COLECCIONISTA DE BESOS

COLECCIONISTA DE BESOS

Gabrielle Reyes

06/02/2021

Y la verdad es que he ido por la vida regalando besos, tantos que ya perdí la cuenta. Coleccionando así nombres en mi libreta, hay besos que subrayo con resaltador, porque se quedaron en mí. 

Hay un beso del que no me olvido, que como casi todos los besos de verano, fue una noche calurosa a la orilla del lago, justo bajo la luz de una luna llena que resplandecía en mis narices.

No suelo ser muy romántica, he dado besos que venían con términos y condiciones, que firmé con mis labios sin querer, esos que parecen sublimes y te roban una que otra lágrima y pocas sonrisas. Recuerdo no querer saber nada sobre besos sabor a romance y buenas intenciones, quería seguir coleccionando sabores efímeros, esos que se disfrutan tanto como fumar un cigarrillo, inventando historias volátiles que se van con el humo del tabaco.

Y ahí estaba, en medio de rostros desconocidos, a punta de carcajadas y unas cervezas, el fuego del asado calentaba la noche fresca y húmeda, recuerdo que se veían las estrellas más que de costumbre y el sonido del lago estrellándose con las rocas se mezclaba con la música del parlante a baterías que lo daba todo. 

Entre carpas y hierba seca se me acercó, era el tipo de chico que siempre había dicho que no era mi tipo, rubio de ojos azules, cliché, se me acercó preguntando sobre un beso que había regalado hacía unas horas a algún desconocido cuyo nombre no recuerdo, me reí avergonzada, diciendo que yo no era así sobria, él sonrió conmigo diciendo que él también decía lo mismo a veces. 

– Vamos a esa roca, donde la música no se escucha tanto, así podemos charlar – me dijo amable.

Lo extraño de todo es que después de conocer a diestra y siniestra esas invitaciones que he oído llenas de galantería y coqueteo, en ese momento sólo era una amable invitación a charlar. 

Me besó después de varias horas de charla sentados en una roca sobre el lago y el reflejo de la luna, y es que  charlando se robó una parte de mis emociones que había escondido hace mucho tiempo. No diré que el beso se sintió cómo se supone debe sentirse un primer beso, porque sería demasiado romántico, incluso para mí, tampoco hablaré sobre las mariposas en el estomago al día siguiente, al despertar entre sus brazos y con un suave ronquido en mi oído.

Y es que, sólo fue un beso, sólo un beso y un abrazo somnoliento de madrugada para quedar atrapada en esos ojos azules. Fue sólo un beso regalado que quiero regalarle de por vida.  

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