Ni tan escarlata

Ni tan escarlata

Como todos los domingos, se paró frente al espejo heredado de la tía Amanda, pasó el peine por el encrespado pelo, miró si tenía los dientes limpios y se quedó mirándose con cara de inconformidad. 

– Ya vamos, se hace tarde- gritó su padre desde el piso de abajo, apurando a todos.

– ¡Después se enojan si les digo que no se queden viendo tele hasta tarde! , son unos flojos. 

Esa era la cantarola de los domingos de mañana, cuando todo el mundo corría para no llegar tarde al servicio de la Iglesia.

¿ Pero quién le quitaba a Juanita el haber soñado toda la noche con el reverendo del film La letra Escarlata?.

Había visto esa película tantas veces que no podía ni imaginar en que su primer beso, su primer encuentro carnal no fuera con otro que con el obispo de su iglesia.

¡ Es tan hermoso! pensó, bueno, quizás no tan guapo como Gary Oldman pero la traía desolada, casi enferma de amor.

La numerosa familia trepó al viejo Chevrolet y salieron disparados a oír el sermón de la mañana. 

– Buenos dias familias, quisiera hablarles el día de hoy, sobre la importancia del amor sincero, sobre los valores familiares dentro de una sociedad superflua, que se ahoga en un mar de desamor y tristeza.-

Juanita se revolvió en el asiento acomodandose la falda roja que reservaba para los domingos, mientras sentía un calor que le subía desde los pies hasta las orejas quemandola. Era inútil cualquier esfuerzo por controlarse.  

El ministro siguió hablando de amor hasta que se le agotó el tema y por fin todos se despedían de él haciendo fila en la puerta del templo.

Mientras esperaba su turno, Juanita recordaba aquellos besos tan impresionantes que le daba Oldman a Demmi Moore en la película, su cara de extasiada de amor por aquel hombre prohibido, los encuentros que tenían ante los ojos desorbitados de la criada que los espiaba,  deseando estar en el lugar de la señora. 

– Hey estúpida, que te muevas que luego paso yo- dijo su hermano con impertinencia, mientras Juanita sobresaltada no dejaba de sudar.

– Buen día Juana, ¿como está hoy? ¿ se siente bien? le veo algo pálida hija-.

– Ssssssii, sssi,  es sólo el amor, perdón, el ca…lor… esss su bo… su bota, eso, es su bota…-

– ¿ Cuál bota? .

– Es qué me estaba pisando, pero despacito, no se preocupe…-

Seguidamente y sin pensarlo un segundo , el joven ministro se inclinó para recoger el libro de cánticos que Juanita dejó caer sin querer.

Ella, hizo lo mismo al mismo tiempo quedando frente a frente , viéndose a los ojos con pasión.

Afuera, alrededor, cerca, lejos, en la luna, todos miraban atónitos las bocas que se devoraban sin importar nada,  ni siquiera que el director gritara ¡ corteeeeee, corteeeee!.

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