Devuélveme el encanto de las calles

Devuélveme el encanto de las calles

He salido a caminar –como de costumbre- con ánimo elevado. He vuelto a casa con el ánimo caído -¡Qué sopresa!-. El cachorro hizo sus necesidades gracias a que su amo le sacó, pero su semblante es el de un animal deprimido. El mejor amigo del hombre no ha podido cumplir su rol de proteger a su amo. Ambos estamos impactados, entristecidos y desmotivados. Pero un propósito nos une, estamos airados. ¿Cómo puede el cachorro proteger a su amo de las heridas internas? No tiene más remedio que buscar al culpable. Y está allí, afuera, en las calles. Este enemigo nos ha enfrentado a todos.

Mientras caminábamos el enemigo nos hirió con la ausencia de la vida en las calles. Hoy el mensaje ha sido claro, todo está muerto. ¿En dónde está la vida? Encerrada. Pandemia, tu que encerraste al ser humano, eres mi enemiga. Le quistaste al mundo su esencia, y trajiste la muerte a las calles. Desgraciada eres, porque todo el mundo parece superficial, triste y vacío, sin la presencia de ese ser imperfecto, pero lleno de vida. Creí que sentía desprecio por el animal político que habitaba en muchedumbre estas calles. Hoy he sentido lástima por mí mismo en mi soledad, porque extraño esa imperfección de humanidad.

Ha llegado la navidad. Toda la arquitectura de alumbrados ofrece una belleza superficial. La luz carece de valor si no tiene a quien alumbrar. El espíritu navideño está encarcelado. Las calles han sido adornadas, pero su corazón ha dejado de palpitar. El ser humano que se fotografiaba en ellas, ha desaparecido. ¿Qué razón de ser tienen las luces si no tienen quien las admire? Simples objetos como esos emiten la soledad. La verdadera luz ha sido apagada, solo queda, entre miles de kilómetros de decoración, un mundo material sin corazón. ¿En dónde está el encanto de esta navidad? aprisionado.

El encanto que me ofrecieron estas calles se ha perdido. Oh, cuanto extraño ese calor, esas sonrisas y semblantes imperfectos. Animal político, te necesito de nuevo afuera. Humilde y arrogante, no me importa, libérate por favor. Eres la esencia de este mundo material. Desde el tirano hasta el gran soberano, eres la razón de la existencia, querido ser humano. Eres el encanto de la historia. Eres el objeto de las leyes naturales. Eres la razón de filosofar. Eres todo. El mundo sin ti es perfecto y triste. Pero el mundo contigo es imperfecto y muy real. Llénate de valor y otorga vida a estas calles. Estoy nostálgico y airado. Triste por el ser humano que ha sido arrebatado y enojado con la pandemia que ha llegado.

He decidido enfrentarla con una voz airada y un espíritu que lucha por su libertad. Grito con sentimiento y la emoción que me ha impactado. Oh, pandemia, tu que has llegado sin aviso, que nos has encerrado sin piedad, y desatado la muerte con crueldad. Devuélveme el encanto de las calles, otorga salida a la belleza real, deja en libertad al animal político. Permíteme ver rostros alumbrados, brillantes sonrisas y semblantes decaídos; porque el ser humano es una composición mixta de alegría y de tristeza. Todo es animado cuando las personas están. Te declaro la guerra, pandemia.

Hoy, en mi más trágico día, he notado algo esencial: el ser humano es el encanto de las calles, y tristemente está encerrado.

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