Ni loca te beso

Ni loca te beso

Luciana Flotts

06/02/2021

El 3 de marzo nos conocimos en Tinder. Me gustaste y te gusté de una y a mediados de ese mes ya nos encontrábamos en WhatsApp. La verdad es que me partiste la cabeza. A penas te vi me di cuenta de que eras un hípster. Tu subcultura contemporánea me “flasheó” mal. Eros hizo su trabajo, pero el destino tenía otros planes para nosotros.

El presidente Fernández decretó la cuarentena a partir del 20 de marzo. Pero eso no era lo peor. La ley siempre se puede evitar. Lo más jodido era el virus. ¡Virus de mierda! Justo me vengo a enamorar ahora. Después de más de un año sola. Con algunas parejas, “tranzas”, ocasionales de bares de viernes por la noche. Ninguno que valiera la pena. Pero vos sí que la valías.

Antes de todo este “bolonqui” chateábamos hasta las dos o tres de la mañana y durante también. Me escribías tan prolijito. Sin abreviaturas y sin errores ortográficos, como a mí me gusta. —¡Qué divino es! — pensaba. Y tu voz en los audios era impecable. Deberías ser locutor de Radio Nacional, bombón. Lástima que hace tanto que no me llamás. La razón de tus ausencias la adjudico a nuestro último e infructuoso encuentro.

Claro, después de endulzarnos la oreja de lunes a lunes, teníamos que concretar. Algo tenía que pasar. Algo real que no tuviera una cámara o una red social en el medio. Algo de piel con piel. Me dijiste que querías verme. Un ratito, el viernes por la noche. Como si fuera tan fácil. Si me vieras todo lo que hago cuando llego del supermercado. Ni que viniera de Chernóbil.

Sucede que vivo con mis viejos. Mi mami tiene setenta y dos y mi viejito ya pasó los ochenta. En el trabajo uso barbijo y máscara, en la cara. En las manos, guantes de látex y alcohol en gel cada tres minutos. Cuando termino el día laboral me saco el uniforme y lo meto en una bolsa para lavarlo luego. Me cambio los zapatos. Aunque con esos no estoy en casa. Parecemos los personajes de una novela turca. Antes de entrar nos sacamos el calzado y nos ponemos pantuflas. —Como en “Feriha”— dice mi vieja cuando ve el ritual.

Pero no te importó nada. Sabías cuan complicada era mi situación e insististe en verme. Nos juntamos en la plaza. —Al aire libre es más seguro— te advertí. Vos estabas sentado en el medio del banco y yo me senté lo más lejos que pude. Casi cayéndome. No te hizo ninguna gracia cuando te saludé con el puño cerrado como se saludan los políticos. Charlamos más de tres horas. Nos tomamos dos gaseosas cada uno y nos dimos cuenta de que esto sí era amor. Pero todo se pinchó cuando te acercaste más y me sacaste el barbijo. — ¿Me das un beso Tana? — rogaste. Ni loca te beso — te dije. Me subí el barbijo, te tiré un beso con la mano y me fui.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS