LA REINA Y EL GOLFO

LA REINA Y EL GOLFO

Golfo cambiaba el peso de su cuerpo de una pierna a la otra mientras escudriñaba la calle con su melena enredada y su desparpajo habitual. Llevaba diez minutos en aquella esquina, ocupada con muebles viejos y sin farolas; acostumbrado a disfrutar de cada día como venía, esperar se le daba mal.

Nunca había tenido que esperar por Peggy, Lulú o Rosita, a ellas les iban los vagabundos que robaban besos. Reina vivía con su familia al otro lado de la ciudad, en la zona de la gente con posibles, donde compartían lo que algunos llamaban las grandes bendiciones de la vida. Hacer venir hasta allí a su pequeña dama, guapa y bien portada, quizás no había sido una idea afortunada, pero Tony le había ofrecido disponer una elegante cena para dos y él aceptó.

La melodía se colaba hasta su esquina, se sabía la rutina de memoria, Tony dándole fuelle al acordeón y Joe rascando la mandolina.

“Oh, no tiene igual

questa noche especial.

La llamamos bella notte.”

La mesa en la terraza del restaurante, sólo para dos, alumbrada por las estrellas y una vela, eran ideas de Tony. El mantel a cuadros y el soplillo del acordeón aportaban ese toque novelero, que tanto le gustaba a Golfo y que propiciaban el robo de besos sin oposición. El menú, eso sería una sorpresa. Golfo no era de sorpresas, él siempre sabía lo que tomaría, el lunes Wiener Schnitzel, el martes estofado, el miércoles espaguetis con albóndigas y así todos los días; pero Tony insistió, será el plato especial de Joe, lo mejor de la casa, le dijo.

Entonces la olió. Olía a violetas. Caminaba al son de la canción y sus ojos encendían de alegría la espera de Golfo.

“Ven a mirar

esas luces brillar,

questa amable bella notte.”

Caminaron por el callejón que llegaba hasta la terraza del Tony´s. Él con prisas y Reina dilatada. Tony y Joe salieron a recibirlos con tanto aspaviento, que Reina se atascó en la entrada. Rezumaban afecto por Golfo y se sintió obligada a acercarse, miró a su alrededor, sus pestañas temblaban y su cabeza se desplomo con vergüenza ante tamaño recibimiento. En seguida Tony dio inicio a su parte de la velada, el acordeón y la “Bella Notte” volvieron a sonar.

“Si estás con quién amas

Dichoso vas a ser.

Nocturna magia llegará

Y el amor va a florecer.”

Mientras, Joe servía la cena, la cena sorpresa, especial, la elegante cena para dos, la especialidad de la casa: espaguetis con albóndigas. Golfo se escurrió en su silla, se guindó los hombros de las orejas y contrajo cada porción de su cara susceptible de encogerse. Pero, Reina lo miró con gratitud. Disfrutó del plato como si fuera una exquisitez y cantó con Tony como si fuera su canción.

“Oh, noche especial

de amor celestial.

Questa dolce

bella notte.”

Tony y Joe se quedaron con ellos el resto de la noche.

El robo tendría que esperar.

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