VOLAR POR LOS AIRES

VOLAR POR LOS AIRES

    Basad llega tropezando con los muebles. Borracho y  apestando a vómito. ¿Dónde habrá estado este hombre? Llama a Grafí y en pocos minutos se desnuda, la folla (un polvo breve) y se pone roncar como una foca asmática.  

    Mientras Basad ronca, Grafí piensa en como asesinarlo: veneno, cuchillada en el esternón, empujón por la escalera, martillazo en la nuca… imposible Grafí, no tienes martillo.

    Ya sabe como. Fácil. Espectacular. Con fuegos artificiales. Solo queda esperar y hacer visitas al baño. Mear, enjuagarse la boca, quitarse espinillas, mirar los azulejos… están sucios pero no piensa limpiarlos.

    Se levanta con dolor de cabeza, de cuello, manos entumecidas, boca reseca y pastosa. Y la mejilla que  le duele por la última bofetada.

    Das asco, Grafi -se dice ante el espejo. Dúchate.

    El agua caliente es un bálsamo reparador que la anima. Y está contenta, porque el hijo de puta de su marido no volverá a pegarla ni controlará su vida. Podrá hacer e ir a donde quiera si ser vigilada. Sin amenazas, sin golpes… Basad no sabe lo que le espera esta noche.

    Se enjabona las axilas, los pechos, las nalgas… ¡Qué gusto! Le pica en la entrepierna y se rasca. No por nada, es que le pica. 

    Busca en el armario. Con el cuerpo que tiene cualquier cosa le queda bien. Y maquillaje. La mejilla tiene mala pinta.

    Al fondo del Starbucks hay una mesa libre, tomará un café. Parece sorprendida entre tanta gente: oficinistas, viajantes, viejos, jóvenes, amas de casa, desocupados, chicas mostrándose. Tiene una sensación extraña. Siente que ahora, ella también forma parte de ese grupo, de esa gente. Es una más. Y le gusta.

    -¿Puedo sentarme? -pregunta un recién llegado. Está todo lleno. 

    -Si. Claro -dice Grafi.  

    Es joven y atractivo. A Grafí le pica en la entrepierna, pero se aguanta. Los dos se miran. Sonríen. Él no dice nada. Grafí está excitada, pero también calla. Si me lo pidiera le hacía una mamada aquí mismo. Pero no pide nada. Acaba su café y se marcha. Grafí se queda con las ganas y se rasca con disimulo.

    Déjate de guarradas, Grafí. Tienes que hacer compras.

    Elige una maleta rosa. Es mediana y parece resistente. Una mochila cómoda y con muchas cremalleras. Y un bolso, los suyos son muy pequeños. Visita las tiendas del barrio. Estaré un tiempo fuera, pero nos veremos pronto, dice a los que la conocen. Lo justo para que no la echen en falta. En un Phone House compra un móvil. Uno de prepago. Barato.

        Entre unas cosas y otras se le va la mañana. Pasa junto a un Burger y entra. No puede resistirse. Una hamburguesa gigante con todo: lechuga, tomate, cebolla, mostaza… todo. ¿Y de beber? Una piscina de Coca Cola. Te has pasado, Grafí, pero un día, es un día.

    Llega a casa y enciende la tele. Hablan de una famosa que pone los cuernos a su marido. Otra más.  y Grafí se duerme en el sofá escuchando la historia.

    Despierta desorientada. ¿Qué hora es? se pregunta. Es tarde y Basad no tardará en llegar. Espabila, Grafí. 

    Primero esconde lo comprado, que Basad no vea nada cuando llegue. Ahueca los cojines, da un repaso al salón y pasa al baño.

    Se lava en el bidé. Le pica en la entrepierna y se rasca. No por nada, es que le pica. Un poco de perfume y camisón mini. Provocador. Y sin bragas. Si así no se le `pone dura, ya me dirás tú. 

    Basad llega como siempre, dando tumbos. De los bolsillos se le caen un montón de billetes que se desparraman por el suelo. 

    Grafí lo espera atenta. Ofreciéndose. Pero Basad, ni la mira. Pelea con la chaqueta y cuando cae en la cama ya está dormido. Hoy, ni polvo ni nada -piensa Grafí. Solo ronquidos.

    Mejor así, y para que no despierte le quita los zapatos y le afloja la corbata. Duerme a gusto, mi amor. 

    Se quita el camisón y se pone unas bragas. Pantalón y camiseta. Zapatillas de tenis. Y una chaqueta, que a estas horas hará fresco. Prepara todo con cuidado. En la maleta ha colocado los fajos de billetes. Basad pensaba que los tenía bien escondidos y ya ves tú, no le va a quedar ninguno. Tampoco los necesitará.

    Cubre el dinero, con unos vaqueros, blusas y ropa interior… ¿para qué más? En la mochila, además de sus joyas, ha metido alfileres de corbata, gemelos y un Cartier de Basad. Todos objetos de oro de gran valor. En el bolso guarda los billetes desparramados. Para los primeros gastos.

    Mira en derredor. Creo que no me dejo nada. Se asegura de que todo quede bien cerrado. Pasa a la cocina y abre las dos bombonas de Butano. Vas a volar por los aires, cariño. Sobre los hombros el abrigo de vison, regalo de Basad. Fue el primer polvo y el primer regalo, por que Basad antes no era un hijo de puta. Al principio la trataba bien y la hacía regalos. Eres mi reina -decía, pero luego lo nombraron Concejal de Obras… y ya se sabe. 

    Carga con la mochila y el bolso, arrastra la maleta y cierra la puerta.

    El coche -un Mini rojo, también regalo de Basad- lo tiene al final de la calle. Saca el móvil de prepago y teclea un número.

    Basad no está seguro ¿han llamado? se pregunta. Y la llamada se repite. Maldito teléfono. ¿Y Grafí, donde está?

    Se levanta, enciende la luz, descuelga y… Buuuummmmm.

    La explosión barre muebles, puertas, paredes, cristales…

    Todo por los aires.

    Del piso no queda nada. De Basad, tampoco.

    Jesús Oliveira Díaz

    

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