El primer beso

El primer beso

De puntillas frente a ti, susurrando con el corazón mi sentir. Tú, no siendo ajeno, aproximando mi cuerpo al tuyo, mezclando intensamente tu aliento con el mío en un difuso aire que me mareaba y me causaba el nerviosismo de la primera vez. Cerré los ojos al sentir cálidamente la suavidad de tus labios sobre los míos como una tierna caricia. Mi cuerpo se estremeció, mi piel se erizó y mi mente quedó completamente nublada. Como atraída a un imán no quise separarme, quería seguir disfrutando de aquella sinfonía de amor que descompasaba los latidos de mi corazón y causaba estragos en mí. Cuando nuestros pulmones se saturaron de nuestro sentir, nos obligaron a separarnos. Volví en sí e inmediatamente abrí los ojos para observarlo. En tus ojos se reflejaba ternura y algo de estupor, sonreía ligeramente contemplándome; yo también te sonreí, el brillo de nuestros ojos parecía el destello del sol, nuestras mejillas enrojecidas representaban el resultado del bombeo descompasado y acelerado de nuestros corazones. Ambos recobramos nuestra cordura en con un suspiro casi imperceptible. Nos separamos nuestros cuerpos como si la cercanía nos quemara las entrañas. En ese instante, una infantil vergüenza se apoderó de nosotros.

– Lo lamento – dijiste, recobrando tu sobria conciencia, aún con sus nervios hechos trizas – fue un impulso que no pude controlar…lo siento, hasta pronto.

Yo no supe que decir, estaba aletargada en una dimensión ajena a la tierra que no me permitía recopilar lo que habías  mencionado antes de marcharse de mi lado.

Luego de unas horas, finalmente mi cerebro había asimilado lo sucedido, recordé tus palabras y empaticé tu sentir apenado. Fue entonces, que se me ocurrió enviarte un pequeño recado con unos pasteles que yo sabía que te encantaban. No supe sino por tu madre, que apenas recibiste el recado y la caja que contenía los pastelillos, subiste como si te urgiera la vida a tu habitación y leíste en silencio lo que estaba escrito en el papelito y sonreíste con ternura.

Sonreí satisfecha al oír que las letras en ese trozo de papel habían expiado tus culpas y vergüenza. Mis palabras fueron simples, pero habían expresado lo que sentía en lo más profundo de mi ser…

«Dar un beso no es un error si estás seguro que la persona que lo recibió, es y será parte de tu vida. No hay razón para lamentarte, el único crimen que cometimos ambos, es el amarnos profundamente. Nos vemos pronto» – Con todo el amor del mundo, Felisa.

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