Esperé el amparo de
la noche para tomar su mano, en el aire del verano incipiente, cargado de
perfumes; caminábamos. Casi flotábamos.
Traviesos, cómplices, pasábamos lejos de las farolas,
lejos de los pocos transeúntes qué después de media noche se
aventuraban por las Barrancas de Belgrano.
Lejos de los adustos
vigilantes qué, aunque la dictadura se había acabado, conservaban
el mismo aire de perro furioso, apenas contenido.
¿En qué momento
nos miramos y supimos que íbamos a besarnos?, ¿en qué momento
cruzamos ese umbral para siempre?
Cuando acabó ese
beso tierno y tímido, casi con lágrimas en los ojos, con el alivio
de un deseo contenido largamente, sentí los miles de ojos, los de
mis padres, los de mis muertos, los de mis amigos, los de miles de
desconocidos, sentí todo el peso del DSM*. porque, con un simple
beso, dos que entonces nos amábamos, dos chiquilines acabábamos de
recibirnos de enfermos.
*Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
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