Es una mañana fría, Anton camina desorientado apenas y puede enfocar sus pies y el camino; lleva su mirada opacada como la niebla de invierno. Mira de lado a lado, el barrido de la luz lo marea mientras baja de a poco las últimas escaleras sosteniéndose de la vieja estructura y escuchando como rechina a cada paso de manera ensordecedora la madera. Se detiene percatándose que ha llegado a la puerta del edificio, sacude su cabeza y aprieta los ojos en un intento de poder ver mejor, la calle está llena de una primaveral calma, puede escuchar los secretos que el viento le susurra a sus oídos y las hojas del otoño acariciar el suelo. 

-¿Es hoy el día en que todas las estaciones se juntan? Se preguntó.

Se apresura a llegar a la avenida principal por el ondulado y empinado callejón que como él decía : “parecía la vía que lleva de las entrañas de la tierra al cielo” antes de alcanzar la cresta del camino empezó a escuchar algunos carros, en ese momento extrañó el ladrido de los perros en aquella antigua casa al final de la calle justo antes de la última colina, giró inmediatamente para asegurarse de que no los había obviado pero no encontró nada, ni un solo perro y tampoco su dueña que solía sentarse al costado de su puerta en un pequeño taburete de madera que apenas y se veía por su enorme contextura.

-No está, tendrá los ojos en descanso y la lengua en remojo. Dijo en voz alta.

Al empezar a subir la última colina empezó a sentir un hormigueo en su cuerpo, sentía cada vez más frío a pesar de caminar bajo el inclemente sol, le faltaba el aire y el corazón le palpitaba hasta la garganta, al llevar sus manos a la cara palpó un pedazo de tela que quitó de un tirón. 

-Ahora lo recuerdo todo !…

En un instante se sintió como solía sentirse en aquella calle antes, los perros, la mirada expectante de la señora del taburete, los niños jugando, el vecino de la bandera de colores en su ventana que salía a sacudir su tapete asomando medio cuerpo desde ésta, todo. Cada recuerdo podía palparlo y lo inundó una nostalgia. Volvió a ponerse la mascarilla y continuó caminando.

Al llegar a la avenida principal vio algunas personas transitando con bolsas de mercado, la mayoría de ellos solos y unos que otros intrépidos que empezaban a salir en familia. Más adelante se percató que todos los locales comerciales tenían abajo aquella cortina de metal frente a sus puertas con tan bellas expresiones artísticas. Se acercó a uno que tenía unas enormes ventanas con un papel pegado “SE RENTA”; era aquel café al que disfrutaba ir, se acerco poniendo sus manos a los costados de su cara para ver a travez del vidrio, vió a una mujer de espaldas que recogía una caja, al voltear miro aquellos profundos ojos… era ella.

Sin pensarlo mucho golpeó la ventana, ella le sonrió con los ojos y se acerco al vidrio, retiró su mascarilla, puso su mano justo frente a la de él y desde el otro lado le sonrío nuevamente.

-¿Qué ha pasado ?. Pregunta él.

-Han sido unas semanas intensas, pensé que no te volvería a ver.

-¿Pero que te hizo pensar eso?. Replicó.

-Hace tres semanas te serví aquel café en el que rozaron nuestras manos, no volviste desde entonces.

-Hace tres semanas !. Gritó estupefacto.

-Sí, confirmo ella. Hace dos días que enterramos a tu vecina y estamos buscando hogar para sus tres perros. ¿Sabes de algo?.

Anton atónito llevo la mano a su bolsillo, sacó su teléfono descargado.

-No puede ser !. Grito. Tengo que llamar a casa de mis padres.

Corrió de vuelta a su edificio irrumpiendo la calma, la chica salió por la puerta trasera del local. Anton subió apresuradamente.

-Demonios ! Pensó- No le pregunte al menos su nombre.

Conecto rápidamente el cargador que estaba pegado a la pared, bajó la mirada ansiando ver un pequeño porcentaje de carga y vió algo bajo la cama. Recogió una caja de analgésicos vacía junto a un papel “Positivo” tachado con la palabra ELIPSIS escrita con su puño y letra debajo.

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