Quince de Marzo de Dos mil veintiuno.
Qué rápido pasa el tiempo…
Esto no es sólo una frase, te lo digo yo que lo sé de primera mano. Pasa tan rápido que ni cuenta te das.
Un día estás tomando de la teta de tu madre, al día siguiente la teta la das tu y pasado mañana ya tu teta es una pasa. Nadie te prepara. Pasa y ya.
Qué rápido va el tiempo, comiéndose año tras año casi sin hacer la digestión…
Si me llegan a decir que cumpliría noventa y seis años, no lo hubiera creído. Hubiera dicho que no, que me quedaría en los setenta o así…
Aquí estoy, rozando el número cien.
Sí, hoy es mi cumpleaños… y me han faltado tantas cosas por hacer…
Sí, sí, has escuchado bien. Me han faltado cosas por hacer y mira que he tenido tiempo…pero es eso, que pasa tan rápido que se va y no te enteras. Años, meses, días.
¿Dónde se guarda el tiempo que no se aprovecha?, ¿existe alguna especie de nevera donde se congela y así disfrutar de él cuando estés preparada o cuando te des cuenta de que has de aprovecharlo porque sólo te queda ese? Me gustaría recuperar el mío pero no sé cómo… Si alguien lo descubre alguna vez, que me busque. Algún día se podrá porque está casi todo inventado. En cualquier momento, se hace de vientre pulsando un botón. Con tal de que el ser humano no se esfuerce, inventan cualquier cosa.
Antes era todo tan diferente…
Juraría que incluso el sol brillaba y calentaba con más fuerza y la luna estaba acompañada por muchísimas más estrellas que pintaban la noche como si fuera un vestido flamenco de lunares.
Me faltaron palabras que decir y otras quizá me las tendría que haber guardado en el bolsillo. He sido de esas personas que metían la pata a menudo. Alguna palabra habrá por ahí volando con la que aún pueda cruzarme… pero prefiero no mirar, lo dicho, dicho está. Es mejor no pensarlo ya…
Me faltaron besos que no di por ir con prisas o yo qué sé porqué. Ahora los daría todos y más. No he sido una persona muy cariñosa, no.
Siempre decimos aquello de que «si pudiéramos dar marcha atrás». No nos engañemos, seguro que actuaríamos igual porque así somos, expertos en tropezar con la misma piedra una y otra vez.
En este momento leería un buen libro pero mis ojos ya no me dejan, ¿tu estás leyendo alguno ahora? Hace unos días vi que tenias uno de plástico entre las manos, yo nunca he leído uno así. A ver si lo terminas y me lo pasas. A mi siempre me gustaron los basados en hechos reales, de esos de los que puedes aprender y tu mismo formas parte de la historia. Normalmente, era capaz de meterme en la piel de cada personaje y terminaba llorando como una magdalena. Ya hace mucho tiempo de eso…, ya nadie me acerca un libro, aunque sea de cuatro páginas. Se ve que por estar en una cama, ya saben que mis ojos están cansados. Se les podría ocurrir leerme, soy toda oídos. Esos sí que funcionan bien.
No viajé más allá del pueblo de al lado, ni sé lo que se siente al montar en avión o en tren. Encima del burro se iba bien y no era necesario ir tan lejos. Todo más allá de lo conocido, daba miedo. Por lo menos a mi. Igual tu eres más echá’ pa’lante. ¡Que suerte!
Ni siquiera me fumé un ciguarrillo o probé la cerveza o me puse minifalda o pantalón o me pinté las uñas o caminé desnuda. Estaba mal visto en una mujer tal cosa… y nada de escotes… ¡que se revolucionaban más mujeres que hombres!
Que desastre… la de veces que me he cortado las alas sólo porque algo no estaba «bien visto».
No conocí más de un varón … Aunque, entre tú y yo, me hizo tilín otro hombre cuando ya estaba casada. No se lo conté a nadie. Lo guardé para mis adentros. ¿Cómo iba a contar tal cosa? Me hubieran sacado cantares e incluso puede que me quedara sin cama en la que dormir y mesa a la que sentarme a comer. Quizás no estaría aquí ahora contándote todo esto.
Al poco tiempo ya quedé embarazada de mi primera hija y, poco a poco, olvidé ese capricho. Eso me decía a mi misma para autoconvencerme, que era un capricho y no podía ser, no debía ser.
Después él se fue del pueblo. Marchó a las Américas en un barco en el que montó mucha gente.
Dicen que iban en busca de un mundo mejor y oportunidades de trabajo pero después se supo lo mal que lo pasaron.
Esto es como cuando besas al príncipe y te sale rana.
Hubo mujeres de las que abusaron y a unos y otros maltrataron. Los hubo que murieron por enfermedad, pena o paliza y jamás llegaron. Otros siguen allí pero su vida es tan normal como lo puede ser la tuya o lo fue (es) la mía.
Recuerdo que mi marido también quería que nos montaramos en el barco pero, por suerte, quedé embarazada antes y eso le hizo reflexionar. Un viaje así, con una duración de meses, no era apropiado para alguien en mi estado. Menudo suspiro di cuando cambió de opinión. Antes era muy complicado llevar la contraria al hombre. Si él hubiera dicho que íbamos, hubiéramos ido. ¡Con lo complicado que ha de ser entender a los americanos..! Imagina que hubiera tenido que aprender a hablar como ellos..
Uy si yo hubiera nacido en la época de ahora… cuantas cosas serían diferentes..
No sólo con los demás, también conmigo misma.
Me hubiera encantado visitar el Bernabéu. Eso sí que me hubiera emocionado. Siempre he sido del Real Madrid, ni un partido de fútbol me perdía en televisión. Ahora, según he oído, hay que pagar para verlo en casa. Todo es dinero. Maldito dinero. Bendito dinero.
Puede que tuviera que haber sido un poco más cariñosa, sólo un poco. Antes la cosa iba más de dar un guantazo, ahora se habla y se respetan las diferentes posturas de unos y otros. Por suerte.
Si hubiera podido estudiar, habría sido médico.
¿Me imaginas con bata blanca atendiendo a cientos de personas postradas en una cama? Vale, yo también estoy en una cama pero no estoy enferma, sólo mayor. (Aunque en espíritu tengo treinta)
El trabajo me hizo una mujer fuerte. Si me vieras las manos, lo sabrías. Son duras y en ellas se leen muchas horas de sol a sol.
Llevo meses en una cama y únicamente me levanto para ir al baño. Quién me ha visto y quién me ve…
He recibido visitas de personas con bozal. Si ya me cuesta reconocer a la gente por mi edad, imagínate con la cara medio tapá`.
Entran y se ponen a hablar de cosas que ni me van ni me vienen…¡como si el hecho de estar tumbada en la cama me privara de oído!
Hablan en voz baja para que no me entere de que estamos en estado de alarma y, al parecer, no se puede salir a la calle.
¡Que me entero de to’!
Como si yo pudiera salir igualmente… ¡Si llevo meses aquí metía’! Menudo confinamiento me estoy marcando…
El otro día les oí discutiendo porque no sé quién no encontraba su móvil. No entiendo la dependencia que tienen con ese cacharro. En mi época nos llamábamos a voces y el mundo rulaba bien. Alguna tara tenía, pero ahora tampoco es que sea idílico. Lo sé por lo que escucho… porque de la ventana sólo se ve una calle por donde apenas pasa gente.
Se acusaban unos a otros…¡y yo sabía dónde estaba el móvil! Pero claro, como estoy tumbada se piensan que no sé hablar… y nadie me pregunta.
Pero sí, ¡hablo y oigo!
…¡Ay…! Si me prestaran un poco de atención, la de historias que podría contarles…
¡Hasta un libro podría escribir!
Andan revolucionados por no sé qué virus que anda suelto, por eso lo del bozal.
Si supieran todo lo que este cuerpecino ha vivido…
A mi no me asusta el virus sino el hambre.
El otro día me pincharon, dicen que para combatirlo y no me ponga malita… ¡Se creen que porque esté en una cama y tenga noventa y cinco años (ese día tenía noventa y cinco todavía) me voy a poner malita!
Ni una reacción, oye.
Estoy como una rosa…lo que pasa que estoy cansadina. Son muchos pasos ya los que han dado mis pies, por eso estoy mejor tumbá’.
Mañana haría noventa y seis años desde que se declaró el estado de guerra en nuestro país. Yo recién salida del vientre de mi santa madre y ya temblaba el mundo. ¡Menudo recibimiento, abro el ojo y me encuentro con una dictadura de golpe!
Bueno, lo tuyo no es tan diferente… Acabas de nacer y te encuentras con que hay una pandemia.
Antes de que empieces a llorar, voy a terminar de contarte alguna cosina más.
Ya en el 31, por fin se le concede el voto a las mujeres. Orgullosa estoy de haber vivido aquello. Lo tendrás un poco más fácil cuando crezcas… O eso espero.
Cuantas fechas importantes…cuantos momentos históricos…
La Segunda República, el Franquismo,… una familia de cinco comiendo del mismo plato, camas compartidas con colchones de lana, el corral en la parte baja de la casa para que el calor de las bestias nos calentara arriba, sin coche, con caballo, con poco dinero y muchas bocas que alimentar, más tarde cinco adolescentes con los que lidiar y un marido.
Ahora la vida la marca un virus…y yo aquí, tumbada en una cama. Tu también estás tumbada pero no te preocupes, que crecerás y podrás salir de esa cuna. Lo mío es diferente.
Ojalá a alguien se le ocurriera hablar conmigo. Tardo en terminar una frase pero sigo teniendo voz. Menos mal que te han dejado aquí un momento para que me hagas compañía. Soy tu bisabuela, ¿sabes?
Espero que me traigan una vela o algo para soplarla, que esto hay que celebrarlo.
Si me cuentan esto hace años, me hubiera reído y hubiera atestado de to’ a quien me lo contara.
Antes era el propio hombre el que mataba, el que iniciaba las guerras en las que morían millones de personas inocentes. Hoy de esos sigue habiendo y le sumamos un bicho invisible.
Seguro que la edad me ha obsequiado con poderes porque ese virus no ha venido por aquí… ¡Y que no venga porque no lo quiero ni ver!
– Sopla abuela.
– Que lleguemos a otro año, hija, que lleguemos y con salud.
– Sopla más fuerte.
El llanto de un bebé. Una vela parpadeando. Un segundo eterno marcado por un silencio ruidoso. Dos vidas. Una empezaba, otra terminaba. Un momento. Un encuentro. Un «para siempre». Vida. Respirar. Sentir. Volar.
(Julia tuvo unos instantes para estar a solas con su bisnieta, a la que bautizaron con su mismo nombre, ya que ella nació también un quince de marzo pero de hace un año. Juntas soplaron la vela y aquello quedó para el recuerdo de todos, para siempre).
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