Poeta equivocado.

Sin esperanzas y con los pies sobre una tangente, apunto de salirse va aquél lírico suicida, poeta equivocado. Sabe que los labios que le gustan muerden y por eso prueba de todos, con la esperanza de encontrarlos y no, una y otra vez, y una y otra vez y una y otra vez, busca.  De repente siente la sangre que brota del labio en una de las tantas travesías: – ya no te quiero más- el cosquilleo de  un corazón , con tendones al borde de una explosión, le empieza a nacer. Desbordarse en lágrimas es asqueroso pero completamente necesario. Todo es más rancio  sabiendo que el profeta de la promiscuidad ahora llora por monogamia. Labios que muerden lo alcanzan, labios que como tantos, él creyó haber mordido con versos de petrarca. En Argentina le dicen chamuyero a los poetas equivocados y este poeta equivocado le dio mal provecho a sus dones, dones de su lengua la cual resultó mordida volviendo así al poeta equivocado más poeta  y más equivocado que nunca.

Si me preguntan por el beso, fue en una cama, como se dan  gran cantidad de los besos  en el mundo y fuera de él. La peculiaridad es que después del beso quedaron días atados de la boca, cepillando las muelas del otro, exhalando el dióxido del otro, dependiendo y quedando dispuestos a su adversario, el andrógino caminó tres días, por un lado cegado, por el otro lado atrapado y como en todos los relatos de amor pronto una de las partes mordió los hilos para recuperar su libertad.  

 El poeta lloró por ella ( en parte por él mismo) y desde entonces hasta hoy, salta sobre la tangente hasta salirse, maldito lírico suicida que se afana en su utopía de atarse  otra vez con aquellos labios o al menos devolverle la mordida.

 En los martes de besos, cuando siente que tiene el grueso y delicado labio inferior entre sus dientes aparece el fantasma de aquellos labios que lo mordieron y a mansalva cierra las mandíbulas partiéndole la madre a cualquier enamorada  a causa de la desconfianza y el miedo de que alguien vuelva a morder sus labios anémicos otra vez.