Norte de Arius, año 202- Imperio de Géminis
-Deberías guardar esa espada, ya todos están muertos-
Había ignorado el comentarios de Sir Maldión, con la intención de no responder a su preocupación. mientras observaba como las tropas avanzaban hacia el norte de las caballerías, sus pies, recubiertos por unos zapatos errados, pisaban fuertemente el asfalto hasta levantar el polvo.
Mientras que las calles yacían vacías, un aire de tranquilidad se dispersaba por los rincones más escondidos de nuestra tierra la cual se extendía hacia la laderas, mas allá de la secuoya relojera que conocía este mundo. Ahora y aunque no parecía por los rasgos fríos que se enmarcaban en mi rostro, me sentía Bienaventurado de volver a Arius, de llegar al lugar que nos ha visto nacer, de sentir como la tierra volvía tener vida y que ahora esa vida la defendería por su gloria.
-¿Esta bien comandante?
Nuevamente interrumpió Maldión.
Asentí, sin descuidar mi postura, ahora era tiempo de mostrarle un poco de tranquilidad al pueblo y a todos aquellos que han dado todo, para culminar esta guerra que nos ha consumido por millones de años. Sin embargo con mucha dificultad, si es así como podría llamarle, trabajaba en poder ocultar la angustian que tenia por no recibir noticias del otro escuadrón. Seque el sudor que bajaba como agua cristalina de mi frente y me dispuse a admirar todos los limites del terreno rocoso frente a nosotros.
-Ayudadme a recoger estos gilipollas Maldión-
Sus ojos se centraron en el panorama, ahora se veía una imagen tenebrosa, la tierra estaba sosteniendo miles de cuerpos y muchos de ellos eran almas sin alguna oportunidad de encontrar el descanso eterno, solo tendrán frágiles recuerdos en este camino que los llevaran a donde alguna vez estuvieron sus casas.
-Tu padre no estará contento si se entera que estas velando a sus muertos-
En la ultima parte de la frase alcance a escuchar un titubeo.
Se que fueron personas desterradas que habían elegido el exilio, ninguno de ellos creyentes a la leyes que generan el orden, que no tenían que pedirle a su gobierno absolutamente nada cuando necesitaban sobrevivir, pero aun así se merecían un salto sepulcro, alguna manera de poder desprenderse de sus cuerpos terrenales y llegar a la vida espiritual.
-¿Correrás a decírselo?
-No lo hare, ¿aunque?…-
Mi padre era el Rey, el monarca mayor, el elegido por su pueblo y por su casa, mientras que yo solo era un guerrero, un espadachín que llevaba mas peso que cualquier asesino en tiempos de cacería y por lo mismo, no me detendría a meditar en que concepto estarían mis acciones y mas si perdía o no mi tiempo levantando a sus muertos. Si mal no recuerdo gracias a mi habíamos ganado esta guerra, eso debería decirle todo, mas que cualquier otra acción.
-Podeis hacer lo que quieras, sos libre de darle testimonio al rey-
Pasadas unas horas, habíamos terminado de enterrar hasta el ultimo de los caídos, vote la pala al piso y me dispuse a buscar un lugar para descansar.
-¿Te has molestado conmigo, verdad?
Negue ladeando la cabeza.
Luego sonreí, manteniendo mi respiración lenta y pareja.
-¿A donde vas? – Pregunto intrigado.
-A la colina que esta cerca a la torre- le guiñe el ojo.
-¿Vienes conmigo?
Asintió con una expresión dudosa.
No era mi intención ser tan duro con el, pero cuando estuve entrenando con mi padre, un hombre resabiado y poco afectivo, pude entender que parte de ese entrenamiento había sido para eliminar cualquier vinculo sentimental con las personas. En especial con Maldión.
Gire el rostro y seguí caminando lentamente hasta poder llegar a la cima de la montaña, en ese momento el thaili donde cargaba a Origen se había desabrochado, provocando que la punta de la espada se enterrara con una fuerza desenfrenada en la tierra.
– Su espada señor, se esta ensuciando. ¿Desea que la alce?
-No te preocupes Maldión, así esta bien-
Mientras mas avanzaba, se escuchaba el sonido de la tierra abrirse, fue entonces cuando recordé la sugerencia y ahora sin ninguna explicación era inmensamente feliz-
– Esta espada me ha mantenido vivo por mucho tiempo- Voltee a verlo para contemplar su expresión, entonces susurre.
-No confío en nadie, ni siquiera en el silencio-
Maldión se detuvo en la oreja de la montaña, tratando de entender lo que había dicho, mientras yo seguía caminando.
– Mientras que Origen este conmigo, no habrá quien pase desapercibido, porque ella lo escuchara y ten lo por seguro que me lo hará saber-
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