso, puesto que se acercó y lo alejó de ella diciéndole que no la lastimara más, pues era la nueva,
Lista y prácticamente dormida la mujer le suelta las cuerdas y queda libre. Sin poder moverse, casi desmayada, ve como aquellas personas se alejan y la dejan encerrada en un cuarto oscuro.
Cuando por fin vuelve su conciencia, se toca por un costado y siente que esa parte la tiene hinchada e inflamada. Con deficiencia se levanta y observa el cuarto, lo único que puede observar es una ventana rectangular colocada de manera vertical, la cual medio deja entrar una pequeña luz, paredes corroídas, un colchón desgastado con tonos amarillentos y un vaso con agua, nada de comida. Ella se moría de hambre, lo único que logró comer en todo el día fue el helado. Observa su reloj y ve que son las diez de la noche, queda asombrada de la hora, en ese momento se preguntó «¿Cuánto tiempo estuve desmayada?». Para Bianca lo que estaba viviendo era irreal, algo como eso era imposible que le ocurriera. Aún creía que estaba en un sueño.
—Esto debe tratarse de un sueño. Mañana cuando me despierte estaré en mi casa y será mi cumpleaños —se dijo a sí misma.
Sin más agarró el vaso con agua, se lo tomó y se acostó en el colchón, era mejor eso que el frío y duro piso.
***
A la mañana siguiente Bianca despierta, ya el dolor del cuerpo no era tan intenso —¿En serio esto es real? —se preguntó —. Ya que aún seguía en aquel oscuro y tenebroso cuarto, el cual emanaba humedad por doquier. Al pasar una hora observa su reloj y ve son las ocho de la mañana. Ya era sábado. Había perdido su día más especial, el único que había considerado “Especial”.
—He perdido todo mi cumpleaños encerrada, ¿Qué debo hacer? Mis padres deben estar furiosos buscándome porque me escapé de la casa, o a lo mejor estén alegres porque ya no estoy —se preguntó un poco triste y acelerada mientras mirada hacía el techo. Ella les tenía más miedo a sus padres que a los secuestradores, debido a la golpiza que le darían cuando la encontraran, sin importar que nada haya sido su culpa.
—Bueno Bianca, quédate tranquila, tus padres vendrán pronto. Seguro estos secuestradores pedirán un rescate —se dijo a si misma de manera muy optimista para intentar alegrarse.
A las doce del mediodía entra una persona, se trata del hombre con la máscara de alegría.
—Aquí está tu comida, disfrútala, será la única del día.
Bianca se acerca con rapidez debido a que el hambre podía más que el miedo; cuando observa el plato puede ver una porción de arroz blanco, con pan y un vaso con agua. Para ella fue tanta la decepción que perdió el apetito y decidió volverse a acostar.
—Bueno. Aquí te la dejo —Dijo el hombre retirándose del cuarto y volviéndola a dejar sola.
Ya eran las dos de la tarde, el hambre la había vencido. Bianca se acercó y con lágrimas se comió todo, sin dejar ni un solo arroz en el plato. No disfrutó nada de lo que comió, pero tampoco estaba en condiciones para pedir. Se hicieron las siete de la noche, ella desesperada intenta romper la ventada golpeándola con los puños, pero termina agotada y tirada en el suelo. Esta era más dura de lo que ella pensaba, a lo mejor estaba blindada.
—¿Por qué me tuvo que pasar esto a mí? ¿Acaso soy una mala persona por tomar un esmalte que no era mío? O ¿Por salir a comprar un helado sin pedir permiso? —dijo exaltada y triste al mismo tiempo mientras caminaba de aquí a allá. Llegan las nueve de la noche. Ya se sentía agobiada, a pesar de que solo tenía casi dos días en ese cuarto. Para ella estar encerrada era algo muy fuerte; que sea una joven de su casa no significa que le guste estar prisionera. En su habitación tenía libre albedrío de hacer muchas cosas, sí, no salía de casa, pero ella se sentía bien cuenta estaba en su cuarto, con la puerta cerrada y la música a todo dar —Aún no lo entiendo, ¿Por qué razón estoy encerrada? —se pregunta a sí misma —. Nunca he hecho nada, así que no debería estarlo ¿O sí? Ya me estoy volviendo loca, ahora hablando conmigo misma ¿Qué puede ser peor que esto? En ese momento entra el hombre de la máscara de ira y le dice que se levante con un tono de voz posesivo, ella obedece y luego observa que carga una ropa entre los brazos «¿Para qué será?», se pregunta, luego el hombre se la tira en el colchón con mucha rudeza.
—Colócate esas prendas, niña —le ordena.
Ella mira las prendas, se trataba de una franela blanca un poco desteñida, con un número marcado en la espalda, era el veinticinco, y un mono, igualmente de color blanco.
—¿Para qué se supone que es esta ropa? —pregunta Bianca mientras las coge.
—¡Solo colócatela y no hagas preguntas! —dice el hombre con voz de autoridad.
Sin poder hacer nada ella se las coloca y se da cuenta que le queda un poco grande, pero no había más opciones, esa ropa estaba más limpia que la que cargaba puesta. Era mejor eso que nada, así que se adaptó.
—¡Quiero que te quites el sostén! —ordena el desconocido firmemente sin quitarle la mirada de encima.
Ella de inmediatamente respondió que no, esto hizo que el hombre se exasperara; con mucha fuerza la agarró, y le arrancó la camisa junto con el sostén, dejando sus senos al aire, los cuales rebotaron al instante y mostraron su perfecta circunferencia.
—Mmm, son justo como yo esperaba —comenta el hombre mientras contemplaba los senos descubiertos de Bianca.
Cuando ella reacciona se los tapa y lo insulta intentando golpearlo, pero él le detiene las manos, y le da una cachetada dejando en su cara una marca.
—Deja el jueguito, niñita, es por tu bien —expresó tirando sus manos un tanto molesto.
El hombre sale y la deja encerrada nuevamente. Con la cara adolorida Bianca agarra la ropa, se la coloca y se acuesta.
—Espero que esto termine pronto, no creo que soporte mucho —dijo entre lágrimas.
Sinopsis
Desde que fui secuestrada me obligan a prostituirme, obedezco, no por placer, sino para no ser maltratada y poder comer. Aunque no lo niego, esas máscaras que cargan a diario me provocan miedo; la incertidumbre de sus rostros me carcome.
Sé que esta organización planea algo extraño, experimentan con humanos, ¿Cuál será su objetivo? Aún lo desconozco. Pero de algo si estoy segura, ahora soy parte de eso.
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