Un hombre solitario que cada fin de semana se  junta a charlar y a tomar cerveza con sus amigos no despierta ninguna sospecha. Tampoco despiertan sospecha su caminar extraño, como si le pesara la vida , ni su nula comunicación, salvo unas miradas y asentimientos de vez en cuando ante algún comentario de alguno de sus amigos. Calvo, manco ,cojo ,con unos lentes grandes y gruesos, mirada esquiva, que dice una o dos palabras :»Buenas tardes» y «adiós» o «nos vemos».

Lo que no saben es que dentro de mi cabeza guardo un plan que he venido construyendo desde que tengo razón de ser, es decir, desde la adolescencia temprana, cuando comprendí que no pertenecía a este sistema, cuando me aburría de todo y de todos, de la repetición de la repetición, todos hablan de lo mismo: minas, fútbol, alguna película de taquilla. Yo no, yo quería hablar de literatura, quería hablar de una novela de Joseph Conrad «El agente secreto» misma novela que leía y releía Theodore Kaczynski quien incluso llegó a obligar a su familia a leerla porque según el así lo podrían comprender. Luego descubrí que Conrad se había inspirado en las vidas de Mijail Bakunin y del Príncipe Piotr Kropotskin así que leí los «Escritos de Filosofía política » y «La conquista del pan». Mi aburrimiento hacia todo lo tomé como un «via crucis» hacia el logro de mi plan, después de todo , y usando las palabras de Walter Benjamin: «Hay que aburrirse profundamente para comprender al mundo», y comprendí, ya en mi vida adulta que fuimos llevados a comportarnos de un modo cada vez más alejado de nuestra naturaleza humana. Como decía Kaczynski en «La sociedad industrial y su futuro». ¿Que es eso del éxito o del crecimiento económico ?, solo excusas para el consumismo extremo , la vanidad, lo fatuo, lo vulgar, cuando solo nos bastaría lo necesario para subsistir. Pero nos gusta, corremos esta carrera de ratas en una rueda interminable de consumo y deuda que algunos  defenderían poniendo las vidas de los suyos por delante con tal que no se acabe este maldito sistema. Este ha sido el triunfo último del capitalismo. 

Así llegué a la conclusión de que no hay vuelta atrás. Este mundo debe ser destruido hasta los cimientos, desde donde nacerá un nuevo hombre, menos destructivo, menos lujurioso, en sintonía con su propia naturaleza. Me incluyo también, en este grupo de indeseables, a pesar de haber despertado siento la contaminación de la vanidad, del egoísmo, por eso debo morir junto con ellos. 

Ahora ese hombre solitario se levanta , sus amigos lo miran con asombro y sus ojos hablan como en un coro de pensamientos: «Esto no era parte del plan» . No logro separarme de este mundo. Así que voy y corro donde esta la camarera, mientras presiono el botón de debajo de mi abrigo con la mano que llevo escondida simulando su falta y busco sus labios, desesperado, un beso de muerte, un beso de Judas Iscariote, un beso de último deseo.

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