De mi Barrio me queda

De mi Barrio me queda

Giulianna Vanessa

19/12/2020

El lugar tan espectacular donde cada uno de nuestros recuerdos se plasman en la mirada decadente de aquellos momentos que mi calle me enseño. La escuela del barrio donde jugábamos a la pelota y nos reunimos para compartir nuestras ideas y los sueños que anhelábamos, el constante trayecto que realizábamos corriendo y jugando al famoso «tin- tin corre- corre»golpeando intensamente en cada casa, las raspadas en las rodillas y el regaño de nuestros padres. Los emotivos lugares como la única papelería donde a veces conseguíamos lo que necesitábamos y una señora muy amablemente nos facilitaba las cosas y nos permitía pagarle luego.

El único café -Internet que contaba con dos computadores sin donde poder sentarse y nos obligaba a solicitar una silla en las casas vecinas. Y que cuando la dueña »Doña Marina» tomaba su siesta diaria era muy difícil despertarla, pero nos terminaba abriendo y realizábamos los deberes de la escuela.

La esquina donde el señor Don Luis tenía su perro de raza pastor Alemán nunca supimos su nombre siempre estuvo amarrado nos daba tristeza, pero era muy bravo para ofrecerle algo de comer.

La finca al frente de mi casa donde mi padrino llegaba en su auto y nosotros le abríamos la puerta para que se estacionara y como recompensa recibíamos una panelita. Después entrabamos a la finca y jugábamos cerca de las vacas y las ovejas. También disfrutamos los días donde las vacas quedaban encinta porque cuando alimentaban al ternero nos regalaban calostros que luego comíamos con azúcar, también nos obsequiaban la leche que luego hervíamos para hacer un chocolate o un café leche. Los momentos con la mascota de mi padrino su nombre era Tony Jerry como las caricaturas que veíamos siempre en diferentes casas, nos dio la bienvenida cuando nos mudamos a la casa la cual pagábamos en arriendo.

Luego salíamos a la calle y jugábamos diferentes juegos en medio del abono de las vacas que diariamente circulaban por mi casa en manos de su amo, era común que nuestras pelotas se llenaran de abono. Cuando las íbamos a lavar el miedo se apoderaba de nosotros de que nuestros padres nos llegaran a entrar y no poder seguir disfrutando del juego.

Tantas fueron las experiencias que viví con mis compañeros de juego y que se recuerdan con nostalgia, las calles que hoy recorro pensando en los momentos de diversión hoy en medio de esta pandemia me permito recordarlos dando a conocer lo que sucedió con cada una de las cosas, un antes y un después.
El Internet cerró, Doña Marina se trasladó a Bogotá, la mascota de mi padrino Murió por el producto de unas mentes perversas y así mismo sucedió con la mascota de Don Luis, mi padrino vendió sus vacas y ovejas, en la finca solo queda soledad infinita el recorrer de una gallina hambrienta que aveces pasa la calle exponiéndose a ser atropellada, la escuela fue pintada, el parque de la escuela fue restaurado, al día de hoy estudian las próximas generaciones de mi querida ciudad llamada Sogamoso y del barrio Manitas. Mis amigos se marcharon algunos perdieron el año y otros ya están en la Universidad. Las calles fueron pavimentadas aún hay abono pero no tanto como antes. Debido a la pandemia casi no hablo con mis vecinos ya no se siente la misma alegría eso es claro, el miedo al contagio ha permitido que formen esos lazos de distanciamiento, pero agradezco las experiencias de mi niñez y juventud fueron buenas reconozco que las supe aprovechar.

Un antes y un después de las calles de mi barrio como se muestra arriba mi barrio se encontraba en una zona rural y ahora buscan que se convierta en zona urbana algo que el abono de las vacas no permite ni los grandes campos donde estás pastan.

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