EL HOMBRE QUE VIVE SUEÑA

EL HOMBRE QUE VIVE SUEÑA

Neviscaba ligero. Los copos iban dejando sus huellas en el cristal de mi ventanal, mientras las nubes oscuras cubrían la luna, me introduzco en la cama y comienzo a vivir, vivo soñando, observo, se abre la ventana y tras el cristal veo a mi marido, penetra sigilosamente en nuestra habitación. Se acerca cautelosamente y noto su cuerpo junto al mío, sus labios rozan los míos, es un beso de azucena, lo siento sublime, tierno, ingenioso y puro. Despierto excitada y ya despabilada, intento seguir soñando. Lo veo salir por la puerta, lleva la misma indumentaria que hace cuarenta y cinco años, sus mismas botas de montaña, su anorak gris y la mochila a sus espaldas.

Lo admiro trepando los verdes yerbales con sus grandes riscos, serpentea rocas, se distancia de los vistosos riachuelos que riegan las espesas y crecidas yerbas y sube, trepa, con su gran ligereza hasta la misma punta del Monte Uzturre, allí se detiene llegado a la gran roca junto a su cruz. Pegado a ella, piensa, contempla su pueblo, lo encuentra ¡tan bajo!

Él está muy alto, ¡tan cerca del creador!, ve tanta belleza a su alrededor.

Vuelve a dirigir su mirada a la tierra, sospecha los problemas de sus almas, sus mentes atiborradas de preocupaciones.

Nunca le quise acompañar para disfrutar de todas estas emociones. Mas ahora ¡de que me quejo!

Ya no hay remedio, los años pasaron y me hice mayor. Cuando fui joven me gustaba quedarme en la cama hasta media mañana.

Soñando, soñando siempre en las mismas banalidades, las propias de la tierra que habitamos. Sin contemplar la belleza de la naturaleza, sin dialogar con el hacedor de tanta magnificencia.

Hasta que de pronto, como ocurre con todos los sueños, estos tienen despertares. En esos despertares me encuentro yo. Mas ese beso, por siempre quedará en mis amaneceres.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS