La excusa eran tus dientes, me gustabas hasta que abrías la boca. Te gustaba, pero mis capilares podrían haberse enredado con tus ondulados; te incitaban los cráneos ajardinados con el césped recién cortado.
Mi primer beso tuvo sabor a brackets. Con dieciséis años y tus labios en mi memoria, la prisa solamente me advirtió de apagar el olfato, buscándote al otro lado de un carmín sin bronceado. Tu beso primerizo, vestía ropa despegada y camuflaba su rostro con absentismo de barbería. Fue un beso lento, un beso hippie, de sabor acampanado, tan voluminoso como tu deseo refugiado. Se apropiaron de tus labios.
Vivíamos separados por el Canfranero, cuyas vías se salpicaban de andenes no presentados, de revisores desenamorados. Nunca crucé por las traviesas, la cobardía usaba pasos elevados. Nadie te vio pisarlas, tampoco precipitarte por el subterráneo. Conocíamos los besos, sus estragos, pero nos desconocíamos besados. Pensamos y repensamos, en lo besado por besar, sin apreciar al contrario, y escondidos en los párpados, apostamos por probar mi humo mezclado con tu tabaco. Lo llamamos casualidad, aunque los dos confesamos estar esperando. Lo hablado despejo mi cabellera, afeito la selva de mi mandíbula. Lo mirado ejerció de cirujano en tus incisivos, alimento al chiflo con tus caninos. Y cuando mudaron las palabras, frente a frente, éramos los de siempre con los mismos altibajos, merodearnos sin destino, besarnos espirales buscando el labio tentado, pero sin besarlo.
Nunca volví a besar a nadie, como debería haberme besado contigo, se retrataba mi fracaso. Si tú besaste, tampoco será para recordarlo vistas las nulas alianzas de tus musicadas falanges. Y aquí estamos, separados por dos amores livianos. Podríamos presentarlos, diblarlos, ahora que mis ideas se afloran en mi desierto, ahora que tu boca se hace agua en mi boca, conquistando dos deseos. Nos acercamos, nos perfumamos con los ojos, pero no es lugar para probar el mordisco, ambos fiscalizan nuestro poder de secuestrar el tiempo y nos condenan, por no extremar el celo.
Se cierra el telón, el visillo de nuestro secreto, nos besamos a solas, en el silencio, allí donde no pueden vernos, tú en mis sueños, yo en tus anhelos. Quizás con el alba se despierten los ocasos y de las madrugadas nazca el beso.
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