Eran épocas de terrorismo, de fácil morir, las balas y las trampas explosivas eran la noticia de cada día, recuerdo que por esas épocas vivía cerca de palacio de gobierno y los panfletos guerrilleros y los sucesivos apagones e incendios iban anunciando que la marea roja pronto asaltaría dicha sede. Tendría 18 años cuando ingrese a la universidad pública a seguir estudios de computación, todos los pabellones estaban empapelados con predicas marxistas y noticias de sus gloriosas acciones, se sentía una atmosfera de incertidumbre y mucho miedo, los camaradas o policías te interceptaban para comprometerte en alguna acción directa, solo Dios sabe en qué momento no signifique carnada para nadie. Nada nos salvará de la muerte, pero al menos el amor será el elixir para que el infierno se vista de primavera, ella era gentil, dulce y carismática, creo que se dio cuenta que era la sombra que velaba su alma y tal vez por ello me dio una oportunidad.

El profesor Caroll Dalle nos envió a un trabajo de investigación académica a las faldas de un cerro imponente, en los extramuros de la ciudad colonial, en un vericueto de casitas humildes teníamos que investigar las leyes de la felicidad en familias de escasos recursos económicos, por lo que teníamos que convivir con ellos escasos tres días y completar cuestionarios sociológicos, la primera noche en un cuarto construido con retazos de maderas, alumbrados por velas veíamos a lo lejos alzando una leve polvareda a una fila de obreros y comerciantes marginales regresar a casa vencidos por el cansancio antes que les gane el toque de queda, la luz de la luna dejaba advertir el barniz exacerbado de la cera natural de su rostro y el brillo húmedo de sus labios rojos contrastaban con su perfecta dentadura de blanco alabastro. Fue en ese instante que nos besamos, en esa cabaña de cuentos, de madreselvas que trepaban ventanas y claraboyas adornándolas de diversos colores silvestres…

Una detonación muy cerca y fuerte removió el cerro, las palomas y aves de corral prontas a dormir salieron disparadas por el aire hacia la nada, los perros aullaban, entonces nos sacudió un temblor al cual le siguió un gran estruendo, una torre electica cayo quedando por suerte atrapadas entre los cables de alta tensión, mucho polvo cubría el arrabal, gritos de gente escapando del epicentro, mientras nosotros abrazados, caídos del catre…

Mucho tiempo después nos encontramos ya adultos en el ascensor de una clínica internacional, yo me dedicaba a sistemas contables y ella era artista plástica, salía de visitar a su tía, nos dio mucha alegría encontrarnos luego de harto tiempo y lo primero que se nos ocurrió fue no besarnos, ambos reímos, fuimos al cafetín y con un par de jugos repasamos nuestras vidas y nos reíamos mucho, pero al despedirnos sin querer nos dimos un pico, nos pusimos rojos, sonreímos y cada uno continuo su vida, esa noche el presidente de la republica iniciaría una cuarentena por una pandemia que no tendría cuando acabar…

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