…. A la Cita con Sus Amigos

…. A la Cita con Sus Amigos

El Sol está cayendo, es la media tarde, se sienten los pasos cortos y semi arrastrados en la acera izquierda de La Calle.

Son de aquel hombre, el anciano Don Lálix, quien levemente cabizbajo, impecablemente vestido con su pantalón negro, chaqueta blanca y su gorra de Béisbol en la cabeza, transita cada tarde por la vieja Calle Mencía de su Pueblo Barahona.

El objetivo de su caminata, es el Parque Central, donde al llegar, se sienta en la acostumbrada vieja banca de concreto, entre los árboles de robles, para esperar a sus dos Amigos de siempre, Don Nino y Don Víctor.

En su ruta vespertina por la Calle Mencía, el señor Lálix no encuentra a muchos conocidos, sin embargo en su viaje de ida, siempre saluda a Mella, a Cambronal, a Sànchez y finalmente a Rosario.

Ésta última siempre está en la esquina del local de Correos frente al Parque, que es el destino final de las caminatas rutinarias del Anciano.

Sentado en la banca, Don Lálix dirige continuamente su mirada impaciente, hacía la Torre del Reloj, que fué donado por el Munícipe Don Luis E. del Monte y que está ubicado en lo alto del edificio del Ayuntamiento Local.

Así el anciano ve pasar las horas, sin embargo tiene la esperanza de que sus amigos aparezcan en cualquier momento e inicien las charlas de recuerdos que siempre les provocan grandes nostalgias, las cuales Ellos traducen en sonrisas y tristezas.

Ya Don Lálix no podía compartir sus historias y anécdotas, con los alegres muchachos vecinos de su Barrio, pues éstos en su mayoría, habían partido a Cursar Estudios a la Capital Santo Domingo, luego de haber terminado el Bachillerato en Escuelas Locales.

Pero Don Lálix, añoraba aquellos paseos con los Chicos del Sector, a quienes conducía entre charlas, risas y arrebatos, hasta la Bella Playa de su Pueblo, llamada Punta Inglesa.

En esa Playa, Bañada por el Mar Caribe y adornada por extensos Cocoteros, en sus blancas arenas y formaciones rocosas, podían ver el intenso y constante corretear de los Cangrejos.

Y mirando a lo lejos, sobre el manto azul de las Aguas Marinas, observaban la imponente montaña de la Sierra de Martín García, también conocida como La Loma del Curro.

Mientras el Noble Anciano, cómodamente sentado en el viejo tronco del Árbol de Almendras, contaba anécdotas relativas a su juventud en esos lares y aquellas narraciones, los Jovenzuelos las escuchaban con ávida atención.

Pero ahora, ya los nuevos Muchachos del Barrio y los Vecinos recientes o antiguos, no conocían o habían olvidado, que ese Anciano de hablar parco y eterna sonrisa en sus labios, había sido un genial mecánico de motores diesel.

Tampoco recordaban, que Él había llevado al Pueblo, uno de los primeros automóviles que transitaron por sus entonces polvorientas calles, además de haber tocado música, con uno de los fonógrafos pioneros en esa Ciudad.

Y mucho menos tenían en cuenta, que Don Lálix había construído y regenteado la primera Fábrica de hielo en la Localidad.

Todas esas cosas, pasaban con tristeza y profunda nostalgia por la mente del Señor Lálix, en su condición de semi lucidez, mientras continuaba sentado en la Banca del Parque principal, en espera de sus queridos, pero retrasados Amigos.

Una y otra vez, su mirada cada vez más impaciente, se dirigía a las alturas para chequear la hora en La Torre del reloj, con su visión muy activa aun, a pesar de los años.

Pero cuando el crepúsculo nocturno rebasa la espera inquieta del Senil Don Lálix, éste se encuentra muy desconsolado, como ha sucedido cada tarde de los últimos meses, después de esperar por varias horas a sus Amigos.

Así una vez más, convencido de que sus queridos amigos Don Nino y Don Víctor ya no llegarán esa tarde, pues habían pasado las horas de sus acostumbrados encuentros, el Anciano Don Lálix se levanta lenta y pesadamente de la Banca del Parque, pensando que quizás mañana sea un mejor día y pueda juntarse con Ellos.

Pero la esperanza de Don Lálix, respecto a la llegada de sus amigos al Parque, ya nunca podría materializarse.

El año anterior, Él había asistido a los actos fúnebres de Don Nino y dos meses atrás el propio Don Lálix, había llevado flores al Cementerio, al cumplirse el primer aniversario de la partida terrenal de este amigo.

Mientras que su otro Amigo Don Víctor, se encontraba interno en un Asilo de la Ciudad de Santo Domingo, donde había sido trasladado por uno de sus hijos.

Así, con su estado mental en progresiva decadencia, pero con su paso tranquilo, aunque quizás algo triste por la no asistencia de sus Amigos a la Cita del Parque, Don Lálix inicia su lento caminar hacía su Hogar.

En su retorno, sólo levanta su cabeza para saludar, ahora de forma inversa, a los mismos que saludó en su caminata de ida al Parque : a Rosario, a Sánchez, a Cambronal y a Mella

Aunque estos cordiales saludos, no pueden ser correspondidos al humilde Anciano, pues Esos son en realidad, los nombres en los Postes de las Calles transversales a la Calle Mencía, por la cual Él está transitando.

/ F I N A L /

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