El primer beso

El primer beso

Walter Montoya

10/02/2021

Cuando ahora pienso en aquel momento, en la inocencia de la edad y la falta de experiencia sobre el tema, es fácil sentirme un tonto.

Aquella tarde en el colegio no era muy distinta de tantas otras y sin embargo se convirtió en algo que permanece en la memoria y en la sensación inolvidable de probar algo nuevo y totalmente distinto.

Ciertamente siempre hay una primera vez para todo. Y si bien uno prueba nuevas comidas. Nuevas bebidas. Nuevas sensaciones al realizar un viaje o estar en un lugar, es muy diferente a lo que me sucedió esa tarde.

Ana era una niña popular. Una de las más llamativas de la clase. No solo por sus enormes ojos verdes sino también por su energía y su protagonismo, siempre destacando en actos, conversaciones o entre sus amigas.

Yo no era tímido pero mi trato con las niñas a esa edad, jóvenes once años apenas empezaba.

Fue, como pasan las cosas siempre. Un juego de miradas. Conversaciones sobre cosas simples. Guiños. Sentir acelerado el corazón y saber que esto era algo distinto a lo que días atrás sentía por esa niña.

Ella me convocó y fui precedido por dos de sus mejores amigas a un encuentro en el pasillo del ala derecha del colegio. Recreo y bullicio de cientos de niños corriendo desaforados aprovechando esos eternos diez minutos.

El encuentro fue torpe. No hubo palabras solo nos miramos a centímetros y nuestros labios primero se chocaron bruscamente. Ella puso su mano en mi pecho y me contuvo. Me sereno. Mis labios se relajaron e instintivamente lo intentamos de nuevo.

Allí la magia apareció. Recuerdo que todo pareció detenerse. No oí a los otros niños ni sus gritos o sus canciones de juego. El corazón latió fuerte y mi cuerpo sintió un calor incomparable. Ana tenía sus ojos cerrados y yo por respeto hice lo mismo. Mi boca se abrió levemente y rodeo la suya. Ella ni bien noto mi mejoría dejo que me acercase más.

Sus labios eran suaves y tiernos. Poco a poco rodeo mis pequeños labios con los suyos y sentí la tibia humedad de su boca. No puedo decir cuánto duro ese primer beso. Perdí por completo la noción del tiempo. Pero la sensación de estar haciendo algo que jamás había hecho, sus ojos cerrados y esa comunicación interna tan suya y tan mía no se me olvida.

Dicen que para besar, una persona activa unos treinta músculos faciales. Creo yo que ese primer beso demandó mucho más de mí. Use músculos del alma y del corazón.

Ana fue esa tarde la manera más bella para introducirme en la adolescencia y en los difíciles e intrincados caminos del amor.

No fuimos novios. No hicimos planes. Fue la tarde más corta y más bella, marcada a fuego en la memoria. Como sucede a muchos seguramente, con su primer beso.

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