Besos de agua

Besos de agua

J. A. Gómez

19/01/2021

Mismo día y misma hora desde que aquello pasó. Heme aquí cuan sombra desesperada escurrida entre sinsabores y terca obstinación. Lastrado en este lago, tumbado boca abajo sobre esta fina cortina de agua. Y aquí ella, tumbada boca arriba bajo estas mismas aguas.

La suave brisa acaricia los nenúfares mientras les cuenta mi historia, mesando mis cabellos descuidados. En cambio su larga melena levita ingrávida entre la masa de agua que caprichosa la menea a cámara lenta. La veo y me ve, intensa, fugaz y constante, desesperados ambos por nuestro amor truncado.

Me dibuja una sonrisa pálida, desnortada y siento propia su tristeza. Le sonrío con honda pena y algunas lágrimas toman mis ojos. Es ella, con su largo vestido blanco, blanco pureza y blanco luctuoso. También éste se contornea bajo la superficie líquida. Es ella, con su piel incorrupta, nacarada y cincelada por el devenir de las corrientes. Dama de día y dama al anochecer que amé y amo sin condiciones. Dama a la que besé como si cada beso fuese el último.

Ella, eternamente joven, reflejada en cristales tintados por mis recuerdos. Mis pupilas atraviesan el agua para clavarse en las suyas. Su mirar se alza a través del agua para arribar a las mías. Extiendo mis brazos y toco el agua con las palmas de las manos abiertas. Ella, inquietamente mujer, hace lo propio, extendiendo sus brazos con las palmas hacia arriba, bajo las tranquilas aguas.

Nuestras manos se tocan sin tocarse. Siento arder mi carne, la suya no puede hacerlo. Nos separa esta película de agua que forma la superficie del lago.

Volvemos a sonreír, yo sobre el agua y mi amada bajo ella. Estirados, cabizbajos y ahogados, yo por la desesperanza y ella, tiempo atrás, por toda esa agua dulce. Cierro los párpados pues me pesan y ella cierra los suyos pues también le pesan. Acerco mis labios a la delgada cortina acuosa mientras ella hace lo mismo. Nuestras bocas se tocan sin llegar a tocarse. De nuevo besos recordados, añorados, besos en plural y besos en singular.

Lágrimas sin enjuagar y piel erizada. Yo, tumbado sobre el agua boca abajo, ella, tumbada al otro lado boca arriba. Dos bocas locas de dolor, necesitándose. Beso encadenado tras la desdicha. Siento sus manos apagadas rozando las mías y sus gélidos labios buscando los míos.

Su aliento húmedo inunda mi garganta y mi aliento desalentado inunda sus palabras aterciopeladas. Sí, sin dudarlo, nuestros ojos cerrados se ven y se miran. Por momentos parecemos sellarnos en una única entidad. Nuestras bocas se separan un segundo, nuestros labios igualmente. Alzamos los párpados, ya no nos pesan y volvemos a sonreírnos, melancólicamente, yo sobre este tupido tapiz líquido y ella bajo él.

Se deja caer a las profundidades, sin apartar sus ojos de mí. Yo no puedo apartarlos de ella. Sus pies perfectamente juntos se hunden sin premura. Su blanco vestido, mojado y ceñido se va oscureciendo. La pierdo de vista, te perdí de vista!  

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