Desde la otra orilla

Desde la otra orilla

JChantre

24/01/2018

Utrecht, se llama esta ciudad y la calle que ves es conocida como el Domtoren.


Los instantes, la vida esta llena de instantes, todo pasa en unos cuantos segundos, todo florece o se apaga en un lapso muy pequeño de tiempo. Allí, en esos segundos acumulados surge el amor. El amor para el creyente es la máxima prueba de la existencia de Dios, y para el ateo el amor es la única razón por la cual no se suicida colectivamente. Ramón se llamaba él, estaba de pie recostado en una de las paredes de la gran torre que caracteriza la inmensa y medieval ciudad de Utrecht. Su pelo rubio, ojos claros y ese aire de superioridad que solo tienen los holandeses; algunos dicen que ellos ignoran totalmente lo apuestos y bien formados que son en su gran mayoría.

Kimberly por su parte era una colombiana sencilla, de piel pálida y de carnosos labios rojos, sin mucha gracia a decir verdad. Ese día 24 de enero había salido a dar un paseo por la ciudad, hacía frío y como es común en esa época del año, era un día gris.

Envuelta en sus pensamientos, con los audífonos puestos recordaba el calor colombiano, mientras Shakira cantaba: «♪♫♬para amarte, necesito una razón ♪♫♬» el frío hacía que los pensamientos del clima colombiano se congelaran y desaparecieran chocando con la cruda y helada realidad del Weer holandés.

Llegando a la gran plaza frente al domtoren, Kimberly sintió algo en su corazón, como una punzada, de esas que son indescriptibles pero no por eso son irreales. Levantó la mirada y se sintió extasiada, dos ojos claros la veían sin parpadear, dos ojos claros se metían hasta el fondo de su alma y la sondeaban como si la conociesen desde el instante mismo de su fecundación. Todo se detuvo, el tiempo, el universo mismo parecía estático contemplando aquella escena.

Ramón se acercó, y casi como susurrando, le dijo un hallo. Kimberly casí sin poder musitar palabra alguna le respondió con un «hola». Las palabras de cada uno retumbaron en sus mentes y ellos, como embriagados por el mejor vino se entregaron a fantasear sobre su vida juntos.

Los instantes pueden ser eternos cuando es el amor quien controla el tiempo. Ambos sabían que era la única vez que se verían, ambos sabían que el destino muchas veces juega con los sentimientos y de vez en cuando te atropella con la realidad. En un instante puede manifestarse la divinidad, en un instante pueden vivirse mil vidas, en un instante se puede morir varias veces, en un instante puedes ser un dios, en un instante puedes ser un demonio. La vida se resume en instantes, tristes, dolorosos, gloriosos, orgásmicos etc. La vida es solo un instante que se debe vivir con toda intensidad, porque no se vive dos veces y no se nace de nuevo. «♪♫♬ y fue por ti que descubrí lo que es amar, lo que es amar ♪♫♬»

J.

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