El último y ya no más.

El último y ya no más.

Aloïs Cohen

31/01/2021

– ¿Recuerdas quiénes llevaron el féretro de tu madre? Tu tío Jorge, Fabián… No puedo recordar los rostros. No es algo que normalmente se recuerde, ¿verdad? No es como ser padrino de un cadáver.

Rio sin ganas de su chanza, sin bajar el ritmo frenético de sus agujas; prosiguió: -Muchas veces me preguntaste por qué te amaba, por qué seguía contigo… a pesar de no ser feliz, de no ver progreso, futuro; y no lo había: estamos como hace tantos años, no viajamos, no estudiamos más, no hicimos más cosas juntos… ni separados. A estas alturas, no sabría si es amor.

El calor sofocante no fue bastante para que se deshiciera de pelliza negra que llevaba puesta desde hacía horas. De vez en cuando, guardaba silencio para asomarse a la ventana. No venía nadie. – No hay donde poner música en este cuarto. Uno esperaría que hubiera algo así, dado el tiempo que pasabas en este lugar.

Y mirando a su marido: – Nunca te robé un beso. Nunca me pareció una idea lo suficientemente romántica. Y me parecía una agresión cuando me los robabas a mí.

Se acercó al rostro de su esposo, de su compañero por 47 años, del padre de sus dos hijas y le beso los labios, intensamente. Le apretó las mejillas, peinó su cabello con los dedos, mordió sus labios, suspiró, sin apartarse de su amado, incluso cuando las lágrimas anegaron las mejillas de ambos. Luego se incorporó, dio un suspiro profundo, pero breve, que vibró en el aíre, como el aúllo apagado. Se acercó de nuevo y le beso una vez más, con los ojos bien cerrados. –Tienes los labios pálidos y secos. Deja que te ponga un poco de brillo.

Buscó en un cajón entre varios frascos y llevó el elegido. – Aquí tienes. Déjame ponerte uno poco. Eso es, mucho mejor. – Y rio de nuevo, con la voz quebrada. Tosió un poco y volvió a reír. – Nunca entendiste mi sentido del humor. Eso es lo que me tiene viviendo entre estas cuatro paredes. No, no pienses que es tu autoproclamada fidelidad. Nah-ah. Yo sé de Mariana, de, de la esposa de Gabriel… ¡Helena! Sé de Cristina… ¿Cuántos años tiene esa niña? ¿Veinte? Es ridículo. Y tu olor. Todo ese ajo que comías te traía con una peste insoportable. ¿Fue para que no durmiera contigo? Buen trabajo. Porque no pusiste la menor oposición cuando decidí hacerlo. Diez años durmiendo a mis anchas. ¿Por qué pasó todo eso? ¿Y lo del fraude con banco? ¡A nadie citan a tribunal por multas de vehículo! Yo he estado en juzgados miles de veces… ¿de qué me querías proteger, mentiroso… ? Están tocando la puerta.

Dirigiéndose a quien estuviera tocando, ofuscada: – ¿¡Qué quieren!?

-Señora, disculpe. Ya están aquí, de medicina forense. Prometieron tratar el cuerpo de su esposo con dignidad. ¿Va a permanecer aquí o va a salir?

-Me voy a salir.

Y, para sí: – Ya tuve suficiente de ese hijo de puta.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS