Cenaron.
Ella, cansada de limpiar casas ajenas, lavó esta vez sus propios platos y envió los niños a dormir.
Sin muchas ganas, accedió a ver una película con su esposo. Era uno de los pocos momentos del día en que ambos se sentaban para compartir un café. No llegó a terminarlo… No daba más. Se fue a acostar.
Él la acompañó a la habitación y puso el despertador a las 6:30, como todos los días.
—Termino la peli y voy —dijo.
En su cama, acurrucada contra la pared, la pequeña comenzó a temblar…
Sabía que TODO se desataba con un beso.
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