Besos en la frente

Besos en la frente

Cuando mis pies no podían tocar el suelo, estando yo sentada en una silla, recuerdo con nostalgia, un beso en la mejilla. A veces con sabor a menta, a veces con el sabor de la leche y el café.

«Para que sientas que estoy contigo aunque no pueda acompañarte», me habían dicho, porque nada cura la soledad como lo hace un beso en la frente, según tenía yo entendido.

Por que no hay mejor forma de despertar, ni de despedirse, ni de consolar; y yo con mucha suerte los recibía hasta en las horas más inesperadas en las que había que llorar. 

Porque no hay mejor forma de mostrar el afecto del que uno siente rebozar que un beso, ni un mejor lugar para recibirlo que una frente agobiada con pesar. 

Y por eso es muy triste en verdad saber que algún día a las arrugas que la angustia hace desfigurar mi frente no encontraran cura, pues no hay en el mundo besos más efectivos que los que da mi madre con ternura.

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