Aquellas nubes que hoy observaste,

Viajando en raso vuelo por el horizonte,

No eran más que papel en blanco, por Dios enviado,

Para que me envíes cartas, que se deslicen directo, a mi corazón enamorado.

Podrías escribir en ellas con fervor, que me quieres, que me amas,

Que me anhelas a tu lado con pasión,

O enviar muchos besos al cielo, y cargarlas con infinito amor,

De manera que cuando viajen,

Atravesando valles delirantes,

Empujadas por ventarrones de un querer errante,

Lleguen al sur, de tu corazón anhelante,

Para que me empapen de un frenesí inconmensurable,

Me bañen de caricias y de amor rebosante,

De besos infinitos, que inunden cada poro de mi piel,

Y mirando al cielo daré gracias, por la lluvia que son besos,

De una mamasanta amada, que hoy, no puedo ver.

Dulce lluvia de febrero, no dejes nunca de caer,

Pues en cada gota que en mi humanidad rompe,

Habita un mundo de caricias y querer.

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