Acaso no pueda por más que preguntarme si acaso haya perdido la razón de mis mañanas, y si los días perdieron su sabor, aquel que extrañan mis labios…

Tengo estúpida sensibilidad me acecha como un demonio en la tarde lánguida, me duele todo y nada a un tiempo.
Cuando llega el invierno y el viento mueve mis cortinas,
mi alma sangra, con la necesidad del llorar.
Y si hay algo de lo cual este seguro, es que estoy perdiendo mi sutil cordura, mientras cae la tarde, mientras amanece y me susurra al oído que algo está por acabar.
Y es que este eclipse de luna negra tapa nuestras bocas.
Y me pregunto ¿Cómo hago acaso para traspasar las barreras nos limitan para darte un beso de verdad?
Ese beso cierre lentamente heridas y marque la piel como un tatuaje.
Tatuaje llevemos en nuestros adentros, entre los rincones más profundos donde solo exploramos, cuando soñamos, y ello, que ya ni duermo porque pensar en tus besos ni me lo permite.
Mientras acepto este deseo infantil de yantar, pero me voy resquebrajando y este poema se ahoga entre las aguas, porque ni unas gracias me das al alejarte de mis labios.

Mientras acaso no pueda por más que preguntarme, si acaso haya perdido la razón de mis mañanas, y si los días perdieron su sabor, aquel que extrañan mis labios…

Mientras estas letras que viajan lejos de mí, de mis cenizas.

Mientras me amamanto de secos besos, secos pechos.

Y la vida siquiera se esmera por darme un último beso recuerdo.

¡Joder!, ni siquiera la grande rabia siento ahora logra opacar el amor que te tengo, cuando mis dedos mojo en el tintero de mi corazón y escribo con mi sangre este poema.
El cual viajará donde quiera que vayas, y sabrás que nadie te amara como lo hice yo, mientras nuestros besos no dados, se tornaran rancios.

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